Hoy vivimos entre filtros. “Las aplicaciones sociales muestran la dimensión imaginaria que permite proyectar una imagen respecto a la fantasía que cada uno tiene de sí mismo, optimizando así lo que uno quiere mostrar y lo que quiere ocultar”, explicó a Primera Edición la licenciada en Psicología Erika Urien.
La realidad virtual nos da la oportunidad de acceder a una idea prefabricada de la felicidad, pero ¿hasta qué punto se condice esto con la otra realidad social, fuera de toda tecnología? “Las redes sociales producen cierta satisfacción pasajera que ‘tapona’ la angustia inherente del ser humano”, opinó la licenciada y agregó: “Pasamos tanto tiempo entretenidos interactuando virtualmente, que ya no nos damos tiempo para detenernos a reflexionar acerca de nosotros mismos”.
“Es como una gran invasión, y estoy seguro que la mayoría de lo que se comunica a través de los celulares son pavadas. Las personas pierden mucho tiempo compartiendo trivialidades en las redes, que no les aporta en nada”, opinó también ante este Diario el doctor en Geografía e Historia Roberto Abínzano.
Relaciones 10.0
Estar conectados en este nuevo tiempo significa estar actualizados tecnológicamente. A tal punto, que las actualizaciones de software influyen en nuestra vida cotidiana: actualizamos nuestras relaciones al tiempo que actualizamos nuestros perfiles. “Todo es mucho más inmediato y más inconsistente en sus formas”, observó Urien. Por su parte, Abínzano opinó que el celular y sus aplicaciones “invaden incluso, nuestras discusiones y nuestras relaciones interpersonales. Hoy, estas herramientas virtuales forman parte de nuestra vida, de nuestra comunicación y nuestra cultura”.
Todos, de una forma u otra, promovemos o somos víctimas de esta nueva modalidad de comunicación donde las individualidades que nos distinguen comienzan a desdibujarse. “Estas aplicaciones despersonalizan porque nos incitan a seguir las conductas populares”, enunció Urien. “La vida privada se acabó. Estas aplicaciones se crearon para controlar a la población mundial: saben dónde estamos, qué hacemos, qué gustos tenemos”, dijo Abínzano.
En este sentido, la realidad virtual no sólo nos incita a seguir modelos estereotipados, sino que también incluye aplicaciones que calculan nuestro nivel de “deseabilidad”. Así, la belleza es puntuada con los “me gusta” y la popularidad con la cantidad de seguidores o amigos. Dependiendo de unos cuantos clicks, somos más o menos aceptados. “La cantidad de likes y seguidores, es una cuestión completamente ficticia que genera la gran ilusión de pertenecer y de sentirnos queridos”, aseguró Urien.
“Casos de malestares emocionales a causa de las redes, no tuve. Sin embargo sí se ve y cada vez más, que las redes sociales afectan y repercuten en las modalidades de relacionarnos con el otro”, afirmó la licenciada.
“Son herramientas y hay que saber utilizarlas”
“El mundo virtual significa hoy un elemento de progreso”, aseguró Abínzano. Sin embargo, como todo, tiene su contraparte. “Ya lo dijo Almafuerte: la misma antorcha que en la noche alumbra, sirve para el incendio y el estrago. Y es así”, afirmó.
Necesitamos recuperar los espacios de la interacción no mediados por la tecnología. No se trata de “salir más” sino de hacerlo sin la mediación de las herramientas digitales. Necesitamos proteger las bases de nuestra socialidad de los sistemas virtuales que establecen mediaciones artificiales entre nosotros y los demás. “Tendríamos que replantearnos qué consideramos querer y qué significa sentirnos queridos”, opinó Urien.
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Bajo la promesa de ofrecer mejores herramientas para relacionarnos, las aplicaciones sociales sustituyen nuestra autonomía relacional por sistemas de interacción digital. Sin embargo, por muy imperfectas que sean las lógicas de socialidad “cara a cara”, en ellas se expresa la espontaneidad individual que queda mutilada en el set de acciones diseñado por los ingenieros: gustar, retuitear, publicar, compartir.
“Ninguno de estos sistemas virtuales reemplaza la educación de una buena escuela, de la familia y el barrio: eso es irreemplazable. Las herramientas digitales son sólo eso: herramientas que únicamente sabiendo cómo utilizarlas, vamos a aprovecharlas”, concluyó Abínzano.