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Los magistrados entraron a la sala con el veredicto en mano. Severo Mendoza estaba sentado junto a su abogado y fue invitado a sentarse en el banquillo frente a los jueces. De impecable traje marrón se dispuso a escuchar lo que la Justicia tenía para decirle por última vez. Estaba confiado, entendía muy bien lo que se había ventilado en los últimos días en el debate. Detrás de él estaba la familia acusadora y a los costados oficiales del Servicio Penitenciario y de la Policía. Al fondo, nerviosos su familiares aguardaba expectantes.
La jueza María Teresa Ramos leyó la absolución, Severo se levantó y caminó a saludar a su abogado, después se quedó un largo rato abrazado con su esposa y sus hijas que no podían contener la emoción de volver a tener a su padre con ellas.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, dijo que se sentía maravillosamente bien volver a estar en libertad. “Es lo más maravilloso que hay, porque yo estaba preso por nada. Yo no cometí el delito por el que me acusaron”, sentenció.
Dijo no entender de donde provino esa maldad que lo hizo estar dentro de una prisión pero más allá de ellos expresó que no tenía bronca ni odio, porque “dentro de la cárcel aprendí a caminar de la mano de Dios”, explicó. “Quiero seguir en ese camino y no le deseo maldad a nadie ni para nadie. Ahora quiero lo mejor para mí y para mi familia. Una nueva vida”.
Preguntado acerca que por qué cree que lo tocó haber sido acusado del delito de abuso remarcó como “inexplicable” lo que le pasó. “Yo la venía remando hace treinta y tres años como portero, y era además delegado del gremio. Tenía una vida buena y sana, una vida humilde pero de bien.Los fines de semana me iba a la cancha a arbitrar partidos, hice esa actividad durante veinte años. De golpe me encontré con ésto, no se por qué pasó lo que pasó”.
Después de haber vivido el rigor de la Justicia, desde su perspectiva entendió que “el sistema judicial es injusto. De acuerdo a lo que decía el expediente ahora salió todo a la luz. Yo no tenía que estar preso. Tenía que estar libre y eso falló en su momento. Gracias a Dios hoy se hizo Justicia”.
Aclaró además que “la cárcel es lo peor que hay y más por este tipo de delito por el que me acusaron. Ahí siempre tenés que estar con perfil bajo. Para nosotros los inocentes un día de cárcel es como si fuera un año. Tuve mucho cuidado ahí adentro para que no me agredieran. No me puedo quejar de como me trataron ahí los guardias, pero hay que aprender a bajar la cabeza. Lo peor que hay es estar en prisión, no se lo deseo ni a mi peor enemigo”.
Respecto a la familia que lo acusó reiteró: “No les tengo odio, rencor, ni deseo de venganza, porque estoy con Dios, pero ellos hicieron mal las cosas. Inclusive en su momento llegaron a amenazarme de muerte. Pero ojalá Dios los ilumine y sean buenas personas”.
Sobre cómo va rehacer su vida después de haber estado más de dos años tras las rejas, indicó que ya tenía prácticamente hechos todos los aportes para jubilarse. “Voy a empezar con los trámites”, dijo antes que los guardias le pidieran que se apurara a terminar la entrevista. Bajó las escaleras y subió al móvil del Servicio Penitenciario. Volvió al Penal pero para ir a buscar sus cosas, firmar papeles y asegurarse la libertad.