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Cuestión de fe. En eso se basa Lautaro Hengemulher (19) para mantener vivo su sueño, el de vivir del fútbol. Tras jugar dos años en las inferiores de Patronato de Paraná, el jugador misionero volvió a casa, pero apenas por un tiempo: ya tiene todas las fichas puestas en Estados Unidos, de donde vino la oportunidad de jugar al fútbol universitario -soccer, dirían por aquellas latitudes- y estudiar una carrera.
“Lo importante es la fe y, después, poner de lo suyo, que es 90% de esfuerzo y el resto, de talento. Estoy agradecido a Dios por la oportunidad, porque siempre que se cierra una puerta, se abre otra”, explicó Lautaro a EL DEPORTIVO, mientras perfecciona su inglés y acomoda los bolsos: si la situación sanitaria lo permite, en agosto emprenderá camino hacia Norteamérica.
Ante este Diario, el defensor oriundo de Alem contó en detalle su carrera, periplo entrerriano incluido, y los sueños que le esperan en Estados Unidos, donde beca de por medio buscará estudiar y recibir, sin dejar de lado la ilusión de la redonda y, por qué no, llegar a la Major League Soccer (MLS), la Primera de aquel país.
¿Cómo empezaste con el fútbol?
Empecé cuando tenía 5 o 6 años. Tenía mis amigos del barrio Tera Alem. Mi generación está marcada por jugadores como Messi o Ronaldinho. Y ya un poco más grande, empecé a jugar para el Club Atlético Iguazú. Soy hincha de Boca Juniors.
¿Siempre soñaste con vivir del fútbol?
Desde siempre, desde chiquito, me gusta el fútbol. Es un camino difícil y hay que tener mucha fuerza de voluntad. A los 13 años me puse la meta de entrenar, hacer gimnasio y probar. Cuando estaba en la secundaria fui a algunas pruebas de Boca, Central y Newell’s, que venían a Posadas o Aristóbulo del Valle. Iba y no quedaba, entonces me sentía frustrado. Hasta que un día, en mi escuela, hablando con el profe de Educación Física, él tenía contactos con gente de Patronato de Paraná. Eso fue en 2016, yo tenía 16 años. Y a fines de noviembre, me largué solo en cole y me fui allá a probar.
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¿Cómo fue esa prueba?
Llegué allá de madrugada, no conocía nada, con miedo. Allá me recibieron Juan y Agustín Paniagua, que también son de Alem y estaban jugando en el club. Y al otro día era la prueba. Había entre 300 y 400 chicos, una locura. En la prueba puse todo de mí, como juego de central o lateral derecho, tuve que patear a alguno (se ríe)… tenés que dejar todo en la cancha. La verdad es que pensé que no quedaba, pero terminó la prueba y vino el captador de talentos a decirme que yo y un chico más habíamos quedado.
Ahí arrancó toda una experiencia…
Sí, y desde el comienzo, porque el captador de talentos me confirmó que había quedado pero me dijo que no había más lugar en la pensión. Ahí con el otro chico que quedó, que era de Corrientes, nos acomodamos y bueno, con mucho de fe, salimos adelante…
¿Cómo es la vida en las inferiores de un club de Primera?
No fue nada fácil adaptarme. En enero de 2017 comencé la pretemporada en la Sexta. Para mí, significó alcanzar una meta que parecía imposible, la recompensa después de tanto esfuerzo. Imaginate llegar allá sin familia, sin nadie conocido. Siempre le agradezco a Dios por esa oportunidad. Y en cuanto a lo deportivo, era entrenar en triple turno, gimnasio incluido, a ese ritmo durante dos o tres meses hasta el inicio del campeonato. Realmente fue difícil adaptarme en lo físico. El nivel al que yo estaba en Alem era amateur y allá esos chicos jugaban torneos de AFA. Los entrenamientos son larguísimos y primero no aguantaba, pero me fui acostumbrando.
¿Pudiste jugar contra clubes importantes?
Sí, mirá, como saco diferencias con mi altura, porque mido 1.84, y me pude adaptar, ya el primer partido de AFA fui de titular ni más ni menos que contra River Plate. Encima ese día, como el predio del club estaba ocupado, jugamos en el estadio Presbítero Grella. La verdad es que estaba muy nervioso y no pude dar lo mejor de mí, pero ahí empecé a ver cómo se manejan las tácticas en ese nivel, cómo es la presión, que es algo impresionante. Es difícil de explicar en palabras, pero fue la mejor sensación de mi vida. Estar en un estadio, en el vestuario, pasar por el túnel, ver gente en la tribuna, que te aplaudan. Para mí fue toda una experiencia nueva, algo único.
Una experiencia inolvidable…
Sí. Y después jugué contra Estudiantes de La Plata, contra Quilmes, contra Boca Juniors, contra Unión de Santa Fe, que debuté de lateral derecho…
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Sos hincha de Boca… Ese fue un partido especial…
Jugamos el 28 de agosto de 2017 (se ríe), me acuerdo el día y todo. Y fue inolvidable, no sólo porque perdimos 5-1. Ese día enfrenté a jugadores como Marcelo Weigandt y Agustín Obando, que ahora están en Primera; además de Facundo Colidio, que jugó en el Inter de Italia y actualmente está en Bélgica. Fue un partido especial, me acuerdo que en el vestuario el entrenador nos dio un mensaje muy alentador, porque Patronato tiene mucho sacrificio y en Boca quizás las cosas son diferentes. Arrancamos ganando 1-0, pero nos lo dieron vuelta. Cerca del final, entró para ellos un delantero que tenía 1.90, no sabía cómo marcarlo. Terminé triste por la derrota pero contento porque fue algo único para mí.
¿Por qué dejaste Patronato?
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Fueron muchas cosas. Primero, uno sufre mucho emocionalmente. Yo nunca llegaba tarde a los entrenamientos, tenía buenas notas en el colegio, iba siempre al gimnasio. Mi día arrancaba a las 6 y terminaba a las 22. Siempre respeté eso porque me rendía. Y es importante eso en el deporte de élite, hay que tener mucha fuerza de voluntad. Pero todo ese desgaste me empezó a afectar porque no veía los resultados, es decir, no me sentía valorado. Y sobre el final de la temporada, cuando avisan a los chicos que siguen o que quedan libres, hablé con el coordinador. Yo nunca tuve representante ni nada de eso. Y eso es clave. “Así se maneja el fútbol”, me dijo. Y eso me destruyó. Me sentía estancado, así que decidí volver.
¿Cómo surgió lo de Estados Unidos?
Bueno, en 2018 me vine a Posadas para estudiar Ingeniería Química, siempre sin dejar de entrenar y hacer gimnasio, aunque ya por mi lado, sin club. Y el año pasado, hablando con una amiga de mi iglesia cuya hermana es becada y juega al tenis universitario en Estados Unidos, descubrí que esa era una posibilidad de estudiar y cumplir el sueño de mi vida. Ese mismo día lo contacté a Pulga Damus. Lo primero que hicimos fue conseguir videos que, por suerte, tenía de mis partidos contra Boca, River, Atlético Tucumán y otros. Y al poco tiempo empezaron a llegar las ofertas. A fines de 2019 llegó la de una universidad cristiana, la Dakota Wesleyan University, en Dakota del Sur. Me contacté con el reclutador de la universidad y es un argentino, un tucumano que fue a hacer lo mismo que voy a hacer yo y se quedó a vivir allá.
¿Qué sabés hasta ahora de allá?
En Estados Unidos no existen las universidades públicas, allá la gente hipoteca su casa para que estudien los hijos. Imaginate que el costo anual de una universidad es de 35 mil dólares, sin becas. Entonces yo voy por una beca deportiva y otra social. Le pedí a Dios que sea una beca completa. Y se está cumpliendo de a poco.
¿Ya tenés listo el viaje?
La primera posibilidad es en agosto, pero todo depende de la cuestión sanitaria por el coronavirus. Y si no se puede ahora, la otra opción es enero. Mientras tanto, sigo estudiando inglés y trabajo en el centro de estética que abrimos con un amigo acá en el centro. No quiero arriesgar mi salud por irme seis meses antes. Si no tengo salud, no puedo jugar al fútbol ni estudiar.
¿Cómo imaginás tu vida allá?
Imagino que será muy similar en cuanto a que voy a trabajar, estudiar y entrenar al mismo tiempo. Después de todo lo que viví, por ejemplo, en Patronato, me di cuenta de que todo eso me preparó para esto. Cada día agradezco a Dios por esta oportunidad. Todos los días tengo que luchar por mi sueño. Y además del fútbol, tengo pensado estudiar allá Administración de Empresas y Comercio Exterior.
¿Soñás con jugar en la MLS?
El sueño está siempre. Y ese sueño lo dejo en manos de Dios. Pero hoy puedo decir que el sueño de poder vivir del fútbol está vivo.
¿Qué es el fútbol para vos?
El fútbol es algo maravilloso, no puedo expresarlo con palabras. Te da oportunidades muy lindas en la vida. El fútbol siempre fue todo para mí y mantengo mi sueño intacto. Es que el fútbol te abre muchas puertas, pero tenés que estar preparado. Por eso, yo no me baso hoy ni en mis habilidades, ni en mi talento, ni en mi trayectoria, sino en el propósito de Dios. Ese es mi enfoque.