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El femicidio de Fidencia Estela Arapayú (48) fue descubierto durante la mañana del martes 14 de mayo. Durante una semana sus hijos y allegados la buscaron junto a efectivos de la Unidad Regional IX por calles, montes y trillos de Jardín América, sus parajes y colonias. Incluso su esposo Lotario Pablo Puzin participó de los operativos aportando datos donde podría encontrarse.
Este hombre de 55 años y preparado para múltiples oficios de chacra y mecánica, aguarda hoy detenido que se defina su situación procesal, expediente que lo tiene como único acusado y con pocas (o casi nulas) chances de evitar un juicio oral y público por homicidio triplemente calificado, por alevosía, vínculo y femicidio.
El fiscal Jorge Francisco Fernández el 30 de marzo pasado emitió su opinión sobre el cierre de la instrucción del caso y su elevación a juicio. El magistrado coincidió con las actuaciones desplegadas por el juez Sena y solicitó que la causa sea elevada a debate.
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Como es habitual, la defensa recurrió la decisión y solicitó que se le quite al menos uno de los agravantes y se considere la emoción violenta como combustible de lo que el propio Puzin confesó ante el juez en indagatoria: que mató a Arapayú e intentó ocultar el crimen arrojando el cadáver a una cámara séptica, en el mismo predio donde convivían en Colonia Oasis.
Según fuentes consultadas por PRIMERA EDICIÓN, el expediente puede considerarse cerrado, tiene todos los testimonios judicializados, las pericias e informes de los investigadores policiales completas y los análisis de laboratorio clave finalizado y que corroboran la participación del presunto femicida.
Las muestras enviadas a Biología Forense, dieron positivo y los rastros tomados a herramientas ratificaron que fueron utilizados para matar a Arapayú y ocultar su cadáver, pero también los hisopados relevados tras los estudios con reactivo luminol a la vivienda donde fue masacrada a golpes la víctima, entre la noche del lunes 6 y madrugada del martes 7 de mayo del año pasado.
Arapayú fue encontrada sin vida una semana después de denunciada su ausencia por Puzin, dentro de un pozo ciego. Estaba descomponiéndose dentro de un resumidero de agua y desperdicios y la conmoción alcanzó no sólo a los hijos y demás familiares de la mujer, también vecinos y los propios uniformados que la buscaron durante una semana fueron atrapados por el espanto de tanta violencia.
Fidencia tenía la cabeza abierta a golpes, medía 1,55 metros de alto, tenía la tez trigueña y las manos curtidas de ama de casa, de una madre que crió niños y adolescentes, labró la tierra y que durante los últimos días visitaba al médico en Jardín América para finalizar los estudios que le permitieran operarse la vesícula, malestar que arrastraba hace varios días.
En la cama, en su cartera, hasta en la billetera el luminol dio positivo al rastro humano. Pero también se encontraron restos en el patio y en torno al pozo.
Con la colaboración de bomberos policiales y tras el olfato de los perros de rastreo fue cavado un pozo a un costado de la pesada tapa de concreto y varillas de hierro, un cuadrado de 1,50 metros por lado y quince centímetros de espesor. Descubrieron el hueco y el hedor se dispersó hasta casas vecinas.
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Lotario Puzin fue detenido y el viernes 17 de mayo, tres días después del hallazgo, se quebró en su indagatoria judicial: “Por miedo a Dios y para que mis hijos no vieran lo que hice”. Aseguró que asesinó a su esposa porque se sentía “celoso y sospechaba” que ella inició una relación sentimental paralela.
El agricultor, changarín y mecánico detalló en el juzgado de Jardín América todo lo que recordaba del crimen, también sus acciones posteriores para intentar encubrirlo, entre ellas acompañar a los policías en la búsqueda con vida y rastrillaje de Fidencia.
“El lunes a la tarde la fui a buscar a Jardín América por varios lugares pero no la encontré”, manifestó Puzin, como parte de su recorrido presuntamente ya furioso porque lo que su esposa le aseguró era ir al médico porque tenía que terminar los estudios clínicos para operarse de la vesícula, él sospechaba era una excusa para encontrarse con otro hombre.