“Soy oriundo de Oberá, nacido y malcriado”, dice Ladislao en las primeras palabras que intercambia con EL DEPORTIVO. Después se presta para las fotos con sólo algunas de sus medallas y trofeos, con el gran premio que le dieron por animarse a correr en la Maratón por la Paz, tras más de siete meses parado, y con el reconocimiento que PRIMERA EDICIÓN le otorgó en la Fiesta del Deporte Misionero del año 2014. “Esto es lo más importante”, dice y señala el cuadrito con el logo de este Diario.
Posa para la cámara en la posición en la que se siente más cómodo: con una rodilla en el piso, los brazos al costado, listos para dar impulso, expectante para escuchar el sonido que habilite la largada. Es sólo una pose, pero es la que mejor le sale. Ladislao López tiene 63 años y hace más de 40 que es maratonista, uno de lo más laureados en la historia provincial.
Pero en enero pasado, un siniestro vial con la moto puso su carrera en pausa. Lo llevaron al hospital con fractura en su pie derecho y terminó con 36 puntos de sutura. “La carrera más difícil de mi vida”, diría más adelante en la charla.
Siete meses después, en plena recuperación y en tratamiento con el kinesiólogo, fue a ver la Maratón por la Paz en la costanera y lo convencieron. Se acomodó en la línea de largada y volvió, por un rato, a sentirse pleno. En la llegada lo esperaba un trofeo / reconocimiento por su regreso. Con él en sus brazos se sienta para una charla con EL DEPOR. Un recorrido, en este caso, por la vida de un maratonista.
Ladislao, ¿cómo y dónde empezaste a correr?
Yo soy de Oberá, pero vivía en Posadas y en ese entonces se realizaba una maratón sábado de por medio en el Parque Paraguayo.
¿Por qué viniste a Posadas?
Vine a los 22, 23 años, en búsqueda de trabajo, de un mejor porvenir, después de salir del Servicio Militar. Yo en Oberá trabajaba, era albañil; en mi infancia trabajé, vendí diarios, empanadas, era lustrabotas, siempre trabajé desde chico. Le dije a mis viejos que me venía a Posadas a probar suerte, aproximadamente en el año 1978-1979.
¿Hasta ese entonces hacía algún deporte?
No, nada. Jugaba al fútbol, picadito en los barrios, en el potrero y ese era mi deporte. En el Servicio Militar cuando nos hacían ranear (sic) siempre encabezaba, iba más rápido que todos y los jefes me decían ‘soldado López, a descansar’. Era el más rápido del grupo. Entonces me vine a Posadas a probar suerte. Paré en la casa de mi tío en la Bajada Vieja. Conseguí trabajo a la semana en una lavandería de la zona. Después conseguí trabajo en construcción, como ayudante de albañil.
¿Y cuándo fue que empezaste con la maratón?
Claro… me iba a mirar el atletismo en el Parque Paraguayo. Iba como un vecino más los sábados, cada 15 días. No conocía a nadie. Hasta que un día, uno de los organizadores me preguntó si podía dar una mano para darle a los corredores la bolsita de agua. Al mes siguiente me pidió que le cante el número de los corredores que iban llegando, todo porque era un fiel asistente al Parque Paraguayo, que en ese entonces era el lugar de concentración de Posadas. Después un corredor me dijo si quería participar con ellos. Ese corredor era Jorge Luis González, que me dijo ‘la meta es largar y llegar, no importa el puesto’. Me animé y me anoté en categoría libre, yo tenía 28-29 años.
¿Qué te acordás de esa primera carrera?
Me acuerdo bien de esa primera carrera, salí octavo en mi categoría. Sin nada de entrenamiento y con más de 20 corredores en la categoría. La primera vuelta me fue bien (eran cuatro vueltas a las cuatro avenidas), la segunda, la tercera ni que hablar, pero terminé. Se salía del Parque Paraguayo, se tomaba Alberdi, Roque Pérez, Corrientes, Mitre, la subida de Roque Sáenz Peña y el Cerro Pelón. Después pregunté cómo salí y me dijeron ‘último no saliste’. Más tarde, Néstor Horacio Prietto, que era el organizador, me dijo que había salido octavo, y me preguntó si quería seguir corriendo. Me invitó a su escuela llamada Andrés Guacurarí, pero yo trabajaba. Entonces me dijo que cuando yo quisiera, las puertas de la escuela estaban abiertas.
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¿Cuánto tiempo tardaste en sumarte a la escuela?
Tardé más de un año. Mientras tanto me entrenaba con González que fue quien me invitó a correr. Así me fui acercando. Después me sumé a la escuela, donde tenía como compañero a Esteban Olivera, que fue uno de los buenos corredores de Posadas… Me gustó, seguí y al año salió el Campeonato Nacional de Clubes en Posadas. Venían de todos lados, la concentración fue en el Parque Paraguayo. Éramos 10-20 corredores del club y Néstor eligió dos por categoría y yo estuve entre esos dos, entre los representantes de Posadas para la carrera. Clasificamos por equipos terceros a nivel nacional de carrera de calle.
Para ese entonces ya estabas totalmente involucrado…
Sí, fui mejorando, fui uno de los mejores en mi categoría a nivel local y provincial. Fui tricampeón misionero en mi categoría, cuando empecé en pre-veterano, en veterano A y en veterano B. Después me involucré en la prueba combinada: atletismo, ciclismo y natación, es decir duatlón y triatlón. Lo hice porque me gustaba el deporte y me cambió la vida. Hasta ese entonces, para mí los sábados eran baile, pachanga y cuando me metí en el deporte dejé todo eso y hasta el día de hoy para mí es una pasión el atletismo.
¿Cuál fue tu primera carrera de triatlón?
Fue en San Martín, Oberá, con una bicicleta sin cambios, rodado 28. Nada que ver con lo que tenían en ese entonces los corredores. Me preguntaban si iba a llegar, yo le decía que no se hagan problema, que me iban a ver llegando a la meta. Lo que me costó, pero llegué. Después empecé a tener el apoyo y aliento de los amigos triatletas. Varios años corrí, y hace seis años dejé por fuerza mayor, no tenía bicicleta. Pero soy, hasta el día de la fecha, pentacampeón misionero en duatlón en la categoría de 45-50 años. Ningún atleta me alcanzó; además de tricampeón en triatlón.
¿Qué se siente ser cinco veces campeón en la provincia?
Siento una enorme satisfacción.
¿Te lo imaginabas?
No, para nada.
Y afuera de la provincia, ¿dónde competiste?
Mi primera maratón afuera fueron los 42 km en Buenos Aires. Después tuve varias maratones como Pampa Traviesa, en Concordia, Entre Ríos, tengo como diez participaciones en la maratón de Reyes. Y tengo dos a nivel internacional, la Maratón de Reyes en Asunción, Paraguay y dos San Silvestre, en San Pablo, Brasil. Que las corrí en 1996 y 1998.
¿En qué posición saliste?
No me acuerdo pero sé que hice un buen tiempo. No sé exactamente porque no soy de usar cronómetro. La primera vez que me fui hice el mejor tiempo, la distancia de 15 km la hice en 1 hora 40 minutos o 50. Después fui en 1998, ya con sponsors. Tampoco me acuerdo en qué posición salí, era una multitud de atletas porque van de toda Sudamérica. Ahí conocí al keniata que en ese entonces llevaba 5 carreras consecutivas ganadas de San Silvestre y otros de todo el mundo.
¿Tenés idea de qué cantidad de carreras corriste en toda tu vida?
Superan las 300. Tengo también la ultramaratón San Ignacio – Posadas, esa fue mi carrera más larga. Largamos a las 5 de la mañana y llegamos cerca del mediodía, 48 corredores. Estuvo organizado por Roberto González. Fue la tercera edición. Siempre me invitaban y yo pensaba que no estaba en condiciones de correr esa distancia.
¿Cómo te convencieron?
Hablé con un par de amigos, profesores… me dijeron que no salga fuerte porque tenía muchas rivadas, el trayecto es largo. Me dijeron que largue tranquilo, que mantenga un ritmo. Largamos 48 corredores en la general y terminé tercero, primero en mi categoría y tercero en la general.
¿Qué sentiste en ese momento?
Fue increíble. Lo que más me costó fue llegar a Candelaria. Éramos ocho, yo iba quinto. En mi categoría iba tercero y veía que cada tramo se iban quedando corredores. Cuando llegué a la Rotonda ya iba cuarto, no podía creer. Después tengo fans, gente que me conoce y me empezaron a alentar, me decían en qué puesto iba. La parte más brava de la carrera fue de la Rotonda al Mástil.
¿Porque ya estabas cerca de llegar?
…y porque es todo llano. Mi fuerte es la subida, recupero terreno, y la Uruguay es toda llana.
¿Qué sentiste cuando viste la meta?
Dije ‘gracias Dios’ y lo importante es llegar, nadie podía creer. Primero llegó un mayor, segundo llegó un juvenil, que le faltó poco, y si corríamos 200 metros más yo le ganaba.
Son 300 carreras, tricampeonato, pentacampeonato, ¿cómo fue el accidente por el que tuviste que frenar tu carrera?
Fue este año, el miércoles 30 de enero a las 12.35 del mediodía. Salía de mi casa a comprar para almorzar con la moto por la Corrientes. Escuché dos autos atrás mío haciendo picada, traté de esquivar, toqué un auto estacionado, perdí el equilibrio y me caí. La moto me cayó encima y me lastimó el pie. Yo me estaba preparando para ir a correr a Oberá, el Grand Prix nocturno y para la Maratón del Inmigrante que se corrió el mes pasado. Tuve tres fracturas expuestas, 36 puntos en el pie, y estuve casi dos meses internado. Le dije a mi familia y a mis hijos que estaba corriendo la ultramaratón más difícil de mi vida. Pero con el apoyo de amigos, compañeros de trabajo, amigos deportistas y profesores, a todos los que me fueron a ver como Norma Thiel o el grupo de triatletas. Ellos fueron mi logística en esta carrera, mis amigos, mis hijos, mis seis nietos que son los que me dieron fuerza. Le dije a un hijo mío que iba a llegar a la meta e iba a subir al podio, ‘me vas a ver ahí’.
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Venías recuperado, empezaste a caminar, kinesiología y te fuiste a ver la Maratón por la Paz en la costanera…
Sí, porque tengo contacto con los corredores y me decían que vaya. Muchos no sabían que estaba lastimado, que no podía correr, y me avisaban de las carreras. Un amigo me avisó de la Maratón por el día de la Paz y fui a ver. Y los amigos me dijeron que si estaba caminando bien podía largar. Pero yo fui de zapatilla, no fui deportivo, con jean y largué con el jean.
Te convencieron…
Se acercó un corredor de Oberá, otro de Corrientes, otro de Virasoro. Los chicos de acá me decían que largue, que si estaba de alta que largue, y me jugaba en la cabeza. Me convencieron, me inscribí y el organizador, Guillermo Saldaña, me preguntó qué distancia, de 2, 5 y 10. Le dije que no iba a participar competitivamente, sí a caminar, trotar. Como me dijo un corredor, la meta es largar y llegar, no importa el puesto.
¿Cómo fue la carrera?
Fue la más difícil por lo que tardé en decidirme a largar, fue difícil decidirme. Largué, no sentí dolor, pero no corría fuerte, trotaba, de los 5 kilómetros, caminé 2 y medio, troté, caminaba, trotaba y cuando iba cerca de la llegada troté sin parar hasta la meta. Fue del destacamento de la Policía hasta la meta. No paré y escuchaba los aplausos. Me sentí feliz.
Y te esperaban con el premio….
Después de la premiación me llamó el organizador y me dijo que me merecía un premio. Un reconocimiento por la reaparición y por la carrera. Yo a los 7 meses y 22 días volví a pisar la calle para un evento de atletismo. Para alguien a quien le gusta hacer deporte es mucho tiempo.
Fue un regreso lo del sábado, pero tu kinesiólogo te dijo que podías empezar a caminar recién… ¿tu intención es seguir corriendo?
Sí, mi intención es correr competitivamente por los puntos o por el premio. Quiero correr para noviembre o diciembre, mi intención es esa. Está la maratón de Concepción de la Sierra el 8 de diciembre.
¿Hasta qué edad pensás correr?
Hasta que tenga fuerza. Los amigos, mis nietos, mis hijos, mis hermanos, profes, corredores, todos me dieron fuerza… Hay hilo para rato, ahora con esta recuperación me siento mejor y tengo fe que voy a poder pelear algún campeonato en el 2020, si Dios quiere.
Ladislao, imagen de la Fiesta del Deporte Misionero
En 2014, PRIMERA EDICIÓN eligió a Ladislao López como imagen de la Fiesta del Deporte Misionero de ese año, como un reconocimiento por su vida como atleta. También, esa noche, le entregó una plaqueta por su trayectoria “como atleta y formador de atletas, función en la que demuestra su pasión y compromiso en el deporte de Misiones, apostando al crecimiento sano de los chicos”, según reza la placa que Ladislao atesora.
“Hasta ahora, ésto (dijo mientras señalaba el reconocimiento de PRIMERA EDICIÓN) es el mejor premio que tengo, y no lo esperaba”, aseguró.
Además de su trayectoria como maratonista, se destacó su labor como formador de atletas, porque Ladislao tuvo su propia escuela de atletismo, llamada “Virgilio José Sorzana”, que se inició en 1994.
“Llegué a tener 60 chicos, entre 4 y 16 años. Hace un tiempo tuve que dejar porque los chicos son todos relocalizados y sus padres trabajaban en la construcción, tenían que pagar pasaje y se complicaba. Pero hasta el día de hoy veo que hay chicos que siguen corriendo, otros juegan en la Liga Posadeña de Fútbol, cambiaron de deporte. Cuando me ven por ahí me preguntan si los veo en sus disciplinas. Saqué buenos corredores, formé chicos, por mi experiencia”, dijo Ladislao que de eso tiene para repartir.