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“Juanjo” tiene 24 recién cumplidos, síndrome de Asperger y un título como Productor y Director para Radio y TV (otorgado por el ISER/ISARM).
Sufrió bullying durante la secundaria en la escuela donde asistía, en su ciudad natal, Encarnación (Paraguay). Durante los primeros meses de 2014, para estudiar en el Montoya, se levantaba a las 4 de la mañana para cruzar el Puente Internacional. Es muy inteligente, perseverante, detallista y cariñoso. Se ganó el respeto, admiración y amor de sus compañeros, docentes y todo el equipo del Centro de Formación y Asistencia Psicopedagógica (CEFAP) que lo tratan desde los cuatro años.
Esta es la historia de Juan José Villalba Fleitas, el joven con Asperger que sueña con formar parte de la evolución del cine paraguayo.
“El Asperger no es una enfermedad, sino una dificultad neuronal con la que uno nace. No debe verse como algo malo, porque se convive con esta condición”, explicó el mismo “Juanjo” a PRIMERA EDICIÓN. “Creo que lo importante es ser buena persona, no hacer a otros lo que no queremos que nos hagan. Sufrí bullying en el colegio secundario, pero me siento bendecido porque tuve y tengo todo el apoyo de mi familia y de las instituciones donde estudié. Gracias a ese apoyo pude perseverar y ser el hombre que soy ahora”, reflexionó.
Le costaba relacionarse
“Juanjo” recordó que su primer día en el Montoya no habló con nadie. Pero el segundo día “decidí ponerme las pilas y hablar con los demás. Casi un año tardé en adaptarme, no sólo a la cultura sino a que hay diferentes modos de pensar y a que no todos son iguales de responsables. Incluso tuve que aprender a no ‘picharme’. La carrera me forzó a aprender a tener paciencia con los demás. Con el tiempo me llevé muy bien con mis compañeros, ellos me aceptaron como soy. Y pude cambiar bastante mi forma de ser, tener más paciencia, por ejemplo. Mis compañeros siempre me bancaron mucho”, contó agradecido.
Incluso, según recordó su papá Hugo Villalba a PRIMERA EDICIÓN, sus compañeros encabezaron una sentada en el patio del Montoya en defensa de “Juanjo” cuando una docente no lo trató bien.
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“Lo que más le costó siempre fue la socialización, que lo acepten pese a que actúa diferente. En la escuela, sus compañeros lo discriminaron mucho, casi no jugaban con él. Aún así, tiene tres compañeros de la secundaria y se quieren como hermanos. Recuerdo un día, cuando él tenía 15 años, que me dijo que necesitaba ir a un grupo de la iglesia cristiana. No entendía por qué, pero ahora pienso que en su fantasía creía que si eran de la iglesia serían más buenos. Pasó el tiempo y me olvidé del tema, hasta me contó que fue a la oficina de la Catedral de Encarnación y habló con la secretaria y le dijo que los domingos a la tarde se reunían unos chicos que lo iban a entender y querer. Llegó el domingo y me pidió que lo lleve. Me acuerdo que llegamos y justo también entraba la secretaria y lo presentó a los adolescentes que lo saludaron y lo recibieron muy bien e inmediatamente lo incluyeron. Pasaron como tres horas hasta que ‘Juanjo’ nos llamó para que lo buscáramos. Volvió muy contento. Ahora tiene 24 años y esos mismos chicos siguen siendo sus mejores amigos. Son los que le hicieron ver la vida desde otro punto de vista, le dieron otro color y otro sentido”, contó Hugo.
Señales de alarma
“Juanjo” tenía tres años cuando sus padres empezaron a notar conductas distintas a los demás niños de su edad. “No le gustaba ir a los cumpleaños y se presionaba el oído. Después supimos que los chicos con esta condición tienen una sensibilidad auditiva muy superior a la nuestra. En la salita de tres se aislaba, jugaba solo, movía ciertos objetos en un ritual constante, dormía mucho”, recordó su papá. En otras cuestiones fue igual que los otros chicos, caminó al año y al mes, comenzó a hablar a esa edad y lo hacía bien.
“A los cuatro años fuimos a Asunción a una clínica neurológica donde lo diagnosticó un médico norteamericano como un trastorno del desarrollo madurativo. En ese momento no se hablaba del Trastornos del Espectro Autista (TEA) ni de Asperger y comenzamos el tratamiento de estimulación temprana en el CEFAP, en Posadas. Mi señora cruzaba todos los días por la tarde, de lunes a viernes”, recordó Hugo que, por ese entonces, decidió estudiar psicología para poder ayudar a su hijo. En la actualidad, Hugo es psicólogo clínico y trabaja en varias universidades de Encarnación, en pro de la educación inclusiva en el nivel terciario y universitario. “Aunque parezca mentira, en la Universidad Católica de Encarnación, en la carrera de Arquitectura se le quería impedir cursar a un chico con problemas de motricidad en las manos. El docente me decía ‘¿pero cómo hago? Tengo 39 almitas y este chico…’. Entonces le dije: ‘usted tiene 40 almitas, no tiene que diferenciar’. Y le hablé de un programa para dibujar que puede manejar ese alumno. Lo que tenemos que enseñarles a los chicos son estrategias”, fundamentó.
Hugo aseguró que recibieron mucho acompañamiento de la escuela donde hizo la primaria y secundaria su hijo, al igual que del Montoya, “siempre tuvimos bajo la manga el as de la adecuación curricular pero nunca recurrimos a eso. Tampoco en el Montoya fue necesario, incluso tuvo que recursar varias materias y presentarse seis veces en una misma mesa”.
“Como docente, agradezco haber tenido un ‘Juanjo’ en mi vida”
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“Juanjo” siempre quiso ser director de cine. Cuando terminó la secundaria visitó con sus padres varias universidades de Argentina pero los costos y la distancia disuadieron a la familia. Fue entonces que le hablaron de la Tecnicatura Superior en Comunicación Multimedial y su título intermedio de Productor y Director para Radio y Televisión, que se dicta en el Montoya.
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Los padres hablaron sobre su hijo con la coordinadora de la carrera, Patricia Campuzano, y con los directivos de la institución quienes no dudaron en aceptar el desafío. Durante este proceso no estuvieron solos, el equipo del CEFAP capacitó a los docentes para que -más allá del nombre del diagnóstico- tuvieran en cuenta su perfil neurocognitivo, es decir cómo aprende, para poder ayudarlo.
“Con Mabel Klinchuk (directora del CEFAP) aprendimos que los chicos con Asperger no entienden las metáforas, los chistes, pero sí entienden el lenguaje literal por lo que para ‘Juanjo’ había que hacer las consignas por escrito. En muchas ocasiones necesita la reiteración, a veces al día siguiente viene y pregunta algo que se dio la clase anterior porque lo procesó más tarde. Hubo profesores que preferían tomarle exámenes escritos porque los orales lo ponían muy nervioso. Pero en este mismo camino, él fue haciendo procesos que cambió los planes que armamos con la psicopedagoga”, contó Campuzano.
La docente describió el vínculo entre “Juanjo” con sus compañeros como “hicieron una suerte de red de contención, ya sea por empatía, buena energía o milagro… todos lo protegen pero sin ser invasivos ni ponerlo en un plano distinto. Agradezco como docente haber tenido un ‘Juanjo’ en mi vida. Una cosa que nos enseñó es que no tenemos que poner ningún tipo de límites en el aprendizaje”, confió emocionada.
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“Cuidado con los rótulos”
Mabel Klinchuk, directora del CEFAP, conoció a “Juanjo” a los cuatro años. “No se hablaba por entonces de Asperger y se conocía muy poco. Para mí y el equipo implicó un gran desafío, fue lo que me motivó a hacer mi especialización en neuropsicología, capacitarme y buscar ayuda para el tratamiento y supervisión con profesionales de Buenos Aires para poder acompañarlo en todos los niveles de su escolaridad”, confió esta profesional que hace 27 años trabaja en la inserción educativa de niños y adolescentes.
“‘Juanjo’ es el primero de los chicos del CEFAP en obtener un título intermedio y sigue estudiando para llegar al de técnico superior, pero tenemos otros adolescentes en carreras superiores. Esto es un trabajo en equipo donde estén involucradas todas las partes. No importa el nombre del diagnóstico, hay que tener mucho cuidado en los rótulos, lo importante es poder entender cual es el perfil neurocognitivo de esa persona”, remarcó.
“La inclusión es dar a cada uno lo que necesita, no pedimos dádivas ni favores porque es un derecho de las personas. Es importante conocer hasta dónde ellos pueden dar, sus fortalezas y debilidades porque nos apoyamos en sus fortalezas para trabajar en sus debilidades en el acompañamiento de las trayectorias educativas. El objetivo es que ellos se puedan realizar como personas en un contexto social que también los debe incluir. No nos interesa que estén en un grupo por estar o que se los apruebe por aprobar, queremos que cumplan exigencias, que tengan sus parciales y finales. Somos muy exigentes en el acompañamiento y en el modo en que gestionamos su trayectoria educativa”, explicó la especialista.
“Su llegada a mi vida fue importante, él fue mi maestro en muchas cosas, en lo profesional y en lo personal. En lo personal me mostró que se puede, que una condición no significa un techo. ‘Juanjo’ quiere ser director de cine en Paraguay y yo estoy segura que va a llegar. Lo mismo que Patricio Alarcón (que también estudia en el terciario), siempre digo que él va a ser intendente y yo voy a ser su secretaria. Ellos van a llegar mucho más lejos que nosotros”, aseveró.
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“Me gustaría evolucionar el cine paraguayo”
“Juanjo” sigue cursando para obtener la tecnicatura superior. Su sueño de ser director de cine sigue intacto, pero en estos años descubrió sus habilidades como editor y productor. En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, admitió que en estos años “empecé a ver que soy buen editor” y contó que “tanto me gusta la edición, que estoy pensando en ser editor y dedicarme a la animación. Claro que hay que estar muchas horas sentados frente a la computadora”. “Juanjo” no sólo avanzó en su carrera, sino también aprendió a vivir solo pues -para no cruzar el puente todos los días- se mudó a Posadas.
“No estoy decidido sobre qué seguiré estudiando cuando me reciba en el Montoya. Si en la universidad hay cursos para especializarme no veo por qué negarme a hacerlos. Mi intención es que mi título y todo lo que estoy aprendiendo ejercerlo en Paraguay. Me gustaría formar parte de la evolución del cine paraguayo que se está viendo en estos últimos años”, indicó.
Uno de sus sueños es “contar una historia de superhéroes latinos que sepan cómo ayudar a la gente. Me gustaría que la cultura latina se haga sentir”, aseguró.