Vino el patrón y dijo que era el último día. Que el aserradero cerraba y que nadie iba a cobrar un peso, porque Hermosilla, el dueño, iba a vender las máquinas y el terreno. Así, los 14 obreros se quedaban sin laburo. En negro, sin sindicato ni nada, no quedó mucho por hacer. Se llevaron lo que pudieron. Todos vivían en la colonia. Nadie sabía bien qué hacer. Llegaba diciembre. A la semana, un par de camiones se llevaron todo. El aserradero que durante 20 años había dado trabajo a estos hombres, se convirtió en un desierto de aserrín y troncos viejos.
Valdir alcanzó a llevarse un par de herramientas que encontró en el galpón, una red de pescar y una vieja guitarra que alguien había olvidado. Cuando llegó a su rancho esa tarde, le explicó todo a Luciano, su hijo de 12 años. Vivían solos.
El río estaba cerca, atravesando un trillo en el monte. Esa misma noche fueron a la costa a ver a Ricardiño, el pescador. Él ya estaba al tanto de todo lo del aserradero.
– No te voy a vender canoa, pero pueden usar cuando quieran. Entiendo lo que pasa.- dijo Ricardiño.
Valdir y su hijo pescaban día y noche. Sin dinero, esas bogas y surubíes garantizaban la comida diaria. Si la pesca era buena caminaban la picada y cambiaban los pescados por mandioca, fruta, unos porotos. Con los meses las familias se fueron yendo. No quedaba casi nadie. El Cambá Montiel y Calixto Cardozo se fueron a Virasoro con sus gentes. El polaco Petroscki decidió instalarse en lo de su suegra en San Vicente. Otros a tarefear al sur. El que podía vendía su terreno o dejaba a alguien al cuidado. Pasaron los meses. Valdir aprendió, a fuerza de hurgar en su memoria algunas viejas enseñanzas de un tío musiquero y de las indicaciones de Ricardiño, a tocar en su guitarra unas polquitas y chamamés. Era un instrumento derruido, cuyas cuerdas de nylon tenían añares.
Cuando Luciano cumplió quince le dijo a su padre que quería irse.
-A Posadas- dijo.
Valdir debió aceptar. Sabía que no podía acompañar a su hijo en esa aventura. Con 57 años y sin estudios, sólo sería una carga para su hijo en la ciudad. Luciano había llegado sólo hasta quinto grado pero tenía una fe ciega en conseguir trabajo en Posadas. Dormiría en cualquier parte hasta conseguir algo.
El día de la partida, Valdir sintió un ardor punzante en el pecho y comprendió que pasaría mucho tiempo hasta volver a ver a su hijo.
Cada noche, al volver del río, acariciaba su guitarra. A veces cantaba. A veces lloraba. A veces silbaba. A veces pensaba en ir a Posadas a buscar a Luciano, que pese a haberlo prometido, no volvía.
Pasaron los años. Valdir siguió pescando para sobrevivir. Pero por alguna razón, dejó de tocar la guitarra.
Luciano ya tenía 22 años. Llegó al rancho de su padre en un Renault 12. No lo encontró. Bajó hasta el río. Desde la costa divisó la canoa distante. Aguardó.
Al retornar de su pesca, Valdir distinguió la figura de su hijo en la orilla. Remó con fuerzas, llorando.
Bebieron vino y conversaron hasta tarde junto al fuego. Luciano traía buenas noticias. Le habló de una casa, un trabajo, una mujer y un hijo. Un nieto de Valdir. Luego fue hasta el auto y volvió con un regalo. Era una guitarra criolla. Marca Romántica. Nueva. Valdir la sujetó, la observó en detalle.
-Tocá papá.
Valdir comenzó a rasgar un chamamé. Luciano lanzó un sapucay. Las estrellas proyectaban sus siluetas sobre el río y tenues olas movidas por el viento nocturno susurraban en la arena.
El rasguido surgía cristalino. Luciano miraba las manos de su padre sobre aquellas cuerdas nuevas. La mirada de Valdir se perdió en la oscura correntada. La leña crujía al fragor de la lumbre.
Cuando Valdir dejó de rasgar, Luciano sonrió y palmeó el hombro de su padre.
-Cuando amanece papá. Ni bien clarea, nos vamo de acá- le dijo.
Valdir no dijo nada. Comenzó a tocar de nuevo. Una polca alegre que Luciano le había escuchado tocar mil veces.
Cuento inédito. Forma parte, de Descubiertero, libro de inminente publicación.
Por Sergio Alvez
El autor
Sergio Alvez nació en Posadas, Misiones, en 1979. Es periodista y escritor. Entre los años 2003 y 2013 trabajó en el diario Primera Edición, donde fue redactor, cronista y corresponsal de pueblos. Es colaborador estable de las revistas Sudestada y Hecho en Buenos Aires. En 2016 publicó “Urú con otros relatos”, un libro de cuentos que fue llevado al lenguaje audiovisual a través de una serie web homónima protagonizada por el actor Nicolás García Hume. En 2020 editó “Descubiertero”, otro libro de relatos.