“Con mi esposo Luciano muchas veces pensamos en ampliar nuestra familia. Pero existen hoy un sinfín de ‘modelos’ de familia. Hoy tenemos tres hijas, Camila (19), Helena (15) y Mathilde (18). Dos biológicas y una por elección”, comentó Adriana Giménez.
Su experiencia comenzó hace tres años, cuando analizaba información en las redes respecto de procesos y procedimientos de adopción, leía respecto a mecanismos de sustitución materna, adopción de adolescentes, entre otros.
“No es que pretendiéramos adoptar porque no había quórum al respecto en casa, pero siempre pensamos en que sería una bella experiencia ser partícipes de la vida de alguien que ya hubiera comenzado su camino en este mundo y que le moviera un intenso deseo de compartir otra experiencia, y poder así devolver a la vida algo de lo que tanto hemos recibido. Pensábamos en una especie de padrinazgo, pero todo lo que había era muy frío, muy distante, sin involucrarnos realmente”, manifestó.
Así llegaron a contactarse con AFS, una organización internacional dedicada al intercambio de estudiantes a nivel global, que tiene como misión lograr la paz del mundo a través de intercambios de estudiantes.
Es maravilloso porque esos estudiantes conocerán otras partes del mundo y amarán ese espacio tanto como las familias que los reciben y conocen de su cultura.
La experiencia es diferente a cualquier otra porque “una vez que aplicás en la página ellos se ponen en contacto y si en algún lugar del mundo existe una familia que quisiera que su hijo/a viviera su experiencia en tu hogar, o sea, que tu familia se convierta en la ‘otra’ familia, entonces tenés la oportunidad única de ser padre de un modo diferente”.
En su país natal a Mathilde la esperaban sus padres biológicos, una hermana y un hermano, con quienes siempre mantuvo comunicación y a quienes “siempre estaremos agradecidos por habernos permitido ser parte de su vida”.
La familia de Adriana tuvo la suerte de ser elegida como la familia argentina de Mathilde, una adolescente de 17 años de origen noruego. Desde el inicio todo se presentaba como un gran desafío.
“Nos ofrecían la posibilidad de ser padres por un año, de una joven de Noruega, que no hablaba nada de español, que practicaba esquí, que en su comunidad es una líder juvenil, que le moviliza la defensa del ambiente, y que deseaba vivir experiencias diferentes, que ya había viajado a varias partes del mundo pero que sentía una particular atracción por Misiones”, contó.
Añadió que “lo hablamos una y mil veces en casa, no se trataba de un intercambio de semanas o un par de meses, se trataba de tener otra hija -con todo lo que ello significa e implica, por el término de un año”.
El idioma no era un obstáculo porque Camila y Helena dominan el inglés y Mathilde también, así que el primer escollo estaba superado. La segunda cuestión pasaba por definir con quién compartiría el dormitorio Mathilde. Y la tercera cuestión directamente relacionada a su educación, a qué colegio asistiría.
Mathilde llegó a Posadas junto a los demás estudiantes de intercambio. Lo hizo en micro desde Buenos Aires, el 24 de agosto de 2019. “La fuimos a esperar ya que era la única del grupo cuya familia vive en el interior de la provincia”, agregó. Los demás chicos provenientes de otros países europeos habían elegido familias en Posadas.
Desde el inicio todo fue un desafío. “Tuvimos reuniones con voluntarios de la organización AFS y se nos había designado un consejero, cuya función es acompañar en todo el proceso tanto a la nueva familia como al nuevo integrante”, comentó.
“Para su familia argentina, es un placer y un honor saber que en este momento tenemos una hija en Noruega, que continuará sus estudios allá y que pretende prepararse para ser diplomática en representación de su país”.

La organización AFS se ocupó de todos los trámites de inscripción y aceptación de Mathilde en el Colegio Nacional Amadeo Bonpland, de Oberá, donde cursó el cuarto año hasta finalizar las clases. Son jóvenes voluntarios que tienen una fuerza tremenda y no tienen sueldos, sino sólo el convencimiento de los valores que profesa AFS.
Por la particularidad de esta ciudad, Capital Nacional de los Inmigrantes, desde AFS junto “a nosotros, sus padres argentinos, decidimos que este último trayecto de su estadía lo cursara en el Instituto Carlos Linneo, cuya base cultural tiene raigambres nórdicas muy acentuadas”.
En todo lo que tiene que ver con la educación todo resultó genial, tanto la predisposición de las autoridades de los colegios como de los estudiantes que incluían en sus grupos a una nueva integrante con quien en principio sólo podían comunicarse en inglés. Mathilde se adaptó rápidamente y al final del año ya viajaba en micro al colegio y hablaba español con bastante fluidez.
En su país natal a Mathilde la esperaban sus padres biológicos, una hermana y un hermano, con quienes siempre mantuvo comunicación y a quienes “siempre estaremos agradecidos por habernos permitido ser parte de su vida”.
Por la pandemia mundial la organización AFS se vio obligada a suspender todos los programas y Mathilde regresó a Noruega en marzo. La responsabilidad con la que se realizó el regreso de los estudiantes supera cualquier imprevisión.
“Cuando todo nos asustaba o cuando surgía cualquier mínimo inconveniente, allí estaban las voluntarias de AFS para intervenir y encaminar todo nuevamente”, alegó Giménez.
Expresó que “involucrarnos tan de lleno con una adolescente proveniente de un país totalmente diferente al nuestro cultural, política y ambientalmente fue una de las mejores experiencias de nuestras vidas como familia, porque obviamente no sólo aprendimos de ella, sino que también aprendimos de nosotros mismos. Por esta razón nos sorprendió saber que éramos la única familia anfitriona del interior de la provincia, la verdad es una experiencia que no se debería perder nadie”.
Mathilde contó a su familia argentina que “le sorprende el romanticismo con que llevamos adelante algunas cuestiones. También se sorprendía y a veces se molestaba cuando a último momento se cancelaban planes porque surgían otras cuestiones. Su vida desde siempre fue muy estructurada y organizada, si se decía el sábado era el sábado, aquí decíamos sábado pero podría ser domingo, dependiendo de muchos factores”.
La participación de la joven europea en la Fiesta Nacional del Inmigrante, que se realiza en septiembre, la encontró viviendo desde adentro todo lo que es y significa la fiesta.
Mathilde contó que jamás se imaginó que en un lugar tan lejano, geográficamente, habían construido una casa típica noruega y se preservan las costumbres de su país. Con orgullo vistió un traje típico nórdico en el desfile de inauguración de la fiesta y participó en la cocina de la colectividad, fue invitada por varias familias de descendientes nórdicos a compartir tardes de domingo y otras actividades culturales.
En su entorno en Noruega se desconoce que haya una colectividad Nórdica en Oberá y que los inmigrantes tengan un rol protagónico en la construcción social local.
Sostuvo que en su entorno en Noruega se desconoce que haya una colectividad nórdica en Oberá y que los inmigrantes tengan un rol protagónico en la construcción social local.
Se llevó a su país natal no sólo el barullo de nuestros ríos y arroyos, la intensidad de la selva, sino también el aprendizaje de cómo preparar empanadas, tortas fritas, reviro y mate cocido, que aquí eran sus platos favoritos, así como los asados de los domingos.
“En Noruega comemos algo con carne, aquí comemos carne con algo”, decía mientras celebraba el plato que ubicaban frente a ella. Si alguien pregunta a Mathilde por su comida favorita señala con voz estridente: “empanadas argentinas por favor”!!!
La variedad de frutas, verduras y hortalizas existentes al alcance de la mano en las chacras de Misiones también fueron factor de admiración por su parte. El hecho de poder estacionar a la vera de la ruta a sacar limones para renovar el tereré o comer unas guayabas recién cosechadas, fue una aventura total para Mathilde.
“Para nosotros, su familia argentina, un placer y un honor saber que en este momento tenemos una hija en Noruega, que continuará sus estudios allá y que pretende prepararse para ser diplomática en representación de su país natal”, alegó Giménez.
Las empanadas argentinas son sus preferidas. “En Noruega comemos algo con carne, aquí comemos carne con algo”, decía la joven estudiante mientras celebraba el plato que ubicaban frente a ella, listo para degustar.
El vínculo y el compromiso que desde la organización AFS se genera con las familias y los residentes es permanente y para las futuras generaciones incluso.
En este sentido, en febrero Mathilde fue invitada a pasar quince días visitando a sus “tíos” radicados en Chile. Estos tíos son nada más y nada menos que la familia chilena de su tía noruega, quien hace más de quince años vivió la misma experiencia que Mathilde, sólo que lo hizo en Chile.
“Hoy nosotros tenemos familia ampliada no sólo en Noruega, sino también en Chile y en Puerto Iguazú, donde nuestra hija también fue recibida por otra familia de AFS. La red es tan amplia y el compromiso y la dedicación tan seria, que los vínculos son permanentes”, expresó.
A Mathilde no sólo le quedan padres y hermanas en Argentina, sino también tías, tíos, primos y primas, abuelos y una gran lista de amigos, todos con las puertas de sus hogares abiertas de par en par para cuando ella, sus padres, hermanos o incluso algún día sus hijos, quieran regresar o habitar el suelo argentino.
“A nosotros nos queda el orgullo de saber que el mundo es tan pequeño o amplio como el corazón lo desee. Ojalá más familias de nuestra provincia se animen al desafío, tenemos muchísimo para dar y enseñar, por este nuestro crisol de razas que riega nuestra tierra con algo tan sencillo de decir pero tan difícil de comprender: hermandad entre los pueblos”, graficó.