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La pasión por la natación se refleja en el rostro de Lucio Vidal Encina. Más ahora, que después de una complicada intervención quirúrgica, pudo volver al agua para hacer de las suyas.
Bajo la atenta mirada de su esposa Zuny Acuña y su hija Marianela -Gaspar está lejos de casa pero también supo cruzar el río de igual manera-, el nadador posadeño busca afianzar sus brazadas. Por ahora desde la pileta del club. Más adelante, Dios dirá.
Todo lo remonta a su adolescencia, a la vera del Paraná. Recordó que a los 13 años se acercaba a la ribera para observar a la gente más grande que competía y cruzaba el río a nado, en las distintas competencias.
“Eso me fue entusiasmando, fui entrenando, sin entrenador, por supuesto. Hasta que un día me animé y me puse a competir”, dijo, e insistió que en la primera competencia, a los 13, su performance fue tan buena que alcanzó el quinto puesto.
En ese ámbito fue conociendo al extinto León Seró, “con quien nos contactamos y empezamos a entrenar juntos. Después él fue mi entrenador, y continuamos a full”. Practicaron natación, competencia de remo, e incursionaron en distintas disciplinas.
“Lo que aparecía en Posadas de novedoso, lo hacíamos. Él fue el que incorporó el triatlón. Entrenábamos, nos introdujo en el tema, nos enseñó cómo era y comenzaron las competencias. Primero en Posadas, después a nivel provincial, nacional”, añadió Encina, quien durante años trabajó en un taller de rectificación de motores y después fue chofer de la empresa Bencivenga.
A medida que iba adquiriendo experiencia, “empecé a salir a competir afuera. Estuve en Paraguay, Brasil, Entre Ríos, Formosa, Santa Fe, Córdoba. Participé en el Iroman durante dos años seguidos y traje buenos resultados, obteniendo el tercer y quinto puesto. Lo hacía de modo personal. Como no tenía sponsors, me pagaba todos los viajes y las estadías. Trabajaba y entrenaba. Eso hacía que pudiera viajar a distintos lugares. Hice el cruce del Paraná antes que aparezca el triatlón. Lo gané en tres o cuatro oportunidades”, rememoró.
Todo sumaba a la experiencia, los distintos lugares a los que asistía. Y a pesar que no tenía apoyo del Gobierno, Encina siempre se ocupó de dejar “bien parada a Misiones”.
Sostuvo que, afortunadamente, en la actualidad los deportistas “tienen bastante apoyo del Gobierno nacional y provincial. En nuestra época eso no existía, lo que hacíamos era por placer, por una cuestión de superación personal y de hacer deportes”.
El primer cruce del cauce del Paraná fue a los 17. “Fue una alegría enorme”, aseguró, pero su relato se opacó enseguida porque lo remitió a la fatídica jornada del 16 de enero de 2010 donde perdió a su amigo León, que “fue entrenador y amigo, que me acompañó en todo. Fue una persona increíble”, y a otros tantos entrañables, como Fernando Solé Mases, hijo de su amigo Luis.
Intentó retomar el relato en varias ocasiones, pero la tristeza que aún siente “por tantos compañeros que murieron ahogados” es más poderosa y la voz se vuelve a quebrar.
“El día de mi primer cruce, fue una alegría enorme”, continuó, y comentó que en esas primeras travesías se acompañaba a los deportistas con canoas de madera, con piraguas y lanchas. “Los muchachos llevaban murga, bombos, y tiraban cohetes, era una fiesta total. Después fue cambiando, todo se fue poniendo más riguroso”, acotó.
“El río era muy correntoso. En la zona del puente era increíble como corría, pero tenía a mis hermanos Juan y ´Chacho´ que me acompañaban en las piraguas y muchas veces hacían de guía. Son experiencias inolvidables. Llegué a tener el récord del cruce con 22 minutos, 40 segundos. Pero después un correntino superó ese tiempo”, comentó.
Encina dejó de entrenar, de competir, porque tuvo que iniciar diálisis, un proceso que se extendió por casi doce años. Luego llegó el trasplante de riñón. En mayo se cumplirán cuatro años de esa intervención.
Hace un tiempo, “empecé a caminar, a trotar, siempre acompañado de mi familia, que eso para mí es muy importante. Hace unos días que retomé la natación, siempre recordando los viejos tiempos. Uno no quiere dejar, porque además me hace sentir bien y me ayuda a la recuperación”, explicó.
Tal es su entusiasmo, que proyecta unir Puerto Iguazú con Posadas a nado. “Es algo que tengo en mente y estoy buscando un espacio de reunión con mis amigos, para entrenar, para programar y lograr ese objetivo, si Dios quiere, el año que viene”, sostuvo.
Se trata de una travesía de cerca de 350 kilómetros. Son unos 70 u 80 kilómetros por día, luego de hacer las escalas pertinentes. “Es mi meta y ojalá podamos lograrla”, sentenció.
“El río es muy importante a pesar que hubo muchos cambios en sus características. No es como hace 30 años. El agua es lo más, nadar es algo fantástico y voy a seguir hasta que mi cuerpo aguante”, aseguró.
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