Son las dos únicas calesitas que existen en esta ciudad y de las pocas en funcionamiento en toda Misiones. Y por extraña casualidad, ambas están separadas por aproximadamente 500 metros una de la otra.
Se trata de los carruseles instalados desde hace una década en la plaza Sarmiento y desde hace casi 25 años en el ex Villa del Parque y actual club del Instituto Provincial de Lotería y Casinos (IPLyC).
Este último caso, el instalado en la intersección de la avenida Tacuarí y Jauretche, tiene una rica historia. Luego estuvo más de quince años inactiva, pero en 2017 volvió a cobrar vida.
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Para llegar a la ansiada primera vuelta, entre la emoción de los más pequeños y la ansiedad y satisfacción de los más grandes, tuvieron que pasar ocho meses de restauraciones y reparaciones, para volver a quedar en perfectas condiciones hasta el día de hoy.
Vale recordar que esta calesita fue adquirida en 1997 por el propietario del ex club Villa del Parque, que le sumó un atractivo más al lugar. Y si bien fue novedosa para ese entonces, aún hoy se destaca por su tecnología y el diseño.
Otro punto a resaltar de esta atracción infantil, en esta cuasi milagrosa reactivación, fue la dedicación y el ingenio puesto de manifiesto por Juan Carlos Amarilla, encargado de su restauración.
Resulta que varios creyeron que tras tantos años de abandono, la maquinaria ya no iba a volver a funcionar. Sin embargo, Amarilla la dejó como nueva.
Hubo varias tareas de pintura, cambio de piso, de engranajes y motores nuevos, la instalación eléctrica y más de 700 focos para lograr una buena iluminación.
A varios caballos hubo que rearmarlos porque les faltaban las patas o la cabeza. Fue un trabajo de varios meses, ya que todo estaba muy deteriorado y roto.
Amarilla trabaja desde hace más de 25 años en la reparación de vehículos, lanchas, cúpulas, entre otros, “pero esto es más artesanal. Para arreglar el paragolpes de un auto uno se guía por el molde, pero si acá se pierde la pata de un caballo hay que fabricarla. Hay que tener muchas ideas. Todo tiene que lucir, combinar colores, las piezas tienen que tener vida”, relató este restaurador.
Además, recordó que “en otros carruseles restauré algunos detalles pero que en éste la tarea fue más compleja. Fue desde la base hasta la lona del techo. Es de origen italiano, tendrá unos 30 años pero se nota las consecuencias de permanecer a la intemperie. Ahora puede brindar alegría por otros 30 años, siempre y cuando se cumpla con el mantenimiento”.
Esta calesita es una reliquia, tiene un valor histórico y desde su reactivación volvió a traer alegría y diversión a grandes y chicos.
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Desde Córdoba a Posadas
La otra calesita que aún posee Posadas en pleno funcionamiento está ubicada en el Parque Sarmiento, también por la avenida Tacuarí, entre Vivanco y Eva Perón. La maquinaria infantil también tiene una muy linda y atractiva historia, como salida de un cuento de antaño.
Su actual dueño Mario, quien prefirió no dar el apellido para no perder el encanto de la historia, dijo a PRIMERA EDICIÓN que compró esta “máquina de la alegría” -como él mismo la define- a unos familiares en 2013. “Ya sabía como era el negocio y observé por años de qué se trataba este rubro”, relató.
Sin embargo, fue más allá en el tiempo y al ser consultado si conocía de dónde procedía esta atracción, dijo que “esta calesita viene de Córdoba. Si no me equivoco, estaba en el Parque Las Heras y recaló en Posadas a fines de los años 80 en el recordado Parque Paraguayo, donde funcionó junto al ‘gusano loco’, el ‘trencito’ y la ‘cápsula espacial’ hasta el 2010. Ese año fue trasladada a la plaza Sarmiento, donde hace siete años está a mi cargo”.
Por otra parte, muy conocedor y entusiasmado con “su” calesita, Mario contó que “esta calesita es muy linda y a la vez sencilla en su mecanismo. Tiene un motor trifásico, una corona, un piñón que hace girar la calesita y un cigüeñal que hace subir y bajar a los distintos animales con los que cuenta”.
Consultado sobre los cuidados que requiere este tipo de maquinaria, este nostálgico de las calesitas remarcó que “cada 15 a 20 días se debe realizar un mantenimiento; mes a mes se debe ver su funcionamiento y revisar que todo esté en orden para que siga funcionando de la mejor manera”.
En este negocio familiar que ya lleva varias generaciones lo acompaña a Mario su hija Yahel. El hombre cuenta, mientras la calesita gira al ritmo de la música, cargada de niños entre risas y muecas de asombro o miradas cómplices a sus padres, que “en vacaciones de verano y de invierno solemos tener más clientes de lo habitual, como así también en los cumpleaños; ya que también hacemos fiestas infantiles privadas y cada una de ellas son mágicas”.
A lo que añadió con un brillo de épocas de antaño en sus ojos que “mientras la calesita gire, siempre va a haber niños alrededor. No pasan de moda, más allá del paso del tiempo y las nuevas tecnologías”.