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Año 1984. Un trío de adolescentes, Julio “Paru” Benítez, Ramón “Pecas” Martínez y Orlando “Minga” Martínez, aferrados a sus sueños futboleros, crean El Brete, un equipo que representara a esa populosa barriada en los distintos torneos de la ciudad.
Los gigantes eucaliptus crujían festejando la iniciativa, mientras el vecindario con casas de puertas y ventanas abiertas, enrojecían sus palmas para aplaudir los amagues de “Juanca” Godoy, o los goles de aquel gurí, el “Pelado” Troche, hoy figura de Guaraní Antonio Franco.
Niños y jóvenes felices emulaban a Héctor “Pirulo” De Burgoing, el primer purrete que desde el barrio trasladó hasta Europa sus fintas y gambetas.
El sentido de pertenencia del lugar de origen fue lo que motivó desde sus inicios a los integrantes de ese mítico El Brete, que tenían al Tiro Federal como clásico adversario.
La lista de nombres es infinita. “El Tiburón” Fleitas, “Tequila” Pereyra, “Zapatero” Martínez, Ale Giménez, Alfredo Paniagua, Luminato Espinosa, “Tura” Alfonso, “Tiky” Garay, Chiruca Combe Gross, “Mauri” Benítez, Orlando Rolón, Orlando “Maggin” Paniagua, Jeremías Benítez, “Chingo” y “Nenei” Martínez, “Carlín” Pereyra, “Pitiqui” Lezcano, “Cacho” Fernández, “Boquete” Morínigo, Toribio Gauto, “Juancurri” Giménez, “Gaby” López, “El Turco” Paniagua, Oscar Gauto, “Coco” Olivera, Gabriel García, Guillermo Pires, “Chichi” Godoy, Julio Cabral, Rodrigo Vera, “Chiquito” Gimenez y tantos otros.
Las chicharras apuraban su canto y llegaba el momento del chapuzón en el río Paraná, que recibía ansioso a tantos gurises, mientras los barcos que pasaban, saludaban con su estela luminaria tanta felicidad.
Los clubes de Posadas se nutrieron luego de varios de ellos: los hermanos Trinidad; “Michi”, “Toro” y “Lalo” Pereyra, “Charly” García, Gustavo “Yaya” Cabrera, Hugo Troche, Juan Carlos Godoy, el “Pato” Silvero y Oscar Espíndola, también hicieron de las suyas en la liga capitalina.
El progreso se fue llevando todo, pero los fines de semana en algún lugar de Posadas, “El Brete de los barrios”, con el mismo orgullo y pertenencia de siempre, está presto a competir.
Aunque aquellos eucaliptus ya no lo vigilen, las sombras de los mangos ya no están y los chapuzones quedaron atrás, nadie les puede quitar el sueño de seguir disfrutando del fútbol y quizás, cuando vuelva el estío, en algún lugar, una cigarra volverá a entonar su más hermoso canto en honor a ese recordado equipo.
Fotos: gentileza E. Fernández.