
Fernando Martinetto y Nahuel de Benito oriundos de Buenos Aires, viajan acompañados de su perrita Olivia, ambos decidieron dejar sus trabajos, sus estudios y la vida en la gran ciudad y comenzar una nueva vida. Armaron el circo itinerante “Los hermanos Zapata” para recorrer el mundo, donde ofrecen funciones en espacios públicos, para todos. A la gorra sin cobrar entradas.
De paso por Misiones y a la espera de que la luz roja del semáforo les indique que deben entrar a escena, el dúo se detiene para charlas con PRIMERA EDICIÓN.
Fernando Martinetto uno de los artistas contó: “Vengo viajando hace tres años y mi compañero hace más de seis. Hacemos circo social en los pueblos, en los lugares donde no llegan estos tipos de espectáculos. También trabajamos en los semáforos, ahí conseguimos para comer todos los días. La gente colabora, es muy buena y muy humilde” contó.

Repasando su historia dice: “Termine el secundario hace 10 años y mi idea era siempre irme de viaje, comencé a estudiar una carrera y después la dejé, también fui cadete, trabajé en un depósito, un día renuncié a todo y comencé a viajar. Y como una forma de ganarme para vivir, comencé primero a tocar la guitarra y después aprendí hacer malabares y eso me gustó, veía que le cambiaba el humor a la gente. Aunque en ese momento no era tan payaso como ahora, ( se ríe) hoy, me animo cada vez más a saludarlos y tratar de sacarles una sonrisa y más en épocas difíciles que capaz no le sobra el mango, pero cuando te dicen ‘no te puedo dar nada porque no me sobra’ y me río porque estamos en la misma, pero con la diferencia que yo puedo sacarles igual una sonrisa. Porque para mí, no es sólo por la plata”.
Luego agregó “comencé hacer malabares con tres pelotitas, ahora hago destrezas con machetes, con las pelotas de futbol, hago funciones en la cuerda floja. Además hacemos presentaciones de malabares en bici, el show del huevo frito, y todo me encanta. Hoy no haría otra cosa que no sea arte callejero. A mi lo que me apasiona es viajar, y con esto encontré una forma de trabajar en la calle y hacer también hacer un bien social, darle una sonrisa a la gente día a día, para mi es algo que disfruto mucho. Es una forma de vida, es algo lindo, con los malabares encuentro una forma de expresión, que también lo llevo a través de la música, con los movimientos corporales que se utiliza con las pelotas para mover el cuerpo, y eso se disfruta. También cuando la gente te lo valora, porque esto también es un trabajo” dijo.
“Nuestro proyecto a futuro es poder comprarnos un autito como para movernos, ya que tenemos un montón de cosas, bicicleta, un parlante grande, valija de circo y la perra “Olivia” de nueve años que viaja con nosotros siempre. Es parte del equipo, anda con nosotros por todos lados, sabe que si nos levantan a dedos, se hace un bollito y no molesta para nada.” contó.
“Todo el mundo nos dice que estamos perdiendo plata, porque no hacemos funciones y cobramos entradas, pero no es lo nuestro. No queremos hacer como los circos reconocidos que para ver una función te cobran tres mil pesos la entrada y a los trabajadores los explotan” confió.
Autogestivo
Contaron además que todas sus ropas, lo hacemos nosotros, los parches de los trajes de payaso, “son cosas que lo vamos haciendo nosotros, por ejemplo, la bici lo confeccionamos con un herrero amigo. Somos de autogestión como nuestra forma de vida misma. Elegimos vivir por fuera del sistema por algo. No pretendemos estar siempre en esa picadora de carne que te lleva a trabajar tantas horas diarias en un lugar, donde también se sufre” reflexionó.
Al consultar que dicen sus seres queridos y amigos por esta decisión contó: “Nuestros padres nos dieron una mano, mi familia siempre me apoyo. Pero debo decir, que al principio no es fácil se extraña alejarse de la familia, pero eso se trabaja y después te vas acostumbrado al desapego. Porque para nosotros es una elección de vida, al lado de mi familia seguro nunca me iba a faltar la comida y menos el afecto. Cuando viajé solo me faltó todo y eso te enseña a sobrevivir y a luchar para salir de abajo” expresó.
Con sus espectáculos llegaron a distintos países como Brasil, Perú, Bolivia, varias provincia de Argentina , Ecuador, Colombia por lo que asegura que de cada lugar aprenden mucho sobre sus culturas y costumbres.
Funciones para todos
Con respecto a que opinan las gente con su propuestas comentaron: “A veces la gente discrimina el arte callejero, no son todos, pero ya me acostumbré a todo, por lo general los que critican son los que no son felices con lo que tienen. Y a mí no me afecta para nada lo que piensen, estoy feliz con la decisión que tomé y la disfruto a pleno. Es un arte para que la sociedad la disfrute, en vez de verlo como un rechazo, porque no es que estamos invadiendo nada sino que estamos ahí y aprovechamos el tiempo, para que ellos en vez de estar mirando el celular miren algo distinto. Porque no cobramos para mirar. Si después quieren aportar algo bien, nunca obligamos a nadie”.
En su turno, Nahuel de Benito contó que trabajó en un Banco y al tiempo renunció porque se sentía muy encerrado, por lo que decidió viajar y encontró en los malabares una forma de vivir: “Cuando comencé a viajar no me imaginé que había tanta gente haciendo lo mismo que yo, me cruce con muchísimas personas. Esta nueva generación es mucho más nómade que sedentaria. Somos como el circo mismo, nómade y las nuevas generaciones que viajan lo adoptan como una forma de vida” comentó.
Luego remarcó: “Cuando descubrí el circo encontré lo lúdico, como acción y me encantó. Comencé a payasear, hacer malabares, no sólo en la escena o en los semáforos o en la plaza, sino en mi vida en general, siento que antes me la estaba tomando muy enserio y no era por donde quería ir, y resulta que con esto vuelvo a ser feliz y a estar tranquilo” confió al tiempo que remarcó: “Comencé de a poco hacer malabares, en los semáforos cuando estaba en la ciudad y luego lo tomé como una forma de vida. También nos adaptamos a los lugares, y aprendimos hacer otras cosas, por ejemplo, en Colombia coseché café, en Ecuador papas y cuando fui a Bolivia trabajé en la mina. Es muy lindo porque uno comienza administrar los tiempos, y uno puede hacer lo que realmente le gusta” afirmó Nahuel.
Estilo de vida
Por último agregó: “El arte callejero es una herramienta transformadora para mi vida, eso principalmente, y es un estilo que elegí y me cambió la forma de ver la vida. Decidimos estar en la calle, no queremos estar en un teatro cobrando entradas. Todo lo que hacemos es con amor y con cariño, demostrando que también se puede hacer otra cosa y vivir bien y ser feliz. Muchas personas eligen hacer algo que les hace mal y no se dan cuenta de que uno es el único que pueda cambiar y hacer que todo sea mejor” cerró.