Una publicación reciente del Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que el el dinero en negro de la economía mundial asciende a siete billones de dólares, el equivalente al 8% del PIB mundial. Esa es la riqueza que se estima que está oculta en los centros financieros de ultramar (territorios offshore), como se conoce a las jurisdicciones con poca transparencia y manga ancha para el dinero negro.
Diferentes organizaciones internacionales, el FMI entre ellas, calculan que los Gobiernos podrían aumentar sus ingresos fiscales en una cantidad cercana al billón de dólares (una cifra equivalente a casi el doble de todo el PIB de Argentina) con solo reducir una tercera parte de la corrupción en el mundo.
“La pérdida de dólares representa una amenaza para nuestro bienestar. Contribuye a un debilitamiento de la confianza en las instituciones y socava la capacidad de los Gobiernos para abordar problemas económicos prioritarios como son la desigualdad y la pobreza”, señala David Lipton, director gerente interino del Fondo Monetario Internacional (FMI). La institución ha publicado este septiembre un número especial de su revista Finanzas y Desarrollo dedicado a los paraísos fiscales, el blanqueo de capitales, las inversiones opacas y el impacto de la corrupción.
Estos fondos ocultos solo son posibles porque existen refugios que permiten esconder el dinero negro. Los paraísos fiscales, un término claro en el imaginario colectivo, resultan difícil de definir para las autoridades mundiales. Básicamente son territorios con poca transparencia societaria, un tratamiento fiscal ventajoso y donde los bancos se escudan en el secreto bancario para poner trabas a las autoridades fiscales que persiguen el fraude.
Desde el estallido de la crisis financiera de 2008 las autoridades internacionales, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), el FMI y Bruselas, intentan poner coto a estos refugios fiscales en respuesta al creciente clamor social ante las injusticias tributarias. En un periodo de incremento de la pobreza, la desigualdad y en el que los Gobiernos han recortado servicios sociales para inyectar miles de millones de dinero público para rescatar a los bancos.
A pesar de los esfuerzos para iluminar esas zonas oscuras, lo cierto es que los refugios fiscales atraen cada vez más riqueza. Boston Consulting Group estima que la riqueza embalsada en estos territorios ha crecido a un ritmo del 5% anual entre 2012 y 2017, mucho más que la economía mundial. Nicolas Shaxson, autor de Las Islas del Tesoro, una obra seminal sobre las actividades de estas jurisdicciones, los define de la siguiente forma: “Los paraísos proporcionan una ruta para escapar de las regulaciones financieras, responsabilidades penales, fiscales y la rendición de cuentas“.
Pero los territorios offshore no solo atraen dinero de tramas criminales, también son un puerto al que recurren las grandes corporaciones mundiales para reducir el pago de impuestos. Los paraísos fiscales le cuestan a los Gobiernos entre 500.000 millones y 600.000 millones de dólares al año en ingresos procedentes del impuesto de sociedades (Crivelli, de Mooij y Keen, 2015; Cobham, y Jansky, en 2018), según recoge Shaxson en su artículo incluido en la publicación del FMI. En realidad, todas las estimaciones sobre los paraísos fiscales están sujetas a grandes desviaciones porque están afectadas por la dificultad de medir algo que no existe para las autoridades, porque está escondido.
(Fuente: El País)