Y fue difícil imaginar tanta impericia, tanta incapacidad, tanta inacción por parte del Gobierno en la implementación de las medidas que involucraban a la población más vulnerable en términos sanitarios y económicos.
En cualquier manual de economía básica se describe hasta el cansancio que ante las crisis de cualquier índole (incluida ésta y con más razón en este caso por ser sanitaria), hay que salvaguardar la provisión de alimentos y de dinero por cobrar de propiedad de la población.
Para ello, fundamentalmente, el Gobierno debe garantizar horarios de apertura de los comercios y entidades financieras, garantizar la provisión de insumos, alimentos y billetes en todos los casos.
Y en caso de priorizar alguno de los dos debe hacerlo siempre con los bancos, dado que el alimento se compra siempre con dinero en la generalidad de los casos.
En las crisis siempre prima el dinero en efectivo sobre cualquier otra cosa, aun en países más desarrollados.
Ante esta crisis sanitaria, el Gobierno a pesar de recibir el asesoramiento adecuado en este punto optó por dejar cerradas las entidades bancarias por el tiempo que dure la cuarentena. Y optó también en este caso abrirlas exclusivamente para el pago de jubilados, pensionados y asignaciones sociales.
Debemos tener en cuenta para comenzar cualquier análisis que en primer lugar el 70% de esta gente cobra en efectivo en la sucursal careciendo de cualquier tipo de tarjeta. Debemos saber también que las entidades bancarias carecen de la infraestructura adecuada (cajeros automáticos) en la cantidad necesaria, no sólo para poder atender a esta demanda, sino que no brindan los cajeros necesarios para la emisión de tarjetas que hoy ya tienen distribuidas.
El Gobierno sabía desde el inicio que esto sería la crónica de un desastre anunciado. Y esto fue lo que ocurrió. Porque no podría ser de otra manera.
No alcanza en estos casos con enumerar deseos e ilusiones. En estos casos se necesita profesionalismo, experiencia y por sobre todo sentido común, que ante el resultado visto ha escaseado, y mucho.
La pregunta es, por qué exponer a la población que de por sí ya es de alto riesgo, a temperaturas bajísimas cono la del viernes, amén de las interminables horas de cola frente a las entidades bancarias.
¿No era exponerlas en demasía a un contagio del coronavirus? ¿No sería romper la cuarentena obligatoria el procedimiento elegido? ¿No sería una mala praxis plausible de expandir la pandemia?
Viendo estos hechos y cómo se desarrollan, recuerdo el discurso de campaña del Dr. Alberto Fernández, candidato a presidente en esos días, cuando decía: “Entre los intereses de las Lebac y los remedios de los jubilados, elijo a los jubilados, entre los bancos y los jubilados siempre escogeré a los jubilados”.
Me pregunto por qué en esta situación tan crítica en la que está en juego la vida humana, el ahora Sr. Presidente escogió sin embargo a las entidades financieras.
No era un tema desconocido para nadie lo que pasaría, sino conocido por todos, y mucho más debería haber sido para los especialistas del mercado financiero.
Pero igualmente el Gobierno optó por preservar y proteger los intereses de las entidades financieras por sobre los intereses y la salud en este caso de los jubilados y pensionados argentinos.
Pero por qué decimos en este caso y lo marcamos con énfasis. Porque paralelamente el Gobierno decidió asistir a las empresas (grandes, medianas) con un préstamo por la masa salarial vigente para que puedan hacer frente a esta crisis, al tener sus ingresos menguados producto del confinamiento social.
La medida es por cierto adecuada y esperada por todo el espectro empresarial. Pero en su instrumentación optó, en lugar de hacerlo directamente a través de la ANSeS contra las Empresas por el total de la masa salarial, lo hizo nuevamente a través de las entidades bancarias, y el resultante de esta acción es que al día de la fecha no está instrumentada la medida porque las entidades financieras permanecen cerradas durante la cuarentena.
El Gobierno, sumergido en esta batalla sanitaria, ha resuelto que los bancos no son considerados elementos esenciales para el desenvolvimiento de la sociedad mientras dure la cuarentena obligatoria.
En segundo término sólo el 50% de estas empresas mantiene cuentas corrientes con entidades, y el otro 50% ya no las tiene dado que el último año les fueron cerradas por la crisis económica o por los altos costos que implica el mantenimiento de una cuenta.
Por lo tanto el 50% de las empresas no tendrá la asistencia tan necesaria para afrontar esta crisis, siendo estas por otra parte las miles de PyME y pequeñas empresas que dan trabajo a miles y miles de argentinos.
Nuevamente entre las pequeñas empresas y los bancos el Gobierno, optó por los bancos.
Viendo esta performance del Gobierno nacional en la administración de la crisis económica financiera que incipientemente asoma, me pregunto, y la gente se pregunta, por qué tanta marcada preferencia entre la defensa de los intereses de los bancos y los intereses del pueblo en general.
Máxime en condiciones que distan de ser de carácter general y son de carácter excepcional que afectan a la vida humana, y a pesar de ello, siguen primando los intereses de las entidades financieras por sobre la gente.
Quizás todo este procedimiento esté sustentado en la impericia y mala praxis de funcionarios totalmente superados por las circunstancias, carentes de las aptitudes necesarias para el manejo de este tipo de crisis.
Nadie quiere pensar que hablamos de desidia o de desinterés ante las necesidades de los más desprotegidos, en contrapartida de maximizar los rendimientos hacia las entidades financieras.
Pero sería importante abandonar este camino que sólo nos lleva a nuevos errores, a tener que asumir nuevos costos, porque estos costos, siempre son asumidos por los mismos actores, los más débiles de cada segmento de la población.
El Gobierno debería acercarse más a ese discurso del candidato que tan fuerte tiempo atrás declamaba y que tan débil hoy se ejerce. La crisis sólo nos deja pérdidas y oportunidades.
Enfoquémonos en minimizar las pérdidas y aprovechar las oportunidades. Hoy todo nos indicaría que de lo que se carece es de enfoque.
Por José Piñeiro Iñiguez
Exvicepresidente del Citibank y Máster
en Negocios en Harvard