Por Saxa Stefani Irizar
Psicólogo, investigador y docente
La ilusión del territorio
Problemas que en otros tiempos históricos quedaban circunscriptos o limitados a una región o comunidad específica, tienen hoy un alcance global y repercusión inmediata debido a la velocidad con la que funciona la comunicación en red.
Hablamos permanentemente del comercio, el turismo o el entretenimiento “globalizado”, pero este término se habrá resignificado para siempre después del golpe planetario que ha supuesto la aparición del nuevo coronavirus.
La salud, la economía, el mercado de trabajo o los movimientos sociales -entre otros aspectos- ya no pueden ser pensados exclusivamente dentro de la esfera local ya que interactúan y están sujetos a lo que pasa en el resto del sistema.
Estar pendientes de los conflictos foráneos a la hora de tomar decisiones estratégicas ha pasado de ser una elección a convertirse en una necesidad. Ya no existen “territorios” sino una gran aldea global interconectada.
La ilusión de la estabilidad
Sentirnos seguros/as ante la complejidad y la amenaza que representa el mundo externo (lo que pasa afuera) y el mundo interno (lo que pasa dentro) es un principio psicológico básico: construimos entornos de estabilidad en lo personal, grupal y social como forma de reducir la ansiedad; pero su equilibrio suele ser frágil.
Frente a episodios de crisis -como el actual- esa vulnerabilidad puede quedar al descubierto, desarrollando efectos negativos visibles en nuestras dinámicas de trabajo, en la dependencia de las relaciones y afectos humanos o en nuestra salud, por ejemplo.
Hemos comprobado, dolorosamente en muchos casos, que la supuesta estabilidad cotidiana de cualquier orden es en realidad, una ilusión.
La ilusión de la individualidad
Otra de las ilusiones caídas es la creencia de que podemos hacer frente a las crisis solos, estar desconectados de los demás y no sufrir las consecuencias de lo que pasa en nuestro entorno. Esta crisis nos ha demostrado que no podemos solucionar problemas complejos de forma aislada: no poseemos ni toda la información, ni todo el saber, ni toda la capacidad para solucionar los problemas que enfrentamos. Necesitamos de los demás, sea a nivel personal, grupal o social.
No estamos recortados de nuestro medio ambiente, sino que formamos parte de él. Lo que le sucede al entorno, nos sucede y nos afecta directa o indirectamente. Y esto se aplica a todos los ámbitos humanos, desde la economía, el desarrollo científico o el bienestar de las personas.
¿Qué aprendizaje podríamos
ganar de todo esto?
A menudo confundimos la construcción social de la realidad como un robusto y sólido sistema sin percatarnos de que al estar basadas en estas ilusiones de territorio, estabilidad e individualidad, penden de un frágil equilibrio destinado a quebrarse bajo ciertas circunstancias.
La razón por la que existe el malestar social está dada no tanto por la naturaleza conflictiva del ser humano con su entorno, sino más bien por su falta de adaptabilidad a una realidad que es inestable, compleja y variable. En escenarios de crisis, las circunstancias se nos imponen con inmediatez y crudeza, revelando formas insuficientes, ineficaces e ineficientes para resolver los conflictos.
Como resultado, las ilusiones se caen, el espejismo se desvanece y nos sumimos en un gran desconcierto con pérdidas graves en nuestra salud emocional pero también en nuestra economía y dinámicas sociales, puesto que estaban sujetas a una falsa idea de estabilidad.
El peligro de volver a la casilla de salida
Frecuentemente escuchamos aquello de “nueva normalidad”. Nuestra forma de vida probablemente no será la misma, su falta de eficacia quedó en evidencia. Pero existe el peligro de que la nueva normalidad vuelva a llevarnos al punto de partida y reemplazar el antiguo espejismo por otro.
Nosotros preferimos, en cambio, el término “nueva realidad”, donde los conceptos de universalidad (influencia glocal), variabilidad (constante cambio) e interconectividad (participantes y relaciones diversas), cobren sentido y ayuden a rediseñar un escenario social donde sea posible alcanzar un mayor bienestar común a largo plazo.
Al decir esto, no ignoramos los profundos efectos negativos que la situación pospandemia genera, con un mayor endeudamiento de las economías, aumento en los niveles de pobreza y desigualdad social, así como el deterioro de la salud psicosocial en amplios sectores de la población.
Sufriremos, sin dudas, las consecuencias de un sistema poco adaptativo y frágil, pero estaremos en un momento histórico propicio para repensar críticamente nuestros modos actuales de organización social, generar nuevos conocimientos interdisciplinarios y, posteriormente, aplicarlos en forma de nuevas herramientas en beneficio de los ciudadanos.
No podemos gestionar con éxito
lo que no comprendemos bien
La propuesta de las tres dimensiones -entender sobre qué impacta la crisis- y el punto de equilibrio – aprender cómo gestionarla-, es fundamental para resolver los dilemas con validez, legitimidad y apoyo de los representantes y una opinión pública bien informada.
En anteriores entregas, hemos expuesto que para entender esta crisis necesitamos un enfoque multidimensional, y propusimos tres áreas distintas para identificar, analizar y gestionar adecuadamente la crisis: la dimensión psicosocial, la dimensión socioeconómica y la dimensión sociosanitaria.
Entendiendo correctamente el problema evitamos caer en la trampa salud vs. economía. Ésto nos llevará a preguntarnos (y contestar) acerca de cuáles son las capacidades socioeconómicas y sociosanitarias disponibles para responder de la forma más efectiva posible, relacionando lo local con lo global, lo micro con lo macro.
Los representantes encargados de la gestión reconocerán así, la importancia de contar con equipos de trabajo interdisciplinario (mesas de expertos) y participación ciudadana para diseñar un punto óptimo de equilibrio para afrontar las crisis desde la perspectiva más objetiva y beneficiosa posible en cada momento.
Finalizamos con este sexto y último artículo, la serie dedicada a la crisis originada por la pandemia del COVID-19. Esperamos haber ayudado -tanto a lectores interesados en la problemática como a personas involucradas en la gestión pública- a entender la complejidad de los aspectos implicados y disponer de más herramientas de análisis a la hora de generar sus opiniones sobre el tema.