En plena parada de colectivos, el soldado paraguayo lo interceptó y empezó con el interrogatorio. “¿Usted es Domínguez?”, le dijo, fusil en mano. Al exlateral izquierdo le corrió un escozor desde la punta de los pies hasta la coronilla. ¿Qué había hecho? ¿Qué quería aquel militar? ¿Quedaría preso en el extranjero?
Mario Domínguez (84) hoy recuerda con alegría y, sobre todo, alivio aquella insólita anécdota que tuvo lugar allá por los setenta en Ciudad del Este. Al final de cuentas, la libertad del protagonista de la historia nunca estuvo en peligro: el jefe de la Aduana paraguaya había reconocido ese rostro en pleno bullicio de la Triple Frontera y mandado a llamar para saludarlo. Había estado en la cancha aquel histórico día y no quería dejar pasar la oportunidad.

El próximo 29 se cumplirán 59 años del gol que le dio a Mitre el campeonato de 1960 de la Liga Posadeña. Y pese al tiempo, quienes estuvieron aquel domingo en la cancha de Atlético Posadas aún recuerdan la gesta del auriazul. Y cada vez que se cruzan con Mario, el autor de ese gol emblemático para el fútbol posadeño, no pierden oportunidad de estrecharse en un abrazo.
“Hoy recuerdo ese gol como un homenaje a mis compañeros, a los que están y a los que ya no”, le dice a EL DEPORTIVO con la humildad que lo caracteriza. Y enseguida comienza a relatar la decena de insólitas anécdotas de las veces que lo reconocieron en la calle. En Posadas, en Ciudad del Este y hasta en Buenos Aires.
Para muestra, basta un botón. Parece irreal pero, finalizada la entrevista y en plena producción de fotos, como no podía ser de otra manera, un anónimo se acerca, le estrecha la mano a Mario y pregunta: “¿Usted es el de aquel gol de Mitre, no?”.
La historia de Domínguez, esa que el entrevistado empezará a desentrañar, significa también adentrarse en otra Posadas, la de hace 59 años, con unas pocas cuadras de asfalto, muy pocas distracciones y, por ende, el fútbol siempre a cancha llena. Una perlita para no olvidar.
Mario, explicanos… ¿cómo llegaban Mitre y Atlético Posadas a ese partido por la última fecha?
Bueno, yo jugaba de lateral izquierdo para Mitre. Y llegábamos con un punto menos que Atlético Posadas, que era líder y al que le alcanzaba el empate para ser campeón. Y justo coincide que jugábamos en la última fecha. Imaginate la tensión que había en la ciudad. Hasta tuvieron que traer un árbitro de Buenos Aires para que dirija ese día.
¿Qué recordás de ese domingo 29 de octubre de 1960?
La cancha estaba recontra llena, al punto que estábamos todos muy nerviosos. No había lugar en las tribunas y la gente se colgaba de los árboles (N.de R.: Mario no exagera, las fotos de la página siguiente confirman el relato). Nosotros éramos conscientes de que sólo servía ganar ese partido para ser campeones. Y el partido fue una cosa de locos, a pura tensión de los dos lados. En el primer tiempo Héctor Morínigo, un amigo, hizo para Mitre uno de los primeros goles olímpicos de la Liga Posadeña. Ellos empataron y el partido siguió y siguió. Los hinchas de Atlético ya festejaban. Incluso recuerdo que salió en el diario del otro día el apellido del hincha que tiraba cohetes del otro lado del muro para festejar, un tal Curi…
Estaba todo listo para el festejo del Deca, pero… ¿qué pasó?
Y viene esa jugada, totalmente inesperada. Faltaba un minuto y medio para el final del partido. Córner para nosotros, un defensor despeja y la pelota me cae a mí, que estaba esperando en la mitad de la cancha. Me acuerdo que recibí y, sin pensar, le pegué con alma y vida al área, para que alguno la agarre de cabeza. Era lejísimos. Y de repente veo que todos los que estaban en la tribuna comenzaron a agarrarse la cabeza. El arquero, Zárate, estaba un poco adelantado. Y la pelota se metió en el ángulo.
¿Qué te pasó por la cabeza cuando viste que era gol?
No caía del todo. Me costó entender lo que había pasado. Estaba nervioso, confundido. Para colmo, mueve Atlético Posadas del medio y el árbitro termina el partido. Vinieron mis compañeros y me hicieron pomada contra el suelo. Contra todos los pronósticos, eramos campeones. Fue uno de los días más felices de mi vida.

Los días siguientes habrán sido una cosa de locos…
Sí. Yo tenía 25 años y trabajaba en una farmacia del centro. Era auxiliar. Y en esa época no había tantos remedios específicos, había fórmulas magistrales y tenías que preparar. Y mirá lo que en ese momento era el fútbol para Posadas que iban a la farmacia los padres con sus hijos para mostrarles que yo era el que había hecho el gol del domingo. Una locura. Mi jefe los dejaba pasar y se quedaban ahí charlando conmigo.
Lo curioso es que pasó el tiempo y aún hoy te paran por la calle para recordarte ese gol…
Eso es algo que aún no puedo creer. Por ejemplo, hace dos o tres años yo estaba manejando por la avenida Lavalle y paré en el semáforo. Al lado se para una camioneta, el conductor baja el vidrio y me dice, siempre en tono amigable: “Che, hijo de tu buena madre ¡siempre me voy a acordar de vos, carajo! ¡Hiciste ese gol sobre la hora y me dejaste llorando en la tribuna!”. Le pregunté el apellido, pero me dijo que yo no lo conocía, que había estado en la cancha y siempre se acordaba de ese día.
¿Es cierto que la leyenda del gol del 60 llegó a Buenos Aires?
(Se ríe). Pasó así. Algunos años atrás mi hija, su esposo y el hijo de ambos se fueron de paseo a Buenos Aires. Querían conocer el Teatro Colón, entonces en la calle van y le preguntan a un hombre si estaban yendo bien. El tipo les notó el acento y se puso a charlar. “¿De dónde son?”, les preguntó. Mi hija dijo que eran de Misiones. “Yo viví una época allá”, les contó. Y charla va, charla viene, le pregunta a mi hija el apellido. Cuando le dijo Domínguez, el hombre les contó que era muy futbolero y que siempre recordaba a un tal Mario Domínguez, que había hecho un gol de mitad de cancha en el 60 y que él había estado en la cancha. Mi yerno se agarraba la cabeza. Son cosas de no creer.
¡De no creer! Pero seguro hay alguna que otra más así…
Hay muchas. Como en la época de los militares, 1978 o 1979. Yo ya era visitador médico y viajábamos con un jefe a Oberá. En la ruta había un control y una fila larguísima, porque estaban revisando a todos. Viene el uniformado, nos frena y, cuando se acerca, me dice “¡¡¡Domínguez!!! ¿Cómo andás, hermano? Qué gusto conocerte, hermano. Qué golazo que hiciste ese día. Andá, andá, pasá”. Ese gol me sirvió también ese día para ahorrarme algunos minutos (vuelve a reírse).
Nos enteramos que, de esas anécdotas, la más insólita es la que te sucedió en Ciudad del Este…
Esa es la más increíble. Habrá sido en los setenta. Ya era visitador médico y representaba a una empresa Suiza en Misiones. Un día vino un gerente de ventas de Buenos Aires y, por cortesía, lo llevé a conocer las Cataratas y todo el circuito que uno siempre hace para alguien que anda de turismo. Nos quedamos a dormir en Iguazú y, al otro día, este hombre me dice “ya que estoy acá, me gustaría conocer un poco de Brasil y Paraguay”. Como todavía no había puente, cruzamos en lancha a Foz, recorrimos la ciudad y después pasamos el Puente de la Amistad hacia Ciudad del Este. En Paraguay dimos unas vueltas y después nos quedamos en la parada, cerca de la Aduana paraguaya, a esperar el colectivo. Y ahí viene un soldado paraguayo. “Disculpe, ¿su apellido es Domínguez?” No sabía qué hacer, me puse a pensar si habíamos hecho algo mal. “Acompáñeme, el señor jefe quiere hablar con usted”, me dijo. No nos quedó otra.
Llegamos a la oficina y me atiende el jefe. “¿Vos sos Mario Domínguez?”, me pregunta. “Ahora me acuerdo de vos. Sí, sí. Vos sos el del gol de mitad de cancha contra Atlético Posadas, en el 60”, me dijo. Y me sorprendió.
Un equipo que serdifícil de olvidar
La hazaña marcada por el gol de Mario Domínguez todavía hoy es recordada con nostalgia en el barrio Rocamora de la capital provincial. Para Mitre, el del 60 es uno de los títulos que generan más emoción.
Aquel 29 de octubre, además de Domínguez, el plantel campeón estaba conformado por Enrique René García, Niedeberger, José Ramón Nibeyro (masajista), Nereo Arriola, Juan Catalino Suárez, Carmelo Villalba, Jorge Pérez Vila, Ramón López, Federico Horster, Salvador María Guenín, Félix Rodríguez y Héctor Morínigo. El director técnico era Langbart.