“Ver las reacciones de las personas con la representación me llena el alma”, dijo Gustavo Parras, a quien este año le tocó representar a Jesús en su pasión y muerte, en el marco del Vía Crucis Viviente en el Cerro Monje en San Javier.
Mientras avanzaba dicha representación, los presentes se emocionaban incluso hasta las lágrimas. El elenco del Vía Crucis estuvo conformado por jóvenes de la ciudad, que forman parte de la Iglesia Católica local y desde el Jueves Santo compartieron con los visitantes actividades en el cerro, como la “última cena” que se realizó ese día.
“Vamos rotando los papeles, practicamos tres semanas y luego hacemos un ensayo general en el cerro, para practicar sosteniendo las cruces que es lo más difícil. Para nosotros es un gran orgullo realizar este evento todos los años, nuestros coordinadores Fabián Sena y Lorena Altamirano son los que nos guían para que todo salga bien”, dijo Gustavo. Eso se notó en el escenario, al punto que el público aplaudió de pie la actuación.
Toda la familia de Gustavo participa activamente del Vía Crucis Viviente. “Hace cinco años que participo en la representación, y representar a Jesús se hace una sola vez, por eso es muy emocionante. Años anteriores hice de soldado, de Pedro, de Judas, hasta que este año me tocó encarnar a Jesús”, contó emocionado a PRIMERA EDICIÓN.
Pero no es la primera vez que Gustavo representa al Hijo de Dios, aunque tal vez no lo recuerda, ya que tenía sólo tres meses cuando hizo de Jesús en el pesebre, y hoy le tocó también a su mamá, Norma Cena, encarnar a María.
“Estamos todos muy emocionados, porque somos cinco hermanas y él es único varón. Toda nuestra familia participa activamente del Vía Crucis desde siempre”, contó una de las hermanas de Gustavo.
Niños, adultos, ancianos, todos reunidos en un espacio común para ser parte de este día tan caro para los fieles cristianos, incluso hay muchos que llegan uno o dos días antes y acampan en el cerro, que es un parque amplio y bien cuidado. Para llegar hay que andar seis kilómetros desde la ruta de ingreso, transitando por un camino de tierra y piedras, primero, y empedrado y asfalto, después.
Los más de 20 mil concurrentes al Vía Crucis llegaron de distintas formas, ya sea en vehículos o en bicicleta, para cumplir con alguna promesa o simplemente para pasar unos días en familia.
En el caso de Cristian Sartori, de Leandro N. Alem, llegó en bicicleta desde su ciudad para “pagar” una promesa. “Salimos a las 6 de la mañana, es la primera vez que hacemos esto, no entrenamos, pero llegamos y estamos felices. El tramo de tierra y piedras antes de ingresar al cerro es difícil, pero estamos contentos que logramos el objetivo, los tres que salimos”, contó a este Diario.
Las actividades comenzaron desde muy temprano, desde las 7 con misas y confesiones, “porque es un momento de reflexión”, dijo uno de los sacerdotes.
Mauricio Cabaleiro, contó que hace 18 años que van al Cerro Monje en esta fecha y lo hacen en bicicleta.
“Este año vinimos cinco, pedaleamos desde Posadas y mi hijo de 7 años también lo hizo un rato, llegamos el jueves a las 18 aproximadamente y ya nos quedamos para el fin de semana. En total vinimos diez y nos instalamos, traemos nuestras carpas y nos quedamos acá porque -desde hace tres años- está mucho mejor equipado el lugar, con los sanitarios nuevos y más comodidades”, dijo. Aunque también aclaró que “hacemos esta travesía por religiosidad y por amor a la bicicleta”.
El presidente del IPS y médico, Carlos Arce, también estuvo entre la multitud en el Cerro Monje. Contó a este Diario que estuvo allí cuando era pequeño junto a su padres y después con su familia.
Con respecto a la representación dijo estar “orgulloso de estos jóvenes cristianos misioneros, porque no es una actuación, se ve como algo real, me contaron que son todos estudiantes y voluntarios y que están desde el jueves acá. Una jornada de cristiandad muy linda, muy espiritual”.