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Un verdadero calvario fue lo que le tocó vivir a una menor quien fue abusada durante años por su padre. Lo hacía valiéndose del temor que le infundía a su hija y sin que la madre sospechara que esto ocurría. Sin atenuantes, ayer el Tribunal Penal de Oberá lo condenó a 18 años de prisión.
El caso se debatió a puertas cerradas, dado que se trató de un delito de índole privada. Sólo hubo dos testigos, la progenitora y la representante del ministerio pupilar, organismo encargado de la guarda y protección de los menores.
Cuando declaró la madre de la adolescente, negó categóricamente la denuncia que había radicado su hija contra el padre. Dijo que todo se trataba de una gran mentira.
Si bien este testimonio fue tomado en cuenta por los magistrados, se opuso diametralmente a lo que la víctima había expresado en las pericias de Cámara Gesell.
Por otra parte estaba la declaración de la representante del ente judicial, quien también sostuvo que en base a la información que manejaban y las declaraciones de la propia adolescente, los abusos efectivamente ocurrieron.
Por lo que pudo averiguar PRIMERA EDICIÓN, la adolescente le había contado a una compañera de colegio los abusos a los que la sometía su padre. En su propia casa no se animaba a contarlo a su madre porque sabía que no le iba a creer.
No pasaron muchos días para que ella se presentara en la Defensoría oficial a denunciar a su progenitor.
De forma inmediata se activaron los protocolos y tomó intervención el Ministerio Pupilar. La adolescente no estaba cuidada en su propia casa, por lo cual ordenaron que quedara al resguardo de otro familiar.
Al saber el padre que su hija había sido retirada del hogar por la denuncia en su contra, huyó antes que lo detuvieran. Se mantuvo prófugo durante aproximadamente un año, hasta que fue atrapado. El hombre trabajaba en el rubro de chatarras y chapas para el automotor.
Luego que la menor declarara ante los peritos psicólogos, su entorno familiar la presionó para que retirara la denuncia y dijera que todo fue una mentira, porque de eso estaban convencidos, que ella había inventado las acusaciones.
Estuvo a punto de hacerlo. Se presentó en el Juzgado de Instrucción con esa intención, pero después de una breve charla con los funcionarios rompió en llanto. Su angustia fue más fuerte, no podía ocultar el drama que vivía entre dejar que avance la Justicia y dejarse influenciar para que su padre y victimario no siguiera tras las rejas.
De esta manera la causa continuó y fue elevada a juicio bajo la imputación de “abuso agravado por el vínculo, varios hechos”.
Como suele ocurrir en este tipo de delitos, si bien las denuncias de la menor indicaban que los ultrajes ocurrieron durante años, sólo se probaron en el juicio dos de esos casos. Uno por “abuso sexual con acceso carnal” y otro de “abuso sexual con acceso carnal en grado de tentativa”.
Concluida la ronda de alegatos los magistrados Francisco Aguirre, Amalia Lilia Avendaño y José Pablo Rivero se retiraron del recinto y a su regreso resolvieron la condena a 18 años de prisión contra el acusado.
Para preservar la identidad de la víctima y al haber sido su padre el autor de los hechos no se publica el nombre del condenado.