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El dolor arrecia y se hace necesario ir a la farmacia. Un diclofenac va a estar bien. “¿Cuánto es?”, pregunta el cliente, quien enseguida comienza a encontrar rasgos conocidos del otro lado del mostrador. “Discúlpame… ¿vos sos ‘Pico’ Salinas?”, decide romper el hielo el recién llegado. La emoción de la sorpresa va a ser más efectiva que el remedio. Enseguida, el dolor va a quedar de lado y sólo va a importar la foto.
“Lo viven reconociendo en la farmacia, sobre todo la gente de su edad. A él no le gusta mucho, pero no por que no le guste recibir el cariño de la gente, si no porque siempre fue humilde, de perfil bajo”, confiesa Marianela. A su lado, su esposo, Miguel Ángel “Pico” Salinas se ríe. Es cierto que cultiva el perfil bajo. No le gusta llamar la atención. Para él, la humildad está por sobre todas las cosas. Por eso es uno de los tipos más queridos del fútbol misionero.
Y por eso, su historia merecía ser alguna vez contada en profundidad. Es que “Pico” es protagonista de una de esas película taquilleras: el exarquero de Guaraní, Crucero, Vélez Sarsfield y Quilmes, entre otros, compartió plantel y fue amigo de figuras como el “Pato” Fillol, su maestro; Oscar Ruggeri, Ricardo Gareca, Alejandro Mancuso y otros grandes del fútbol argentino. Hasta Carlos Bilardo fue su entrenador cuando formó parte de la Selección Argentina Sub-18.
“Pico” -enseguida se sabrá el por qué de ese apodo- recibió a EL DEPORTIVO en su casa del oeste posadeño y desentraño toda una historia de vida que vale la pena contar. Esta es la película de Salinas en el fútbol grande de la Argentina. A preparar el pochoclo.
¿Cómo arrancaste con el fútbol?
Yo nací en Aristóbulo del Valle, mi papá trabajaba en la política y mi mamá era bibliotecaria. A los 3 años nos mudamos a Posadas. Ya era adolescente cuando un mediodía estábamos almorzando y llegó a casa Don Balmaceda, a hablar con mi viejo para decirle que tenía condiciones y que me quería llevar a Guaraní, que no podía seguir jugando al fútbol de barrio. Yo, hasta ese momento, no había jugado en ningún club. Y mi viejo era de Guaraní, así que me convenció. Enseguida quedé en el club, en la Sexta, donde nos dirigía “Polaco” Orlando y salimos campeones.
¿Cómo llegaste a la primera de La Franja?
Fue todo muy rápido. Enseguida me ascendieron y a nivel local debuté en cancha de Mitre contra Huracán, en esa época que se jugaba a cancha llena. Era fines de los ochenta y tuve la posibilidad de jugar con monstruos como Moulia, Labaroni, Noguera, Briñóccoli, “Monito” Ferreyra.
Jugaste uno de esos últimos nacionales de la época dorada de Guaraní…
Sí, debuté a nivel nacional contra General Pico, en La Pampa. Américo Pérez era el entrenador y ese día el arquero titular, Gasparoni, se lastimó. Y ahí empecé. Después vino Figueroa de DT y ahí empecé a quedar como titular. Fue una época inolvidable. Tenía 17 años. Jugamos contra Chacarita y equipos que en ese momento andaban muy bien. Guaraní también, imaginate que en la revista Súper Fútbol había salido La Franja en la tapa y decían que Guaraní era el mejor equipo del país. Sin dudas, no merecía descender, pero así es el fútbol.
¿Cómo llegaste a la Selección Argentina Sub-18?
Guaraní me abrió las puertas. Recuerdo que estábamos concentrados en el Auto Hotel, en Santa Catalina y Andresito, donde ahora es un motel y me despierta Américo Pérez para decirme que había llegado un telegrama de AFA. Fue algo increíble, mucha alegría.
Y ahí empezó el roce con los grosos del fútbol argentino….
Imaginate que el técnico era Pachamé y el coordinador era Carlos Bilardo. Y ahí tuve compañeros grosos, como Diego Simeone o Latorre. Yo quedé como tercer arquero, detrás de Roberto Bonano y Hernán Cristante, pero en aquel tiempo a los mundiales sólo iban dos arqueros. Por eso no pude estar en el Mundial Sub-18 de Arabia Saudita.
¿Cómo era ese día a día en la Selección Sub-18?
Estuve cuatro meses con la Selección. Vivía en el Constitución Palace hotel de lunes a viernes. Y ahí concentraba y entrenábamos con todos los campeones del mundo del 86, salvo Maradona. La verdad es que me quedó marcada la humildad de todo ese grupo. Ahora por ahí me arrepiento de que nunca me saqué fotos con ellos, pero eran mis compañeros y no quería incomodar. Al mes, Nery Pumpido me llevaba a entrenar a Ezeiza y me volvía con el “Vasco” Olarticoechea o con Sergio Goycochea. Fue una experiencia muy linda, era muy difícil salir del interior y de repente encontrarte con todo eso.
Imagino que tendrás miles de anécdotas con esos grosos…
Sí, tal cual, Bilardo es alguien con el que me identifiqué mucho siempre, porque lo tuve de técnico. Por ejemplo, recuerdo que para los entrenamientos nos exigía mucho el tema del uniforme. Y una vez me habían dado una media con un agujerito muy pequeño. Yo jugaba siempre con los dedos afuera (se ríe), no tenía problema con eso. Y estaba yendo a entrenar cuando Bilardo me frena y me dice “Nene, ¿qué hace con esa media? Tiene un agujerito. Vaya y pida una media nueva, esto es una Selección Argentina, no puede andar con la media rota”. Bilardo era lo máximo en ese momento. Y después me acuerdo de Pumpido, que tenía un Fiat 147 y me llevaba de Ezeiza a Constitución a una velocidad terrible. Son todos recuerdos muy lindos. Siempre digo que tuve mucha suerte de estar ahí.
¿Cómo llegas a Vélez?
Después de que Guaraní descendió, yo seguí jugando un año más en la liga local. Y ahí vino un empresario y me llevó a Vélez, sin prueba ni nada. Fue difícil de creer. Era 1990 y había firmado contrato profesional. Fue tremendo. Llegué a Liniers, me dieron la ropa y, bueno, me tocó ir al vestuario. Me acuerdo que llegué primero. Era gigante. Al fondo había una meza. Y uno sabe que hay códigos y que cada jugador tiene su lugar en los vestuarios. Entonces me senté en una esquinita, al lado de la pared. Se abrió la puerta y empezaron a entrar Gareca, Ruggeri, Fillol, el “Gallego” González, el “Ratón” Zárate, Mancuso. Recuerdo que Fillol entra, se sienta, se para y vuelve donde estaba yo. “¿Vos sos el misionero? ¿Vos sos el arquero? A partir de ahora te vas a sentar al lado mío. Yo te voy a enseñar a ser un arquero profesional. La única condición es que sí o sí desde hoy vas a ser mi cebador de mate”, me dijo el “Pato”. Y desde ese día el fue mi maestro. Tuve una relación formidable con él que sigue hasta hoy.
Era un sueño hecho realidad…
Sí. A los diez días viajamos a una gira por Perú y Estados Unidos. Y Rogel, que era el DT, pidió que yo siempre esté con Fillol para aprender. El “Pato” fue un maestro para mí a nivel profesional como personal, por la humildad que tenía. Hasta me llevó a su casa a conocer su familia. Hace cuatro o cinco años volví a verlo cuando trabajaba en Crucero del Norte y jugamos contra Talleres en Córdoba. Me fue a visitar al hotel y charlamos un buen rato. Eso habla de la calidad de persona que son esos jugadores, que tienen miles de conocidos, pero sin embargo no se olvidan de uno.
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¿Qué recordás de Gareca?
El “Tigre” era formidable. Después de la gira, en la previa al primer partido, quedamos con Gareca para que me pase a buscar y me lleve hasta el hotel donde concentrábamos. “Te paso a buscar, misionero”, me dijo. Teníamos que estar en el hotel a las 21 y eran las 20.45 y no aparecía. Llegó faltando diez minutos. Y al hotel llegamos como 15 minutos después de lo estipulado. Cuando llegamos, Rogel estaba en la puerta esperándonos. Ricardo saludó y pasó, pero el DT me frenó a mí. “Misionero, a las 21.30 comemos. Ahhh, y tenés multa”… Y bueno, le dije, no quedaba otra. ¿Sabés de cuánto era la multa? ¡En plata de ahora, de como mil pesos por minuto de tardanza! En la siguiente concentración, Gareca me dice lo mismo. “No, no puedo ‘Tigre’, voy con mi papá”, le mentí (se ríe “Pico”), y me fui en colectivo…
¿Y Ruggeri?
Oscar es un tipo como cualquiera, una persona humilde que siempre ayudó mucho a los chicos. En ese tiempo yo era el único que recién llegaba del interior. Y de todos ellos tengo un recuerdo especial, fueron excelentes personas y compañeros. Hasta hoy hablo con algunos.
¿Cómo fue el debut en Vélez?
Fue con San Lorenzo en Liniers. El sábado a la mañana estábamos entrenando y Fillol no venía, no venía y no venía. Viene Rogel y me dice “misionero, vas a debutar el domingo”. Y fijate qué casualidad, que ese finde mi viejo estaba en Buenos Aires. Y lo más lindo fue que antes de subirme al colectivo para ir a la cancha aparece Fillol, que había tenido gastroenteritis o algo así, y me dice “hacé de cuenta que estás jugando en Misiones, acá no tenés presión”. Esas cosas me quedaron grabadas, como también que antes del partido pude hablar con el relator José María Muñoz en el vestuario. Me hizo una entrevista para conocerme. Ese partido al final tuvo un final insólito: le saqué una muy buena pelota al ángulo a Víctor Hugo Ferreyra, el 9 de San Lorenzo. La pelota fue a la tribuna y los hinchas de San Lorenzo ya se habían robado diez pelotas. Entonces Vélez no quiso dar más y Juan Bava, el árbitro, suspendió el partido. Iban 40 minutos y terminó 0-0.
¿Cuántos partidos jugaste en Vélez Sarsfield?
Jugué ocho partidos, contra San Lorenzo, Chaco For Ever, Mandiyú, Racing y Ferro, entre otros. De ahí volví a Guaraní y del 91 al 92 regresé a Buenos Aires para jugar en Quilmes, que estaba en Primera.
¿Qué recuerdos tenés de esa etapa?
Además del álbum de figuritas (N. de R: “Pico” se ríe y muestra el mencionado álbum, donde se ganó su calcomanía, con nombre, datos y todo, el sueño del pibe)… Tuve como compañeros a Nelson Vivas, Colombo y Vanemerak. Ahí jugué siete partidos y el anteúltimo fue contra River, en la vieja cancha de Quilmes. Ese día me hizo un gol el “Burrito” Ortega, que recién empezaba. No recuerdo mucho, sí que perdimos 3-1. Fue lindo jugar contra un equipo grande. Y el gol del “Burrito” fue en un mano a mano, salí a achicarle y definió. Era un jugadorazo.
¿Cómo siguió tu carrera?
De ahí volví a Misiones, a jugar los regionales con Guaraní. En el 92 perdimos contra Gimnasia de Jujuy en semifinales por el ascenso y después con Godoy Cruz. De ahí me fui a Rosamonte, luego a Exalumnos de Oberá y finalmente en 13 de Junio de Pirané, en Formosa, donde estuve cinco años jugando el Argentino A. Después de la quinta temporada, decidí volver, porque había nacido mi hija, mi familia se había quedado en Posadas y no la había visto crecer. Volví a Guaraní, después jugué en Candelaria y luego Julio Koropeski me llama para jugar el Torneo del Interior con Crucero del Norte, que ascendimos al Argentino B. Eso fue en 2005, que me lastimé y empecé como DT.
¿Cuál fue tu último partido?
Fue contra Boca Unidos, en cancha de Crucero, perdimos 2-1. Y al otro día, en el entrenamiento, me rompí los ligamentos de la rodilla derecha. Entonces dirigí a Crucero durante tres temporadas, luego estuve un año afuera del fútbol y volví por pedido de Dani Raschle, como entrenador de arqueros, en la época dorada de Crucero. Ahí trabajé desde el Argentino A hasta Primera, donde tuve la suerte de dirigir como interino un partido contra Colón, antes que venga Rambert. Tengo un punto en Primera, salimos 0-0 (N.deR: ríe “Pico”, quien luego retomó como DT junto a Carlos Marczuk). Y después dirigí en Guaraní. Ahora estoy un poco alejado del fútbol, en el negocio familiar, en la farmacia.
Me decías que no sos de guardar muchos recuerdos de toda esa época en Primera…
No, no, tengo algunas camisetas que guardaron mi señora o mis hijos, pero yo no soy de guardar cosas. Por ejemplo, en el 90 llegué a tener cien pares de guantes, porque Fillol me hizo hacer contrato con Reusch, y todos los meses te daban entre 15 y 20 pares. Hasta con mi nombre venían. Y los regalé todos, no sé, creo que porque no me gusta vivir mucho del recuerdo. Lo hecho, hecho está y siempre pienso en lo que se viene.
¿Sos hincha de algún club de Misiones?
Soy hincha del fútbol de Misiones. Como jugador o como DT, siempre defendí a la provincia.
¿Qué le falta al fútbol local para dar el salto?
Falta que le den confianza a la gente. Hay mucha gente capacitada que tuvo la suerte de jugar afuera, como “Teco” Recalde, Marczuk o el “Polaco” Franco, por nombrar solo algunos. Fijate que Manuel Dutto dirigió Guaraní ahora y demostró estar a la altura de las circunstancias. Todo eso demuestra que Misiones tiene gente pero bueno, lamentablemente suele pasar que nadie es profeta en su tierra. Y después, falta también que los clubes tomen de en serio y se preocupen por las inferiores, por la formación de los chicos más allá de los resultados.
¿Qué es el fútbol para vos?
Tengo 49 y la suerte de jugar mucho. Acá en Misiones jugué 15 años y otros 10 afuera. El fútbol fue una transición en mi vida, me hizo perder cosas muy importantes en lo afectivo y familiar, en los amigos, pero me retribuyó en conocer muchos amigos y en el cariño de la gente. Creo que dejé un camino en el fútbol de Misiones, siempre defendiendo la camiseta local, ya sea de Guaraní, Crucero o Candelaria. No me arrepiento de nada, porque logré todo lo que quise. Solo me faltó jugar en la B Metropolitana.
La última, que todo Misiones quiere saber… ¿por qué “Pico”?
(Se ríe) Mirá, así me bautizaron mis padres. Yo nunca pregunté, pero alguna vez me contaron que cuando era chico, tenía más o menos un año, hacía piquitos con la boca. Y de ahí quedó “Pico”, que es más corto que decir todo mi nombre completo. Y todos tomaron ese apodo, que ya es casi un nombre para mí.