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Se saluda con sus colegas contemporáneos y con otros más jóvenes que lo miran con respeto, así Ramón Rodríguez (60 años) se mueve lentamente en su carro tirado por “Caradura” (15 años) su fiel compañero, en busca del flete que le permita juntar los pesos necesarios para “parar la olla”.
“Hago fletes, en especial para un aserradero. Me dedico a esto hace 39 años en la zona de las avenidas San Martín y Blas Parera, en lo que sería el barrio Rocamora, en ese radio más o menos me muevo siempre”, señala Rodríguez a PRIMERA EDICIÓN.
Con simpatía señala que nunca le hicieron una nota, y que por ello está un poco nervioso, aunque eso no le impida reconocer que “mediante esta profesión crié a mis seis hijos, sí, trabajando con el carro, haciendo fletes. Ya tengo como veinte nietos y me siento orgulloso porque todos salieron trabajadores”.
Rodríguez explica que vive pasando Santa Rita, donde hay muchos carreros todavía, “deben haber entre 20 y 30. La mayoría se dedica a juntar cartones, llevar pasto, resto de podas, entre otras cosas, pero yo al exclusivamente al flete del corralón, en especial maderas”.
A principio de mes se llevó a cabo la tercera convocatoria del programa de Sustitución de Vehículos de Tracción a Sangre Animal de la Municipalidad de Posadas, oportunidad en la que se constató el estado de los animales y se le renovó la licencia a los propietarios, es decir a los carreros, para seguir trabajando hasta que llegue el momento de sustituir el animal por una moto.
“Siempre llevo mi animal para hacer el control, desde que empezó a salir porque antes no había, se verifica si tienen las vacunas, eso está bien pero en mi caso en particular cuando llegue la siguiente instancia de querer cambiarme el animal por una moto se va complicar. Pasa que vivo de los fletes del corralón y con la moto no voy a poder llevar lo mismo porque el espacio es inferior. Yo no hago cartoneo sino que me dedico sólo a esto. Estoy preocupado por lo que pueda llegar a pasar porque me puedo quedar sin nada”, dice.
Muy activos
Contrariamente a lo que muchos puedan pensar, el trabajo de los carreros están en pleno auge en tiempos en los que se habla y mucho de la utilización de nuevas tecnologías en las diferentes tareas diarias.
“Con esta situación actual la gente se rebusca de cómo abaratar los costos para llevar materiales que compró o madera y entonces recurre a nosotros. El precio de un flete en el carro está relacionado a varias cosas, pero se puede decir que desde 200 pesos para arriba como mínimo cuesta un ‘viaje’ en la zona, de ahí para arriba, además hay que ver si son varios viajes que hay que hacer o es uno solo. Pero es cierto que ahora con la crisis reflotó y tenemos más trabajo, aunque hay semanas en que se pone muy fea la cosa. Hoy se puede vivir dignamente de esto”, comenta Rodríguez.
Extremar cuidados
Con 39 años de carrero, Ramón Rodríguez considera que una de las claves para hacer bien su trabajo es “darle de comer bien al animal y también el trato que se le da. Sencillamente con esas dos cosas ya tiene que andar perfecto, lo digo por experiencia”.
También remarca que “si bien tenemos más trabajo con esta crisis, a la vez a nosotros nos sale más caro alimentar correctamente al caballo. No se le puede llevar a pastar y dejarlo un rato porque en un descuido se lo roban. A ‘Caradura’ lo tengo en el galpón y lo alimento principalmente con alfalfa y maíz, que subieron un montón”.
De acuerdo a los cálculos de Martínez, mantener adecuadamente a su “compañero” le cuesta unos cuatro mil pesos por mes. “A eso debe sumarse las cuatro herraduras que cuestan unos 500 pesos con clavos, esos se los coloco yo. De acuerdo al uso, al recorrido que haga el caballo, hay que cambiarlas cada quince días”.