A todos nos sucede que, en determinado momento, debemos cambiar la computadora, tablet y smartphone porque, aunque cuidemos nuestros equipos al extremo, en determinado momento empiezan a tener problemas: funcionan lento, no tienen suficiente capacidad de memoria o tardan en encender, entre otros “síntomas”.
A este fenómeno se lo conoce como obsolescencia programada. Se trata de la vida útil que tiene un producto, tras un período establecido de antemano por el fabricante, para que el usuario se vea obligado a reemplazarlo por otro.
Como es de imaginar, esta “fecha de vencimiento planificada” genera malestar entre los consumidores. En este sentido, según un estudio realizado recientemente a pedido de la marca HMD Global, el 72% de los sondeados en América Latina identificó que su principal preocupación -con respecto al uso de smartphones- es que se vuelven obsoletos rápidamente, viéndose obligados a cambiarlos en muy poco tiempo.
Además, el 80% coincidió en que este fenómeno tiene el potencial de convertirse en un inconveniente aún mayor a futuro, que puede afectar no sólo a los usuarios, sino a la industria e incluso al medio ambiente.
Según reflejó la encuesta realizada a más de 2.000 personas de Argentina, Chile, México, Colombia y Perú, entre las razones por las que los celulares dejan de ser funcionales se encuentra el bajo rendimiento de la batería y de la capacidad de almacenamiento (48%), que se vuelven lentos (35%), que se recalientan (28%), que el diseño comienza a lucir “viejo” (19%), que el software queda desactualizado (13%) y que los equipos quedan desprotegidos frente a las amenazas de virus (9%).
El bajo rendimiento de la batería, lo que más afecta a los argentinos
Específicamente hablando de Argentina, el 49% de los encuestados aseguraron que una de sus mayores frustraciones es la originada por la baja duración de la batería, la cual deben cargar por lo menos una vez al día. No hay nada que no se haga hoy a través del celular, desde ver una serie de Netflix mientras dura el viaje en el colectivo, hasta pagar la última factura de luz que está por vencerse.
Si bien el smartphone ha simplificado la rutina diaria, todo esto ha generado un aumento de su uso, logrando que en muchos equipos la batería no de abasto.
Por este motivo, es cada vez más habitual que los usuarios porten con baterías portátiles que, si bien tiene un uso limitado, sirven para poder usar el equipo cuando se está todo el día en la calle.
Prácticamente la mitad de argentinos encuestados también demostraron que sienten frustración cuando sus equipos tienen poca capacidad de almacenamiento; un 34% dijo que siente que tiene que renovar su teléfono cuando funciona lento; un 20% le presta atención al diseño, ya que no quiere mostrar un modelo anticuado; y el 16% presta atención a que el software no quede desactualizado.
¿Obsolescencia programada o percibida?
El problema de la obsolescencia se evidencia en muchas otras cosas: ropa, que aunque está en perfectas condiciones está pasada de moda; muebles que pasan de resultar funcionales a ser incómodos; o productos que podrían seguir teniendo una mayor vida útil si les los repara.
Por su precio e intensidad de uso, sin dudas que la obsolescencia del celular causa mucha preocupación entre los usuarios. De todos modos, es importante que al momento de reflexionar acerca de si el modelo merece o no ser reemplazado por otro más nuevo nos preguntemos:
¿Nuestro celular realmente merece ser cambiado por otro o nosotros estamos percibiendo que se ha puesto viejo porque deseamos tener uno más moderno? La respuesta no es una cuestión menor, ya que en muchos casos hablamos de “obsolescencia programada” cuando en realidad estamos ante una “obsolescencia percibida o psicológica” que tiene que ver en cómo las campañas de publicidad de fabricantes de teléfonos nos afectan para que busquemos cualquier excusar para dejar nuestro actual smartphone en un cajón, y destinemos varios miles de pesos en otro equipo que nos ofrecerá funciones similares.