La Asociación civil Murga del Monte se constituyó el 9 de junio de 2000, y en el 2003 comenzó a funcionar con carácter de Persona Jurídica. Tiene la misión de mejorar la calidad de vida de individuos de la comunidad utilizando diferentes actividades artístico-comunitarias, como herramientas fundamentales e integradoras. Se constituye como una organización afianzada, con amplio reconocimiento comunitario. Sus propuestas vienen acompañadas del éxito a partir de una tarea sostenida, sensible e inspiradora.
Los años de trabajo permitieron a la Asociación llevar adelante una serie de acciones de relevancia en la sociedad. Brindar talleres abiertos y gratuitos, cientos de personas de diversas edades, estratos y sectores de la comunidad, han participado de los talleres de teatro, orquesta, canto, música, plástica, títeres y circo, entre otros. Participar de fiestas populares como la de San Antonio, San Juan, del inmigrante, carnaval, celebraciones a las cuales concurren millares de personas y en las que la Murga del Monte participa año a año.
Se destacan por crear y producir obras teatrales con temáticas e identidad regional, en plazas barriales, escuelas y diversos espacios de la ciudad, de otras localidades de la provincia, el país y el Mercosur. En estos años, más de 500 vecinos se animaron a actuar y miles de personas concurrieron a ver obras de teatro de vecinos. Con la adquisición del espacio propio, se dio lugar a funciones de músicos, bailarines, teatreros, y afines.
Esto ayudó a generar un flujo activo de público que se habituó a concurrir al Galpón de la Murga. Además, el grupo asistió y colaboró en eventos de carácter solidario, organizados por diferentes sectores de la población, comprometiéndose de esta manera aún más con la realidad de la comunidad. “Estoy en la murga desde el primer día, desde la primera reunión. Ese momento ya fue mágico, nos juntamos en el ex-Ipica, espacio que hoy corresponde a la Casa de la Cultura del Bicentenario. Ese primer encuentro fue convocado por la Facultad de Arte y Diseño, la Municipalidad, un poco impulsada también por el Instituto Nacional del Teatro que en ese momento tenía un proyecto de Fomento, y por supuesto el grupo de teatro comunitario de la Murga de la Estación.
Fuimos varios vecinos, como 30 personas éramos, calculo que algunos convocados por las propias organizaciones y otros que fueron más a curiosear, la gente que estaba ahí ya era de diferentes edades, condiciones sociales y experiencias”, rememoró Carina Spinozzi, directora de la Murga.
Admitió no saber “con qué expectativa fue cada uno, sólo recuerdo que la Estación mostró lo que se pretendía, contando un poco de la experiencia propia y la de Buenos Aires, después nos pusimos a jugar, a integrarnos. Creo que muchos entendieron que había espacio para todos y a otros les pareció imposible que esa propuesta pudiera dar frutos artísticos reales, creo que generó diferentes impactos. Ya había visto un espectáculo en Posadas, justamente el grupo de la estación con ‘Misiones Tierra Prometida’ y a mí ese espectáculo me despertó un interés absoluto, me resultó increíble, realmente me conmovió, no había visto nunca algo así, nunca había visto tanta gente en vivo en un escenario divirtiéndose, haciéndome llorar. Desde ese primer momento dije, yo quiero hacer eso. Cuando la convocatoria llegó fue la oportunidad”.
A partir de ese momento se fueron sucediendo las cosas muy rápido. El primer año venían a trabajar desde Posadas, Liliana Daviña, Alba Lugo, Marcelo Reynoso y Carlos Nieva. “Uno de nuestros debuts sociales fue en un espacio que nos dejó la Estación en la Fiesta Nacional del Inmigrante donde presentamos: La murga de los cocineritos. Fue increíble y muy impactante, pero cuando hicimos de Yerbal Viejo a Oberá, en el galpón Ex-Ipica, entendí la magnitud del proyecto, estaba fascinada, como sigo fascinada hoy con todo esto”, relató.
“Después de 20 años veo el proceso como la crianza de un hijo, al poco tiempo de trabajar con nosotros Liliana (la directora en ese momento) con intenciones claras de formar equipo me convocó a mí y a otros para ser sus colaboradores, años después trabajé en la codirección y hoy soy yo misma la que trabajo en equipo con varios coordinadores para poder llevar adelante este proyecto. Siento como si en algún momento crecimos y nos independizamos, pero los grupos de teatro comunitario nunca estamos solos, el vínculo con los demás y el apoyo desinteresado está siempre presente, como una familia muy grande”, agregó.
Para Spinozzi, la clave del éxito de la Murga está en las emociones que despierta, un colectivo maravilloso, generado por tantas individualidades que potencian el valor en sí mismos. “El tipo de lenguaje que se utiliza. Las temáticas que se abordan vinculadas a la sociedad, al contexto, a los intereses y también utilizar recursos populares para mostrar y demostrar y eso, no está en detrimento de la calidad del espectáculo, por el contrario se cuida y se busca profesionalizar cada vez más sin perder el encanto de lo colectivo y popular”, acotó. En lo personal, “es mi espacio político, podría decir mi espacio creativo y de expresión.
A mí, el teatro comunitario me enseñó que es posible una sociedad diferente. En este pequeño mundito de 50 o 60 personas vamos contracorriente todo el tiempo, demostramos que se puede estar entre generaciones, que nos podemos escuchar y valorar, que hay cosas que son mucho más importantes que el dinero, el poder, la apariencia, somos solidarios, nos importa el otro. Eso para mí es de una carga política impresionante, creo que si la experiencia de la cultura comunitaria se trasladara a la sociedad en general estaríamos mucho mejor”, reflexionó.
“Los logros fueron muchos, con mucho esfuerzo, el camino estuvo lleno de alegrías, de amor, de satisfacciones y también de tristezas, de sillas tentadoras que invitaban a parar. Sin embargo, acá estamos, con un espacio propio, llenos de proyectos nuevos y ansiosos por crear más, dar más. Hace poco dijimos que el único techo que nos interesa es el del Galpón, para que no tenga goteras, porque los vecinos, el teatro, la música, el proyecto en sí, no tiene techo.
Sólo seremos lo que podamos imaginarnos y deseemos lograr, nosotros y los que vengan detrás”, subrayó. Pablo Gargano fue uno de los primeros integrantes, luego director, y hoy, radicado en Posadas sigue siendo parte, con un sentido de pertenencia intacto. “Estoy en Posadas desde el 2015, sigo ligado a la murga. Hago diseño, colaboro lo que puedo en comunicación desde acá. Además mis hijos y mi madre están en la murga que para mí es una parte muy importante de mi vida. Aprendí mucho ahí y di mucho y eso también es bueno, es parte de ser. Me siento integrante de la murga”, confesó.
Reconoce al espacio por su capacidad de brindar posibilidades de expresión sin distinguir patrones. “Creo que por un lado la dinámica de trabajo es atrapante, solidaria, colectiva, cada uno aporta lo que sabe y todos los saberes son válidos y valiosos. Por otra parte es un espacio en el cual expresarse, como hay pocos. Además de actuar, cantar, tocar instrumentos, en la Murga del Monte podés ser protagonista, y no sólo de la ficción, sino de tu propia historia, tenés la posibilidad de contarle de manera artística a tus vecinos lo que te pasa, lo que sentís, lo que querés. En el teatro comunitario todos los días un compañero te sorprende”, señaló. Y sobre el éxito que lograron desde su primera obra dijo: “Creo que es porque las obras son reflejo de la comunidad, porque el público se ve, se apropia de las problemáticas, porque en realidad son suyas desde antes. El público ve en los actores personas como ellos, ve a su vecina, a un nieto, a la maestra que está en otro rol y lo hace con pasión”.
Mirtha Monge, licenciada en Historia, integrante de la Junta de Estudios Históricos de Oberá y del grupo que investiga los orígenes de Campo Ramón, es otra de las pocas integrantes que está desde el primer día. “Es parte de mi vida. Es un lugar que me permite crear, recrear, enseñar, aprender. Un lugar donde me encuentro con otros, que pueden ser muy distintos a lo que soy. Diferentes edades, diferentes oficios, profesiones, actividades, se encuentran en la Murga, expresión artística por naturaleza. Los primeros años ensayábamos dos veces por semana, son los mismos días y horarios que mantenemos. En estos días de cuarentena hacemos un paréntesis de los encuentros presenciales, pero seguimos trabajando, en actividad”, confió.
Jubilada hace tres años de la actividad docente, luego de 32 años de trabajar en todos los niveles de la educación, reparte su tiempo entre el teatro, la orquesta comunitaria, la historia, familia y amigos. Pararse hoy a observar el camino recorrido no puede menos que remover emociones. Recordó que el debut fue nada más y nada menos que en el escenario de la Fiesta Nacional del Inmigrante. “Deambulamos muchos años, pasamos por donde hoy está la Municipalidad, el garaje de la familia Villamea, otro salón por calle Rauch, cerca de la Facultad de Arte, hasta que finalmente se pudo concretar la compra del espacio que hoy tenemos, nuestra casa.
Es decir que recorrimos bastante hasta encontrar nuestro lugar. Siempre fuimos un grupo muy numeroso. Muchos pasaron, otros permanecieron, pocos quedamos a lo largo de estos veinte años”, celebró. Una característica importante es que es una actividad que también se puede hacer en familia. “Tuvimos varias, yo pude compartir con mi hijo Gustavo, desde niño hasta su adolescencia, fue una gran satisfacción hacer una de las cosas que más me gusta con la persona más importante. También compartí con mi sobrina Fiorela.
En las obras tratamos de contar de recrear la historia, costumbres, usanzas de nuestra comunidad. Hechas desde el humor, reflexión. El Galpón no es exclusivo del teatro, está proyectado como espacio multicultural. Los niños mimados son el grupo de títeres y la orquesta comunitaria. También este Galpón fue declarado de interés histórico por la Junta de Estudios Históricos de la ciudad de Oberá”, repasó.
Sentimientos esenciales para el ser humano cobran vida en el ser de los murgueros obereños. “Para mí es amistad, alegría y también tristezas. Compartimos muchísimas cosas, muy gratificantes, parejas que se conformaron, hijos que nacieron, a los que vimos crecer. Recibimos estudiantes de otros lugares, con varios compartimos luego la alegría de las graduaciones.
Los sueños y logros personales de cada integrante. También momentos no tan felices, donde vimos alejarse a algunos compañeros, otros que debimos despedir, que como digo se fueron de gira a otros soles. Eso es la Murga, es la vida. Está hecho por vecinos y para los vecinos, sin requisitos más que las ganas de pertenecer y permanecer”, reflexionó.