
“Un paraguayo temido, sin escrúpulos y dispuesto a todo”. Así lo definieron fuentes policiales hace seis años, cuando se terminaba el 2013 y Francisco Javier Aranda Duarte (47) aprovechó que iban a servir la cena para recibir Año Nuevo en la comisaría Cuarta de Posadas, tomó el arma de un policía y escapó de su detención preventiva acusado de haber abusado sexualmente de una niña de 13 años, una de sus cuatro hijastros en el barrio Unido de Garupá.
Pocos días antes del inicio de la feria judicial, Aranda Duarte prefirió no exponerse ante las pruebas y evidencias en su contra en juicio oral -ante el Tribunal Penal 2 de Posadas- por “abuso sexual con acceso carnal, agravado por la situación de convivencia preexistente, evasión y robo calificado -dos hechos- en concurso real”.
Decidió reconocerse culpable y evitar el banquillo de acusados estampando su firma al acuerdo de suspensión de juicio abreviado propuesto por el fiscal Martín Alejandro Rau y asumir que deberá saldar sus delitos con trece años de prisión efectiva.
De la construcción al delito
Aranda Duarte no sabe leer ni escribir y sus primeros pasos para ganar dinero los dio trabajando como albañil desde muy joven. Pero su camino bifurcó hacia el delito y habría escapado de su país involucrado por las sospechas de participación en un homicidio y sendos robos.
Formó pareja con una misionera (hoy de 37 años) y convivió con sus cuatro hijastros, la mayor una niña de trece años, quien sólo recuerda la frase amenazante: “Callate, no hables, si contás te pego y te hago sangrar la boca”.
La menor rompió el silencio por temor a que sus hermanos corrieran el mismo peligro y también fueran abusados o golpeados.
Relató que las violaciones fueron reiteradas y que su agresor aprovechaba cuando todos dormían para ultrajarla bajo el amedrentamiento de su vida en peligro y la de sus hermanos de 7, 3 y 2 años.
La madre no dudó en acusar a su pareja y logró que desde el Juzgado de Instrucción 3 de Posadas se ordenara su detención bajo la imputación de “abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo”.
El 23 de noviembre de 2013 fue acusado por su concubina y ya sin margen por la contundencia de la declaración de la víctima en Cámara Gesell, aprovechó el descuido (el 31 de diciembre) de la guardia de la comisaría Cuarta en el barrio Villa Blosset y escapó con un compañero de celda, que fue recapturado a pocos metros.
Aranda Duarte corrió cinco cuadras hasta la avenida Roque Sáenz Peña y calle Guido Spano frente a uno de los accesos del mercado modelo “La Placita”.
Allí dos efectivos de la seccional Cuarta lo alcanzaron pero el albañil paraguayo se trabó en el forcejeo y le quitó la pistola reglamentaria a uno de ellos, una Hi-Power nueve milímetros y se la apoyó en la frente con la furia suficiente para que ninguno de los policías reaccionara y pudiera escapar corriendo y cometer “dos robos calificados por el uso de arma de fuego” en pocas horas.
La búsqueda de Aranda Duarte fue intensa durante 34 días, hasta que pesquisas de la Dirección de Investigaciones lo ubicaron de vacaciones en la costa del río Paraná en Ituzaingó, Corrientes.
Con la colaboración de policías correntinos fue reducido y esposado en la terminal de la localidad mencionada cuando se acercaba a la puerta de un micro hacia Posadas.

Durante seis años permaneció con prisión preventiva, bajo estricta seguridad, mientras las causas en su contra se tramitaron en los Juzgados de Instrucción 6 y 3 y fueron elevadas a debate al Tribunal Penal 2.
El fiscal del Tribunal Penal 1, Martín Rau, como subrogante del TP 2 le ofreció hace pocos días la posibilidad de abreviar una condena y que evitara no solamente sentarse como acusado ante los jueces Gregorio Busse, César Yaya y Carlos Giménez, también obtuvo una considerable disminución de monto de pena.
Sus víctimas, su expareja y los niños, se habrían mudado del barrio Unido de Garupá, para intentar vivir sin miedo.