Julio Luis Skulski (38) quiso aprender a bailar tango desde la adolescencia pero en su Apóstoles natal era “una cosa imposible para la época”. Si bien había encontrado una maestra para que le enseñara el compás del dos por cuatro, se dificultaba a la hora de conseguir una pareja de baile. A sus amigas no le gustaba, le decían que era un baile “para viejos”. Entonces, todo se fue dilatando junto con esas ganas, hasta que unos años después, mientras cursaba el tercer año de la carrera de Analista en Sistemas de Computación, su hermano le habló sobre una beca de estudios en Italia. Se interesó de inmediato y al aceptar la propuesta “sentí que mi vida comenzó a cambiar”, reconoció a la distancia quien hoy conforma la primera pareja del mundo en unir el tango con el romanticismo de las góndolas, en Venecia.
Lo que motivó al exalumno de la Escuela Normal “Mariano Moreno” y de la EPET Nº 5 “Fray Luis Beltrán”, a viajar al Viejo Continente fue una beca de estudios en tecnología de la madera, otorgada por la Unión Provincial de Artesanos de Padova. Había otro grupo interesado en marketing, y uno restante, en diseño del calzado, compuesto por jóvenes de Chaco, Santiago del Estero y Buenos Aires. Durante los cinco meses de permanencia en Padua asistieron a los respectivos cursos y tuvieron tiempo para divertirse junto al grupo. Después vinieron otros tres meses de pasantía, donde se les permitía poner en práctica lo aprendido. Mientras tanto, aprovechaban para conocer el norte de Italia. “No podíamos movernos mucho por los horarios. Teníamos libre los fines de semana pero no disponíamos de tanto dinero como para viajar. Cuando se iniciaron las pasantías algunas empresas empezaron a pagarnos, y cuando terminamos, muchas de ellas nos ofrecieron trabajo estable”, confió quien no escatima palabras para explicar que proviene de la Capital de la Yerba Mate.
Luego, buena parte de los viajeros “se volvieron, y algunos, con coraje, nos quedamos para ver qué sucedía. Perdimos el pasaje de vuelta y decidimos arrancar con esta aventura”.
Al tener nociones sobre informática y sobre tecnología de la madera, durante siete año se desempeñó en una firma que trabajaba con máquinas a control numérico. En ese lugar, el joven “programaba las máquinas para los cortes de madera, porque sabía cómo podían cortarla, cómo hacer las combinaciones. Mi tarea era hacer los arcos para las aberturas, como puertas y ventanas del Veneto, que la mayor parte son de Venecia. Como allí existen casas muy antiguas, los arcos son irregulares, pero al ojo humano debe parecer un arco bien hecho, una ventana bien hecha, entonces tenía que jugar entre las medidas y lo que es el ojo humano. Así confeccionaba los programas para hacer estas aberturas”.
Mientras tanto, aprovechaba todos los momentos para viajar y conocer. “Empecé por el norte y cada vez iba un poco más lejos: las playas de la Liguria, la zona del Levanto, las Cinque Terre, Austria, las playas de Croacia, Eslovenia”. Luego invitó a su mamá, Mirta, a que lo fuera a visitar y compró un auto para sacarla de paseo por Austria, Verona, Vicenza, Padua y otros lugares turísticos de Italia. Más tarde, con dos amigos organizaron un viaje hasta Barcelona en el mismo vehículo. “Tardamos en llegar unos cuatro días porque parábamos en todas las playas de Francia. Íbamos de playa en playa y con Google maps para ver cuales eran las más lindas. Llegamos a Barcelona, quedamos unos días e hicimos lo mismo al volver”.
Tango, lejos de la cuna
Una vez establecido en Italia, una amiga propuso a Skulski hacer un curso de tango. Aceptó la invitación entusiasmado porque “¡era una cosa que tenía ganas de hacer desde hace muchísimos años! Comencé un curso básico pero lo dejé por unos meses por laborales. Después, con otra amiga, hice otros cursos. Empecé a estudiar” y en Padua conoció a los maestros Natalia Lavandeira y Roberto “El cachorro” Reis, que bailaba en el tango escenario de “Grandes valores del Tango”.
“Esta cosa del tango me empezó a gustar mucho más de lo que pensé, entonces mi vida se empezó a dividir. Salía del trabajo y me agarraba mucho del tango. Empezábamos a salir, a conocer a más gente. Estudié siempre con mis maestros y, además, hice muchos cursos con todos los maestros argentinos que venían a la zona. No me quedé con un solo punto de vista o aprendizaje. Con ellos sigo estudiando y colaborando”, manifestó.
En la escuela de tango, conoció a Valeria Santus Aversano, “una persona muy importante para mí, con quien fuimos amigos y pareja de baile por mucho tiempo. Los primeros años estudiaba de un modo pasivo, y con el paso del tiempo, empezamos a bailar más seriamente. Comenzamos un curso de voga a la veneta, que es el modo particular de remar en Venecia y en Veneto. El vogador empuja el remo estando parado en la embarcación. Por casualidades de la vida, los vogadores eran todos tangueros que conocimos”, relató.
Para conquistar a Valeria y para que ella no se olvide, se me ocurrió proponer al capitán del gondolone, de hacer un panel, ponerlo encima de la góndola y mientras se desplazaba, bailáramos el tango. Fue una locura que se me pasó por la cabeza, y el capitán me dio el ok”.
Lo pusieron en práctica “con la Remiera de Padua, Rari Nantes Patavium 1905”, que tiene “la diesona”, una góndola única, hecha para diez gondolleres (remadores). El capitán era Michelle Zaggia. Sacaron el lugar de dos remadores y colocaron un panel como pista de baile. “Probamos un par de veces, nos gustó la idea y nos propusieron para bailar en Riviera fiorita, que es un evento que se hace desde Stra hasta Malcontenta, que son dos pueblos de Venecia, y se va por el canal del Brenta”, contó. Son 26 kilómetros de desfile con embarcaciones particulares antiguas. El primer año fueron casi cien mil espectadores. “Esa fue la primera vez que hicimos tango in góndola. Para nosotros fue un éxito total porque no nos caímos. Aunque si caíamos quizás íbamos a ser famosos en YouTube”, señaló entre risas.
Consideró que el tema de bailar sobre una góndola “es una de las cosas interesantes que hice: juntar el romanticismo y la elegancia del tango argentino (Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad desde 2009), con la belleza única romántica de Venecia y sus calles de agua.
Después de eso nos llamaron para hacer otros eventos. En el 2017 hicimos la apertura diurna del Carnaval de Venecia, donde bailamos en nuestro gondolone, con todo el desfile, era increíble la cantidad de gente que se congregó. Lo lindo, la energía que se sentía. Después hicimos el Carnaval de Stra, siempre en el agua. Volvimos a hacer carnavales de Venecia y para hacer algo distinto, invitamos a una pareja de amigos, Raffaela Roman y Paolo Bertozzo. Hicimos una coreografía juntos. Bailamos dos parejas en la misma góndola, en el gondolone. Para esa ocasión tuvimos que sacar dos remadores más, pero fue otro gran éxito”, expresó.
Además de bailar en la góndola, empezaron a hacer pequeños espectáculos. También los convocan para casamientos o eventos particulares, y “empezamos a disfrutar cada vez más del tango”.
Integran el grupo “Quasi tango” (Casi tango), que es para entretener en los asilos, en las casas de recuperación. “Este grupo se está volviendo muy lindo porque aparte de tango ponemos un poco de chacarera, aunque son casi todos italianos los que bailan en el grupo”, mencionó. También son parte, entre otros, del grupo coreográfico “Putei del tango” (en dialecto veneto quiere decir “Los pibes del tango”.
Durante el verano casi siempre la pareja viaja a Cerdeña, de donde es oriunda su novia, Valeria, para visitar a sus familiares. Ahí también van a bailar, a disfrutar de un abrazo en el tango”, dijo, quien junto a su compañera creó la página en Facebook Tango in Gondola, con un hashtag #tangoingondola para poder encontrar fotos y videos de algunos turistas.
En febrero se cumplieron quince años “que estoy acá. Estamos contentos por la vida que estamos haciendo”, aseveró.