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Cuando hablamos de inclusión y de integración educativa, automáticamente pensamos en un niño que presenta alguna discapacidad que concurre a la escuela común.
La integración es algo mucho más abarcativo y presupone por ello un trabajo interdisciplinario y de varios actores en conjunto con la familia, que toma un rol activo en el acompañamiento, de esta manera se busca que la persona pueda recibir todo el apoyo que requiera y así estar en igualdad de oportunidades y no en situación de minusvalía.
En el marco del Día Internacional de las Personas con Discapacidad 2019, PRIMERA EDICIÓN charló con la doctora Mirta Isabel Cardozo.
Cardozo es presidenta de la Fundación Ser, kinesióloga fisiatra, especialista en estimulación temprana, diplomada en “Formación de representantes legales de instituciones educativas”, también en “Neurociencias en la escuela: Herramientas para maximizar las funciones cerebrales” e integrante de “Internacional Snoezelen Association Latinoamérica” (ISNA) y, en el marco de esta fecha, comentó que “existen por lo menos dos procesos indispensables que se producen para que un individuo se encuentre en condiciones de ‘aprender’. Sólo con fines didácticos, podríamos mencionar que uno es el desarrollo con relación a la multiplicación celular, que lleva a la formación de los órganos y sistemas, y otro es el de la maduración, que es el estado en que un órgano alcanza su plenitud, esta condición permite por ejemplo, que un cerebro desarrollado y maduro le sea posible aprender en condiciones adecuadas”.
E hizo hincapié en que “cuando un sujeto presenta alguna discapacidad, se dificulta la accesibilidad al aprendizaje, por ello requiere de un entorno especial y adecuado donde se le brinde la posibilidad de acceder a la educación sistematizada he aquí la escuela especial o la escuela común. Cuando un niño/a o joven se integra a la escuela común debe necesariamente hacerlo a través de una escuela especial de un Equipo de Apoyo a la Integración Educativa debidamente conformado, como ser, psicólogos, psicopedagogos, trabajador social, fonoaudiólogos, kinesiólogos, medico, entre otros de acuerdo con lo que sea necesario. Necesidad que no surge por la escuela común, ni por la escuela especial o porque los padres lo pidan, es porque el sujeto requiere de esta atención, ya que es lo que le va a permitir superar los obstáculos y el impedimento de su condición”.
Cabe reflexionar entonces que “la escuela especial es necesaria en todos los casos que se requiera de educación sistematizada especial y para los niños integrados a la escolaridad común es necesario el trabajo de la escuela común, la familia, la escuela especial y un equipo de apoyo conformado por especialistas, de esta manera los niños/as y jóvenes se ven ampliamente favorecidos superando sin mayores dificultades el acceso al aprendizaje de los contenidos educativos y optimizando los procesos de desarrollo personal y social”.
“La apropiación del saber en una persona que presente alguna discapacidad siempre va a estar condicionada a que pueda recibir tanta atención de estos actores, con un involucramiento tanto de salud como de educación. Para hablar de inclusión, debemos pensar que es el niño quien debe concurrir a la escuela común, en el aula debería ser solo él con sus compañeros y maestro, si incluimos a alguien más para que vaya con él a la escuela estaríamos siendo más excluyentes y no sería aplicable el termino ni el propósito”, remarcó Cardozo.
E insistió en que “la inclusión educativa propone una educación universal que debe adaptarse a todas las necesidades suprimiendo las barreras que limitan la participación y el aprendizaje. Sería de gran valor que los maestros puedan hacer detección de las posibles situaciones que pongan al niño/a en riesgo de presentar alteraciones en su desarrollo y que no hayan sido detectados por el sistema de salud, para su derivación a los efectos de un diagnóstico especializado si así fuera el caso”
Para ello, “sería necesario instalar la temática referida al desarrollo normal y patológico relacionados a los aspectos y procesos que subyacen a la cognición/aprendizaje”, apuntó la especialista.
Entonces, “se hace relevante el desarrollo conceptual sobre los mecanismos que involucran la integración educativa de un niño que presenta un diagnóstico médico (neurológico, psiquiátrico, endocrinológico, etc.) que determine el o los impedimentos que podría llegar a tener el niño con la finalidad que estos no se constituyan. Es decir, el diagnóstico nos dice qué condición presenta, para que la misma no le resulte un impedimento en su desarrollo intelectual, psíquico, emocional, ni en su vida de relación o en su trayectoria educativa”.
En este mismo sentido, “es relevante que los maestros conozcan el trabajo que realizan los Servicios de Apoyo a la Integración Educativa y las Escuelas Especiales, para que pueda establecerse una comunicación y trabajo cooperativo, donde el objeto y la finalidad siempre será el beneficio del niño o joven. Este trabajo de los especialistas, en ocasiones no es reconocido como tal o no es aceptado por los docentes por desconocimiento de la labor especifica que desempeñan, ya que no resulta en una invasión de incumbencias sino que pretende todo lo contrario y debe llevarse a cabo en un clima de respeto mutuo y cordialidad. En otro aspecto sería importante sostener un eje de acción y un marco que aclare y desmitifique cada situación en particular, ya que algunas escuelas no tienen claridad conceptual con relación a ¿qué es la inclusión y la integración, cuándo se debe integrar un niño, qué es un PPI, qué son las adecuaciones, cuántos tipos de adecuaciones existen? ¿Qué significa ser una escuela inclusiva? ¿Qué es la educación inclusiva? entre otras”, explicó.
También es importante hacer una diferenciación en este punto, no todos los niños que reciben un apoyo externo se deben considerar integrados, los que se integran son aquellos que tienen un diagnóstico médico. Con el fin de aclarar, son muchos los niños que reciben atención clínica, por ejemplo, psicopedagógica, para trabajar aspectos específicos que pueden influir en su rendimiento académico, en alguna materia o área específica, dando en este caso el profesional sugerencias metodológicas al docente, ya que es por todos conocido con sobrados argumentos y estudios que avalan al respecto, que cada niño aprende una manera individual y esta variabilidad es igual a la multiplicidad de inteligencias que existen.
“Por ello el gran desafío de esta generación y de los educadores ‘es que debo dejar de preocuparme en como doy la clase, sino en cómo aprende mi alumno’, porque de otra manera, si sólo ponemos el acento en el niño que no aprende, podemos fácilmente en llegar a la ‘patologización de la infancia o síntomas de una época’ cuando en realidad muchas veces deberíamos repensar y resignificar nuestra practica como educadores. También es importante conocer el marco legal que sostiene el derecho a la educación y la inclusión de las personas portadoras de alguna discapacidad, ya que ello nos permite saber desde que lugar prestamos nuestros servicios”, delineó la especialista en estimulación temprana.
“Estos son algunos de los temas que nos parecen serían importantes de ser trabajados, ya que creemos que el rol docente es de innegable valor e insustituible en este proceso y así también el de los especialistas que aportan desde su formación y conocimiento específico para minimizar los efectos desventajosos y potenciar las capacidades de los sujetos, en este caso los educandos”.