Edilberto Ramón Goncalves Leiva era buscado desde noviembre de 2018, luego de que según la Justicia de Paraguay matara de doce puñaladas en la manzana 4 del barrio Ita Paso de la ciudad de Encarnación a Laura Godoy, su expareja. Un vecino lo vio huir, Laura misma gritaba por auxilio.
Poco después fue trasladada a un hospital local, donde murió por sus extensas heridas. Así, los policías de Itapúa salían a buscarlo, un comisario daba entrevistas, hablaba de búsquedas intensas, creían que Edilberto estaba por la zona, refugiado por una hermana.
Laura, de 26 años, tenía un hijo. Hubo marchas para que Goncalves Leiva aparezca. “Justicia para Laura”, decía la bandera roja de su familia, que desplegaban en las pequeñas movilizaciones que hacían sobre la tierra colorada del barrio Ita Paso. Edilberto tenía un pedido de captura de Interpol en su contra, pero una circular roja puede pasar sin problema alguno entre los poros de la Triple Frontera.
Mientras tanto, se difundían fotos del sospechoso, del presunto femicida, canchero y sin remera tomando sol, en el púlpito de una iglesia evangélica, su cara era viral. Edilberto, por su parte, sólo tenía que inventarse otra vida.
La división Búsqueda de Prófugos de la Policía Federal lo detuvo el 16 de abril pasado, lo encontraron en el barrio Piedrabuena en Villa Lugano. Fue enviado a una celda en el edificio que la PFA tiene en la calle Madariaga, en la misma zona, ayer se esperaba que fuese trasladado a Tribunales en medio de la pandemia.
Edilberto, descubrieron los investigadores, se había armado otra vida literalmente, pero con los datos de la vida de otro. Goncalves Leiva se hacía llamar Cristian en los papeles, con el número de DNI de un hombre misionero del mismo nombre, un padre de familia radicado a menos de 150 kilómetros de Encarnación.
Los registros previsionales delatan la maniobra: hasta marzo de este año, Cristian tenía trabajo en una empresa de transporte. Edilberto, con ese nombre y DNI, también: en febrero de este año entró como albañil en una constructora con oficinas en la calle Tucumán del centro porteño.
A más de mil kilómetros de distancia, Cristian de Misiones tenía otro trabajo a su nombre, con aportes incluidos.
La jugada es un tanto insólita: durante años, los prófugos de países vecinos cruzaron de forma legal o ilegal al país, algunos acusados de delitos brutales, lograron incluso tener un DNI argentino, trabajos en blanco también.
Que un prófugo internacional consiga trabajo con un documento usurpado es ciertamente novedoso. La madre de Laura fue la clave para atraparlo. Tenía información de dónde podría estar el asesino de su hija.
Se comunicó de manera directa con los detectives, había escuchado que tenía parientes en el barrio La Victoria de Monte Grande, que podían refugiarlo.
Así, se siguió la pista que llegó hasta la villa Zavaleta en Barracas, donde Edilberto tenía a dos hermanas. Una de ellas se había mudado al barrio Piedrabuena en Villa Lugano. Fue allí donde lo encontraron.