La protagonista de hoy, es hija de Joyita Bistoletti y Rubén Pagliari. Sus estudios primarios y secundarios los realizó en el Instituto Santa María de Posadas. Unos años más tarde contrajo matrimonio con Guillermo Figari con quien tuvo tres hijos.
El amor por la danza lo heredó de su madre quien desde muy joven bailó folclore y estuvo ligada al arte y fue quien la incentivó a estudiar danza, disciplina que luego fue parte de su vida por más de 40 años.
“De muy pequeña, a los cinco años comencé a estudiar danza con el profesor Roberto Rolón, uno de los pocos que enseñaban clásico y español, me inicié casi sin darme cuenta, después él se va a vivir a Buenos Aires, por lo que terminé mi carrera con Cristina Galmarini de Casares, con quien tengo el mejor de los recuerdos, fue quien me hizo amar el español sobre todo, pero obviamente me encantan todos los estilos de danzas, fue así que en 1975 me recibí de profesora de danzas”, relató.
Luego agregó: “Entonces mis padres me propusieron quedarme a dar clases de danzas acá antes de irme hacer una carrera afuera, porque acá no había en ese entonces universidades y tampoco podía irme porque estaba muy convulsionada la Argentina. Siguiendo con ese consejo instalé una escuela en el garaje de la casa de mis padres en la calle Buenos Aires y Salta, ahí comencé con 15 alumnas.
Luego, a través de Pupi Venialgo me contrataron para ir a dar clase en “Centro Social” en Encarnación que en aquel entonces no había profesora de danzas clásicas y españolas, fui la pionera en el vecino país. Un tiempo más tarde tuve que dejar porque se me complicaba dar clases acá y allá porque tenía muchas alumnas, no me daban los tiempos, porque en ese entonces no había puente todavía, así que dependía de la lanchita, de la cerrazón, de que si se abría o no la costa, y así di mis primeros pasos. Después nunca más se habló de seguir otra carrera. Porque ya estaba asentada en mi ciudad con proyectos en marcha. Entonces me fui quedando, y ahí nació la academia, donde daba clase a los niños, para mí era un juego estar con ellos, disfrutaba mucho de que aprendieran a bailar de mi mano, era una alegría”.
“Con el tiempo y con mucho trabajo, pude montar una academia más grande por calle 3 de Febrero donde actualmente estamos; que será la herencia de mi hija Fanny porque ella está muy empapada en la danza, en todas las disciplinas, pero el encanta el ‘tap’ se formó muy bien en Buenos Aires y también en el exterior, es innovadora y aporta muchas cosas nuevas a la disciplina” apuntó la profesora.
“A mí la danza me apasiona y sobre todo creo que aporta muchos beneficios para los niños. Ellos a los tres años comienzan como un juego, más allá de que después termines o no, te dediques a esto o no. La danza siempre suma y es una actividad donde el cuerpo tiene mucha memoria porque lo que aprendiste en danza es muy difícil de que te olvides. Me ha pasado que alumnas que han estudiado conmigo y luego se dedicaron a otra cosa, después de un tiempo decidieron volver, y es impresionante como el cuerpo tiene memoria. O en un curso de adultos inclusive viene gente adulta que ha bailado en su momento, luego de un tiempo logra seguir una barra clásica. La danza te da seguridad y un conocimiento de tu cuerpo especial. Por eso aplaudo a las personas que tienen como actividad la danza” dijo Pagliari.
“A veces pienso que es hora de retirarme. Entonces en ese sentido todos los años me estoy proyectando a ver cómo puedo hacer para ir aflojando, pero después de 43 años trabajando me cuesta desprenderme de la academia” confió.
Como balance en su carrera dijo “la danza me dio todo, desde contenerme en la parte emocional y espiritual, pude haber estado con el peor de los problemas, pero mis alumnos nunca lo supieron, el niño no tiene la culpa y siempre te espera con una sonrisa, y esperan que estés bien, no podés trasladar al niño tus problemas personales, que todos los tenemos más de una vez, o alguna dolencia”.
Para finalizar sostuvo: “La danza fue mi catarsis, mi alegría y mi sostén y más allá de todo, pude vivir de esto y por eso me siento una privilegiada, porque trabajé de lo que me gusta sin sentir una carga sino placer y felicidad”, concluyó.