Considerada la plaga más dañina del cultivo del algodón en América Latina, el picudo o Anthonomus grandis se destaca por su enorme potencial de destrucción que impacta en la reducción de los rendimientos y en el aumento de los costos de la producción.
De acuerdo con María Simonella, especialista del Inta Sáenz Peña, Chaco, “la presencia de adultos de picudo del algodonero en las trampas de captura instaladas para su monitoreo en la región fue una constante durante todo el año” y reconoció que “los registros presentan valores muy elevados con 10 picudos por trampa por semana durante los últimos dos meses”.
Para la técnica, las causas de esta situación están directamente relacionadas con el exceso hídrico a la que fue expuesta la región, sumada a la falta de piso que dificultó el ingreso de la maquinaria necesaria para la destrucción del rastrojo. “El efecto de que hayan quedado lotes sin cosechar y/o sin destruir sobre el final de la última campaña 2018/19 ha sido precisamente la elevada población de picudos dispuestos a sobrevivir en la entrezafra”, detalló.
Para Iván Bonacic Kresic, coordinador del área mejoramiento genético y protección vegetal del Inta Sáenz Peña, Chaco, existen tres pilares fundamentales: la organización, el monitoreo y el manejo integrado.
En cuanto al primer punto, subrayó la necesidad de que los productores trabajen de modo colectivo y unidos a los representantes de los distintos eslabones de la cadena.
Con respecto al monitoreo, destacó la importancia de implementar las trampas de feromonas, dado que permiten determinar la presencia del insecto, la densidad poblacional con la que se presenta y el movimiento o desplazamiento de la plaga desde uno a otro sector del lote.
“Conocer estos aspectos resulta esencial para establecer las más adecuadas estrategias de control y el momento oportuno de concretarlas”, explicó Bonacic Kresic, al tiempo que reconoció que “las trampas son efectivas antes de la siembra del cultivo y hasta la aparición de los primeros pimpollos en el lote”.
Más tarde, cuando el cultivo está próximo a la madurez, generalmente hacia el momento de la defoliación, las trampas vuelven a ser efectivas. “Entonces, aconsejó Simonella, deben instalarse unos 60 días antes de la siembra en el perímetro de los lotes, cada 100 a 200 metros, llevan una feromona que debe cambiarse cada 21 días y deben ser revisadas para tomar el registro correspondiente cada siete días”.
Será calculado un índice el cual habrá de mostrar el número de picudos por trampa por semana (P/T/S) y en base al promedio del mismo obtenido a lo largo de los 60 días antes de la siembra, podrá tomarse la decisión de realizar: ninguna, una, dos o tres aplicaciones separadas cada cinco días, una de otra, en el momento en que aparezca en el cultivo el primer botón floral.
“Si previo a la emergencia hubo capturas, se recomiendan dos aplicaciones en bordes cada 5 a 7 días: desde el estadio V2 (aproximadamente 7-10 DDE), con el objetivo de evitar que la plaga ingrese al área”, detalló Bonacic Kresic. Por último, el técnico subrayó que es necesario combinar todas las técnicas o prácticas que tratan de mantener la población del insecto, porque no existe una única manera efectiva.