El presidente Alberto Fernández descartó días atrás que se esté trabajando en la fabricación de un nuevo billete de $5.000. “Fue una idea que circuló, pero no lo vamos a hacer”, dijo.
Sin embargo, de acuerdo al diario La Nación, el nuevo billete de $5.000 está muy avanzado: ya se compraron el papel y las tintas, algo en lo que el Estado puso alrededor de nueve millones de dólares. Costará casi $6 por unidad, su diseño está terminado, están definidas cuáles son sus medidas de seguridad y el cronograma de entrega.
De esta manera, la primera partida debería estar en manos del organismo que conduce Miguel Pesce a mediados de junio. Luego, el timón de la entidad monetaria definirá si lo pone en la calle y contradice al Presidente.
Ambos tienen una presión adicional, ya que la pandemia cambió la relación de la gente con el dinero, por lo que el público se refugia en “el físico” y aumentó la demanda. Dicho de otra manera: si no circula la nueva denominación, podría faltar dinero.
Todo comenzó el jueves 16 de abril, cuando el directorio del Banco Central aprobó la creación del nuevo billete de $5.000 a través de la resolución 158. Al día siguiente, la entidad le envió instrucciones a Casa de Moneda para que le pase un presupuesto y ponga en marcha los trámites con vistas a la provisión de los insumos necesarios.
La nota del Banco Central también establecía las características del nuevo billete. Tendrá en el frente las imágenes de Ramón Carrillo, el primer ministro de Salud de Juan Perón, acompañado por Cecilia Grierson, la primera médica argentina. En el reverso se recorta la figura del Instituto Malbrán.
El Banco Central también especificó las fechas de entrega: deben llegar 20 millones de billetes en junio, 60 millones en julio, la misma cantidad en agosto y otros 60 millones en septiembre.
El cronograma dispuesto por la autoridad monetaria inquietó a toda la cadena dedicada a la producción. En la práctica, desde que se piensa el papel hasta que está en la calle suelen pasar seis meses en cualquier lugar del mundo.
En la Argentina, ese record lo tiene el de $500, con el Yaguareté, que se aprobó en enero de 2016 y comenzó a circular en junio de ese año. El de $5.000 debería achicar esos plazos a dos meses y medio.
La intención de la entidad monetaria era lanzar la nueva denominación a mitad de año, pero hubo una contraorden política para frenar la puesta en circulación. Fuentes al tanto de la discusión le atribuyen ese pedido a Cristina Kirchner.
En el pasado, la vicepresidente fue reacia a aumentar la denominación de los billetes bajo el argumento tácito de que evidenciaban la inflación y aumentaban la expectativa de aumento de precios.
Pese a la negativa de la política, el BCRA siguió con el plan inicial para hacerse un stock del nuevo papel. Junio y fin de año son los meses clave en materia de aprovisionamiento de dinero. La Argentina imprime unos 900 millones de billetes al año, el doble que Chile y poco menos de la mitad en comparación con Brasil.
La cantidad y la nominación de los billetes a imprimir los define el Banco Central con base en complejos análisis de las proyecciones económicas. Es por eso que diversas fuentes consultadas consideran improbable que el Gobierno pueda evitar usar el papel con la nueva denominación cuando se profundice la demanda de dinero.
Fuente: La Nación