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Los recuerdos afloran en la cabeza de Gonzalo Acuña (31) ante cada pregunta. Los interminables viajes en auto con José Meolans, leyenda del deporte argentino, rumbo a una competencia. El abrazo del japonés Kosube Kitajima, cuádruple campeón olímpico, tras una amistad nacida en la casualidad. La pileta de River Plate, el club de sus amores. El Mundial de Italia. Las primeras brazadas en el club CAPRI.
Siempre se vuelve al primer amor. Y Gonzalo Acuña es la confirmación de aquella ley del saber popular. Tras casi ocho años fuera del agua, el múltiple campeón y récordman nacional volvió a la pileta, ya no para la dura vida del deportista de elite, pero sí para apoyar a las generaciones que siguen sus pasos.
El posadeño es uno de los mejores nadadores misioneros de todos los tiempos. Entre 2000 y 2011 arrasó en la modalidad pecho: fue récord nacional en 50 y 100 metros, además de ser el primer misionero en competir en un Mundial. Mucho antes, aún adolescente, se había transformado en el primer nadador de la tierra colorada en formar parte de una selección nacional.
Aquellos años dorados hoy son parte de la experiencia que Acuña quiere transmitirles a las nuevas generaciones. Por eso, EL DEPORTIVO lo visitó en uno de sus entrenamientos, donde Gonzalo compartió sus vivencias en la elite nacional e internacional, recordó los momentos que marcaron su carrera -los buenos y los malos-, contó cómo arañó el sueño olímpico en Londres 2012 y apostó por lo que se viene. A tirarse a la pileta.
Gonza, para empezar, hagamos un resumen de tu carrera…
Bueno, tuve la suerte de estar entre 2000 y 2011 en la selección argentina. Pasé por todas las categorías y fui campeón nacional en cada una, batiendo récords nacionales en estilo pecho hasta llegar a mayores. No obstante, el logro más importante fue la participación en el Mundial 2009 de Italia, donde fuimos solamente seis argentinos, cuatro hombres y dos mujeres. En ese campeonato pude batir dos récords argentinos de nuevo, en 50 y 100 metros pecho. Y tuve la posibilidad de competir en otros tantos torneos internacionales con la selección.
¿Cómo llegaste al equipo de River Plate?
La historia es así. Con 15 años fui subcampeón sudamericano en 100 metros pecho. Entonces la Universidad de Santa Cecilia, en Santos, Brasil, donde muchas veces fui a competir, me ofreció que compita para ellos. Esa universidad es pionera en combinar deporte y estudio, tal como en Estados Unidos. Más allá de lo económico, me ofrecían vivir de la natación, vivir, estudiar y entrenar en el campus. No tenía que preocuparme por nada, era sólo estudiar y entrenar, la verdad que era un sueño….
¿Y qué pasó?
No sé, no recuerdo (N.de R: Gonzalo se ríe), supongo que por alguna cuestión vinculada a la edad, dije que no. No quería irme del país, entonces decidí que mi futuro estaba en Rosario, donde entrenaban mis competidores directos. Y ahí Buenos Aires estaba mucho más cerca, viajaba mucho por las concentraciones con la selección. Y así fue que terminé fichando para River, en 2006. Yo soy hincha de River, así que imaginate, fue una experiencia espectacular.
Algo increíble…
Sí, era contar con todos los beneficios del club, la infraestructura, el buffet, el gimnasio, la pileta fenomenal que tienen para entrenar, de 50 metros y que está debajo de los anillos, de las tribunas. Hasta nos daban un departamento para vivir. No lo podía creer: pasaba todos los días por las vitrinas donde están todos los trofeos del club. En los dormis de inferiores, el “Burrito” Ortega es como un dios, hay cuadros con su imagen por todos lados. Fue impresionante.
¿Allí conociste a Meolans?
Sí, antes ya nos cruzábamos en los torneos nacionales y José siempre fue muy humilde. Yo tenía 19 años y de repente estaba entrenando con él, compartiendo equipo, viajes. Compartimos el mismo auto cuando viajábamos a los torneos y hasta el departamento. Tuvimos una relación muy buena y seguimos en contacto por Facebook. No somos íntimos, quizás por una cuestión generacional, pero siempre tuve una muy buena relación con él. Eso ayuda mucho para uno que se va de su ciudad de origen y de repente se encuentra con una estrella. Él hacía poco que había sido campeón del mundo, estaba en lo más alto…
Marcaste varios récords nacionales absolutos, ¿hay alguno aún vigente?
Hace un par de años bajaron el último, que era en 50 metros pecho. Ya era hora que lo bajen (se ríe)… Un gran amigo siempre me decía que los récords están para bajarse, si no, el deporte no evoluciona… Ese récord era de 28s32/100 y duró unos seis años. El que lo bajó, lo hizo apenas por dos centésimas, y esa es la marca que ahora está vigente.
En un programa de TV, Batistuta reconoció que, más allá de todo, lo molestó que Messi haya superado su récord de goleador de la selección argentina… ¿vos cómo reaccionaste?
Sí, claro, totalmente (se ríe a carcajadas). Es una alegría que se bajen los récords, pero es cierto que te da un poco de bronca, porque era lo último que me quedaba como recuerdo... Aparte me enteré por el propio nadador que lo rompió, un amigo, el marplatense Facundo Miguelena. Él escribió en Facebook y me etiquetó: “es un honor haber bajado un récord de Gonzalo Acuña, gracias por lo compartido”... Por eso es que fue una felicidad tremenda, más que nada porque fue un amigo, pero también un poquito de “bronca sana”…
¿Qué pasó en River y por qué volviste a Posadas?
En River siempre tuve una buena relación con los directivos, pero no tanto con los entrenadores. En un momento me fui a correr a un circuito europeo, me quedé algunos meses en Barcelona, donde me ofrecieron nadar en el club San Andreu… Le dije que no a esa chance, porque ya tenía metidos tres años de facultad, y volví a la Argentina. Cuando regresé, la situación con los entrenadores de River no era buena, así que resolví volver a Posadas.
¿Fue bueno el regreso?
Sin dudas, fueron mis mejores años deportivos, esos últimos cuatro. Retomé con el “Colo” Breitenbruch, que me había entrenado hasta los 17 años. Fuimos campeones argentinos absolutos y clasificamos al Mundial de Roma 2009, donde marcamos otros dos nuevos récords nacionales. Después de ese mundial, los resultados fueron espectaculares, pero hubo un quiebre…
Contanos…
Después del Mundial, todo fue hacia arriba, hasta que viajamos a hacer un entrenamiento en altura, en Bogotá, Colombia. Y eso no me pegó bien, me deshidraté y bajé mucho de peso. Veníamos de un año muy duro, con muchas competencias nacionales e internacionales, el Mundial… Estábamos muy cargados y creo que deberíamos haber levantado un poco el pie del acelerador. Volví de Colombia desarmado energética, física y técnicamente, y eso último, lo técnico, es mortal. No pude volver a tirar los mismos tiempos de 2009 y 2010, y eso me costó la clasificación a los Juegos Olímpicos.
¿Qué faltó para Londres 2012?
Haciendo un análisis hoy, a casi diez años, no nos dimos cuenta de que estábamos pasados de vueltas, sobreentrenados o como quieras llamarlo. No supimos parar cuando debíamos. Para llegar a Londres tenía que repetir las marcas que había tirado en 2009 y 2010, pero era 2011 y yo estaba liquidado. Si ese 2011 hubiese sido mi 2010, habríamos estado en los Juegos Olímpicos…
Habrá sido muy duro….
Ese análisis que hago hoy quizás es muy agresivo, pero es bueno ser crítico y saber identificar cuáles fueron los errores, para que las nuevas generaciones no los cometan. Con Gustavo (Breitenbruch) abrimos un camino a base de mucho esfuerzo y hoy es bueno transmitir todo eso a las nuevas generaciones de nadadores.
¿Todo eso marcó el final?
Sí. La vida del deportista es muy sacrificada y el deportista amateur no recibe más rédito que la propia satisfacción. Y cuando el deporte ya no te da esa satisfacción, por una u otra cosa, es momento de dejar, porque te lleva a un sufrimiento innecesario. Siempre digo que la vida deportiva es una rueda, a veces estás arriba y a veces abajo. A mí me tocó dejar el deporte estando abajo. Un día me senté a hablar con Gustavo y le dije que me pasaba todo eso y que no sabía qué hacer. ‘Nos faltó la frutilla del postre, pero lo que hicimos durante 15 años fue hermoso’, me dijo. Yo le respondí: ‘Sí, podemos darlo por concluido’ (se ríe). Y él me dijo: ‘Sí, si el que se tira a la pileta todos los días a las 5 de la mañana sos vos’. Y en ese momento, dejé la natación…
¿Te costó dejar de nadar?
Sí, por supuesto. Tenía 13 años cuando clasifiqué por primera vez a la selección y hasta los 24 fue toda una vida ininterrumpida de alto rendimiento. Y de un día para el otro, te quedás sin lo más importante de tu vida. Es un proceso difícil de superar, son decisiones que tenés que madurar hasta superarlas. Cuando recordás todo lo vivido y te ponés contento es cuando lo lograste.
Y ahora… ¿por qué volviste?
Pasaron casi ocho años desde que dejé la natación. Desde entonces, si me habré tirado a la pileta cinco veces es mucho, siempre porque tengo dolores en la espalda y la kinesióloga me lo recomienda. Así fue como volví a nadar un poco y, bueno, hablé con Gustavo y le pregunté si podía entrenar. Armé un plan de entrenamiento fuera del circuito de elite, como para algún Master o torneo amistoso, para mantener un objetivo que te dé ganas de entrenar. Y bueno, eso fue a principios de este año, quizás en julio pueda participar de algún torneo…
Y te encontraste con los chicos…
Sí, estoy entrenando en el CAPRI y descubrí que desde el agua puedo ayudar y apoyar a los chicos. Están haciendo un gran esfuerzo y me hacen acordar a mí cuando tenía esa edad. Siento que puedo ayudarlos, ya sea con alguna anécdota o transmitirles seguridad en alguna forma de competir, o cómo manejarse en la vida siendo adolescente y con un deporte de elite a cuestas. Siento que vale la pena, hoy es el momento de ellos y me gusta poder estar y acompañarlos. Volví para apoyarlos.
¿Te arrepentís de algo? ¿Del no a vivir en Brasil o España?
No, yo siempre tomé las decisiones a conciencia y conmigo mismo. Es cierto que a uno le hubiera gustado saber muchas cosas de antemano para poder evitarlas, pero no me arrepiento de mis errores. Todo es un aprendizaje.
¿Qué se siente saber que muchos de los chicos con los que hoy entrenás te consideran una leyenda?
Es un orgullo muy grande, hoy por hoy lo siento todo como un logro. Después de la vorágine de la competencia uno se da cuenta de lo importante que fue todo y del sacrificio que significó, por eso ahora todo se valora mucho más.
¿Volverías a elegir la natación?
La natación siempre fue mi vida, imaginate que estuve más años nadando que afuera del agua. Es una parte importante de mi vida y hoy logré meterme de nuevo. Es una pasión, más que cualquier otra cosa. En estos últimos ocho años practiqué otros deportes, pero nadar siempre me brindó una sensación que no encontré en otro deporte.