Un par de botines, algunos consejos, un abrigo y algo de dinero. Nada de inglés ni de danés, pero mucha ilusión detrás de un sueño.
Tenía apenas 18 años cuando abandonó Posadas detrás del que, sin saber, sería su camino. Llevaba, además, mucha convicción: sabía que su destino estaba en Europa, detrás de la pelota.
“En ese momento, sentía ganas de probar algo diferente, de salir de mi zona de confort”, recuerda hoy, 19 años después de aquella partida de la tierra colorada, Gunnar Nielsen (36).
La pelota le tenía preparada una vida totalmente diferente al posadeño, uno de los primeros futbolistas argentinos en incursionar en Escandinavia.
Coraje y convicción. Esos fueron los condimentos que lo llevaron a jugar en Dinamarca, Suecia e Islas Feroe. En aquellas latitudes, el misionero construyó su vida, jugó al fútbol, luego fue director técnico y hoy es Máster en Ciencias del Deporte y Psicología Deportiva.
“El fútbol me enseñó que nada es imposible, nunca imaginé que iba a recorrer el mundo y cambiar mi vida para siempre”, reflexiona a la distancia junto a EL DEPORTIVO, que lo contactó para hacer un repaso por su historia, desde sus inicios en Guaraní Antonio Franco y la actualidad en Copenhague. Para no perdérselo.
¿Qué recordás de tus inicios en Posadas? ¿Cómo empezaste a jugar al fútbol?
Empecé a jugar en el barrio, con amigos. En casa hay fotos mías pateando una pelota a los 2 años. Mi viejo, además de hacerme hincha de Boca, me enseñó la pasión por el fútbol. Él jugó muchos años y era conocido por pegarle a la pelota, por eso era conocido como “Yegua”. Eso de pegarle fuerte no heredé, así que tuve que aprender a colocarla, eso no estaba en mis genes…
¿Cómo arrancaste en Guaraní?
Mi viejo me llevó al club a los 6 años. Yo ya jugaba al fútbol en Guaraní, en el barrio, en la escuela y en casa con mis hermanos. En La Franja hice inferiores y tuve técnicos que me enseñaron mucho, como el profe Sergio Lotz, Telmo Gómez y Darío Labaroni. Fui parte de la gloriosa categoría 83, que además de ganar muchos títulos, nos hicimos amigos de la vida. Hasta hoy tenemos un grupo de WhatsApp que se llama “La 83”. Cada vez que vuelvo a Misiones, nos encontramos.
¿Compartiste vestuario con jugadores de renombre de La Franja?
Tuve la suerte de llegar a Primera con jugadores con mucha historia. Recuerdo a Dani Garay, Pico Salinas, Carlitos López, Sergio Sosa, Jorge Vera, Carlitos Vicente, el Polaco Franco, Manuel Dutto, Kornoski. Yo tenía 16 años y fue un placer compartir con ellos. A esa edad y con esos fenómenos, la camiseta de Guaraní siempre me quedó grande. Más adelante también tuve como compañeros a Santi González, Carlitos Kluka o el Pumita Novak. Seguro me olvido de algunos.
¿Cómo arrancaste en Europa?
A los 17 años iba a priorizar por primera vez la Estudiantina, porque todo era fútbol y ese era mi último año, y nunca había participado. Y poco antes del arranque, tuve que vender mi traje por dos mangos. Sucede que Horacio Bongiovanni y Quiqué Vidallé me consiguieron una prueba en el fútbol italiano. Así llegué al Cologna Veneta, una filial del Verona, donde tuve la suerte de conocer al rumano Adrian Mutu y tomar unos mates con Mauro Camoranesi, en esa época ídolo del club.
¿Y qué pasó?
La experiencia en Italia fue de unos meses y volví sin contrato. Me acuerdo que estaba desilusionado, aunque ese viaje fue el que me despertó. Hasta ese momento, vivía dentro de un foco, que era mi casa, la escuela y Guaraní, pero ese viaje me abrió los ojos. Ahí pude ver lo que era el fútbol profesional, la forma de vivir de los jugadores, cómo se cuidaban, cómo se alimentaban. Lo que más me impactó fue el entrenamiento táctico. Era todo un mundo nuevo. Te cuento una anécdota graciosa: ahí fue cuando me di cuenta que la mayoría de los jugadores se depilaban las piernas; al principio, me reía, pero después terminé haciendo lo mismo.
Un antes y un después…
Sí. Pero en un principio, me dolió tanto lo de Italia, que no tenía ganas de jugar y me concentré en terminar la secundaria. Y cuando lo hice, ya estaba corriendo otra vez con Guaraní. Y justo da la casualidad que Boca Juniors había llegado a Posadas para probar jugadores de 10 a 14 años, pero en un entrenamiento el Chino Benítez me vio y me dijo que le gustaba como jugaba, que hace rato no veía un jugador que jugara tan simple. Y me fui a Boca, estuve un tiempo, pero éramos como 300 jugadores a prueba. El Chino me dijo que me probara en otros clubes, en Buenos Aires, pero no me animé. Recuerdo que ahí conocí a Carlos Tevez.
Y ahí empieza el camino hacia Dinamarca…
Volví a Posadas con tres opciones, pelear por un puesto en la Primera de Guaraní, estudiar alguna carrera o ayudar a mi viejo en la agencia de autos. Ninguna era mala, pero yo sentía ganas de probar algo diferente, fuera de mi zona de confort. Entonces me contacté con un primo que vivía hace muchos años en Dinamarca y él me ayudó a contactar con el Kolding IF, de la Segunda División. Y bueno, todo se dio, el club se interesó y me mandó la mitad del pasaje. La otra mitad la junté yo. A mi mamá, Nilda, le parecía una buena idea, pero mi viejo era muy realista, me decía que no sabía hablar inglés ni danés, que tampoco había triunfado en Guaraní. Tuve que hacer un esfuerzo para pagar la mitad del pasaje, me puse a vender pastelitos con la ayuda de una vecina y después vendí unos muebles de mi habitación. Y cuando todo estaba listo, me subí al avión con una mochila, los botines y un sueño. Nunca imaginé que esa decisión iba a cambiar mi vida para siempre.

¿Cómo fue llegar a Dinamarca?
Desde el primer día en Copenhague, nada fue fácil. Lo primero que me di cuenta era de la importancia del idioma. Yo tenía 18 años y no me podía comunicar. Fue muy duro durante esos primeros tiempos. Llegué a un equipo semiprofesional, tenía que trabajar seis o siete horas y después entrenar. Me iba en bici al trabajo, una fábrica donde tenía que vaciar containers. ¡Fue muy duro! Encima hacía un frío terrible, al punto que muchas veces me tocaba pedalear en la nieve.
¿Y el fútbol?
Por suerte, los jugadores y el técnico me recibieron muy bien. El único idioma que sabía hablar era el fútbol. Igual, rápido me di cuenta que no había llegado a España y que el fútbol danés era más físico que mi trabajo con los containers. Los daneses son grandes y el fútbol es muy físico, más que nada en el ascenso. El técnico en ese momento era Richard Nielsen, ganador de la Eurocopa 1992. Él me sentó y me explicó. Me dijo que Maradona jugaba un fútbol ilógico y que los daneses jugaban un fútbol lógico, que en Dinamarca no había jugadores especiales y todos tenían que trabajar por igual, pasar la pelota rápido y jugar máximo a dos toques. En mis primeros entrenamientos, parecía alguien que nunca había jugado al fútbol. Todo era muy intenso.
La adaptación no fue fácil…
Todo ese cambio fue tan duro que seis meses después estuve a punto de volverme. Me había dado cuenta que soñar era una cosa y luchar por un sueño, otra. Estaba casi solo en otro país, no hablaba el idioma, hacía un frío terrible y encima tampoco se podía gambetear. Tuve una larga charla con mi madre, quien me pidió que siga luchando. Hoy estoy feliz por ese consejo.

¿Cómo es vivir en Dinamarca?
La vida acá es muy tranquila y linda, al punto que años atrás fue elegido como el país más feliz del mundo. Es relativamente caro vivir en Dinamarca porque los impuestos son altos, pero lo interesante es que la gente paga contenta porque ve y confía en que el sistema funciona. La gente que no tiene trabajo recibe una ayuda económica del Estado, existe la Seguridad Social. No existe la corrupción, la delincuencia es baja y la seguridad no es un problema. Mi nena tiene 6 años y se va y vuelve de la escuela en bicicleta. También hay mucho respeto en el tránsito.
Es cierto que los impuestos son altos, pero hay muchos beneficios, por ejemplo, no se paga por ir al colegio, el dentista es gratis hasta los 18 años y si tu hijo se enferma, podés faltar al trabajo sin presentar certificado médico. Todo se basa en la confianza. Los daneses son esencialmente honestos. Y eso se refleja también en la cancha….
Al fútbol se juega como se vive…
Me acuerdo que al principio yo trataba de simular muchas faltas. Y en un momento, en pleno partido, se me acerca el capitán y me pregunta por qué quería engañar tanto al árbitro. Para mí, era una picardía para sacar ventaja, pero ellos lo veían como una falta de honestidad.

¿Cómo se vive pese al frío?
Esa fue una de las cosas que más me sorprendió de la cultura danesa. El clima casi nunca es un obstáculo. No dejan de andar en bici ni hacer deportes por la lluvia o el frío. Imaginate que tienen un dicho que dice “no se trata del clima adecuado, si no de la ropa adecuada”. Me tocó jugar muchos partidos en la nieve, pero mis pies nunca se acostumbraron ¡y llega un momento en que no sentís los dedos, así que olvidate de querer pisar la bocha! Otra de las cosas que sorprenden es la bicicleta, todos tienen una y hasta los dueños de las grandes empresas van a trabajar pedaleando. Podés recorrer el país en bici, hay bicisendas por todos lados.
¿Es cierto lo de la puntualidad?
Sí, y me llevó años aprender lo de la puntualidad danesa. Lo aprendí bien gracias a mi mujer, que es danesa. Primero yo no le daba mucha importancia si llegaba un par de minutos tarde. La razón por la que la puntualidad es súper importante acá es porque la ven como una forma de respeto. Si no llegás a la hora acordada, es como que no estás respetando el tiempo del otro. En todos los equipos que jugué, había multa por cada minuto que llegaba tarde.

Jugaste en seis equipos de Dinamarca, pero también en tres de Islas Feroe y en dos de Suecia… Contanos de esos países…
En Suecia jugué nada más una temporada, así que no llegué a conocer tanto. Te puedo decir que el idioma es diferente, pero el frío es casi igual (se ríe). Me gustó mucho, es un país muy hermoso con gente muy cálida como Dinamarca. En tanto, mi paso por las Islas Feroe fue una experiencia inolvidable. Nunca había escuchado de ese lugar, ni sabía que existía. Llegué por medio año y me quedé tres años y medio. Fui el primer jugador argentino en jugar ahí, lo mismo que en casi todos los equipos de Dinamarca en los que estuve.
¿Cómo es Feroe?
Las islas son increíblemente hermosas y la gente también es muy buena. Se juega en canchas sintéticas y la mayoría de los estadios están al borde del mar. Lo más llamativo es que en verano casi no hay noche, son las 3 de la mañana y todavía es de día. Y en invierno, lo opuesto. Hay mucho viento y casi la misma cantidad de ovejas que habitantes. Feroe también es conocida porque ahí está una de las pistas de aterrizaje más peligrosas del mundo, entre dos montañas. Creo que ahí jugué mi mejor fútbol, en tres equipos diferentes. Y ahí también jugué la Copa Europea y la clasificación para la Champions League, pero como los equipos feroeces no son tan fuertes, nunca llegamos muy lejos. Lo mejor que me pasó en las islas fue que tuve una nena y que viví junto a Erik, mi hermano, quien después de la secundaria se vino a vivir conmigo.
¿Fue duro el momento del retiro?
Más o menos. Fue hace unos cinco años, tenía 31 y estaba haciendo rehabilitación por una grave lesión de ligamentos cruzados. Y ahí tuve la posibilidad de empezar a hacer la carrera de técnico. En ese momento no tenía pensado ser DT, pero después de casi un año afuera de las canchas, volví a jugar y me di cuenta que cada vez me costaba más llegar a mi nivel de antes. Cuando mi contrato se terminó, me ofrecieron ser técnico y jugador. Y así, despacito, empecé mi retiro. Jugué muy feliz mi último partido con la camiseta del FC Sonderborg, que es el equipo más grande de la ciudad en la que hoy vivo, en el sur de Dinamarca.

De la cancha al banco…
Así es. Y luego fui técnico de la Sub-19 y luego de la Primera del Sonderborg. Y a la par de mi carrerea futbolística, había empezado a estudiar para terapeuta psicomotriz. Después hice la especialidad y un Máster en Ciencias del Deporte, en Psicología Deportiva. Y bueno, hace medio año me tomé una pausa como DT de alto rendimiento. Necesitaba probar algo nuevo y disfrutar de los fines de semana con mi familia. Ahora soy técnico una vez a la semana del Sub-7, donde juega una de mis nenas. Hoy en día tengo un trabajo donde uso todo lo que aprendí tanto en mi carrera como en la universidad para motivar e inspirar a la gente a rendir mejor y encontrar su propósito.
¿Cuál es tu mejor y peor recuerdo en Europa? ¿Y en Guaraní?
En Dinamarca, mi mejor recuerdo es cuando hice el gol más importante de la temporada en el Kolding IF. ¡Era el clásico contra el FC Fredericia! Ellos ascendían con el empate y nosotros descendíamos. Íbamos 0-0 y en el minuto 90 hago un golazo de volea. Y eso nos salvó del descenso. Otro recuerdo lindo es cuando jugando en Islas Feroe logramos clasificar para jugar la Copa Intertoto de la UEFA. Ahí jugamos en el estadio nacional de Suecia, en Estocolmo. Fue algo inolvidable. Y lo peor acá, sin dudas, fue cuando me rompí los ligamentos.
Y en Guaraní, tengo muchos, porque crecí jugando ahí, con mis amigos. El mejor fue cuando me puse por primera vez la camiseta, para jugar un amistoso contra Universal de Paraguay, tiré un caño y todo el estadio me aplaudió. Y lo peor fue una final contra Tigre, en Villa Sarita, peleando el ascenso al Argentino B. Perdimos esa final y nos gritaron de todo, yo salí tan triste que lloré todo el camino a casa.
¿Qué es lo que más extrañás?
La familia y los amigos. Un rico mate con mis hermanas, un asado con los amigos, un partido de fútbol 5 con los pibes del barrio o un abrazo de mi mamá, que no tiene comparación. Esas son las cosas que más duelen cuando pienso en la distancia. Ahora las redes sociales achicaron un poco el mundo y estar en contacto es un poco más fácil…
¿Te imaginabas toda esta carrera cuando estabas en Guaraní?
Siempre fui un soñador, pero creo que si en aquel momento venía alguien y me decía que iba a vivir en Dinamarca, del fútbol, que iba a lograr un Máster en una universidad de allá, que iba a tener una mujer danesa, las tres nenas más lindas del mundo, jamás lo hubiese imaginado. La verdad es que nunca imaginé que el fútbol me iba a llevar a recorrer el mundo, a enseñar tanto y a cambiar mi vida para siempre. Creo que conseguí todo eso porque me animé a salir de mi zona de confort y por mi constancia. Soy un luchador y un agradecido.
¿Qué es el fútbol en tu vida?
El fútbol me enseñó que nada es imposible. Cuando decía que quería jugar en Europa, muchos me decían que me busque un sueño que sea real. Después, cuando empecé a estudiar acá, muchos me dijeron que iba a ser imposible. No vine a jugar al Barcelona y me hice rico. El fútbol no me hizo rico económicamente, pero sí en experiencias y sabiduría. Por eso siempre digo que el fútbol es como una llave que me abrió muchas puertas, que me enseñó el poder de la constancia, de nunca darse por vencido, de levantarse y seguir luchando. El fútbol fue una llave para mí. Y cuando la llave no funcionó, aprendí a derribar puertas. Soy un agradecido al fútbol, porque me dio más de lo que nunca imaginé.

La familia
“Me casé con una danesa y tengo tres nenas. Mi mujer conoció Misiones y le gustó mucho, le sorprendió nuestro clima, que pasa de una lluvia con truenos y relámpagos a un terrible sol”, contó Gunnar a EL DEPOR. “A mis nenas les encanta escuchar de Argentina, están orgullosas de su sangre”, confió el misionero.
¿Volver?
“Por ahora, no tenemos pensado instalarnos en la Argentina, cuando tenés hijos ya no es tan simple”, contó Gunnar, aunque dejó deslizar un sueño: “Como hincha de Guaraní, algún día me encantaría ser parte de un proyecto y dirigir a La Franja junto a mi hermano. Quizás el día de mañana, quién dice”, se ilusionó.
Coronavirus: “el tema está complicado acá”
Como el resto del mundo, Dinamarca tampoco escapa a la pandemia de coronavirus que afecta al planeta. En ese sentido, los últimos datos oficiales indicaban que en aquel país había 2043 infectados y 475 muertos.
“El tema está bastante complicado acá, Dinamarca se convirtió en uno de los países de mayor crecimiento de infectados después de Italia. Y se paró todo: se terminó el fútbol, cerraron las fronteras, las escuelas están en pausa y la gente trabaja desde su casa”, explicó Gunnar a EL DEPORTIVO.
El brote fue de tal magnitud que la propia Reina de Dinamarca salió a hablarle a la población. “Ella solo habla una vez al año, el día de año nuevo, así que imaginate”, resaltó.
Pese a todo, Nielsen explicó que “lo bueno es que los daneses hacen caso y están todos en su casa, le dan mucha importancia a todo ese tema y a cuidarse. Y el Gobierno lanzó un plan para ayudar a las empresas por las pérdidas”.