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Desde pequeña, Rosana Nartovski quería ser parte de las Fuerzas y “cuando conocí el trabajo de Gendarmería Nacional y vi su prestigio, me decidí. Me apasioné por la Institución que es maravillosa”.
Por eso, ni bien finalizó el secundario se presentó en el Escuadrón 9 de Oberá y consultó los requisitos de inscripción. Todavía recuerda aquel día, cuando tuvo el papel en las manos: lo miró por un largo rato y contó cada uno de los pasos que debía realizar.
En ese momento, “era muy costoso para mi familia. Los gastos que implicaban los estudios médicos y los materiales, pero no dudaron en hacer hasta lo imposible para que yo pueda viajar y realizar lo que tanto anhelaba. Tengo mucha suerte de contar con familiares que siempre estuvieron cuando los necesité”.
La convocatoria fue en marzo del 2008, fue a la “Escuela de Suboficiales Cabo Raúl Remberto Cuello”, ubicada en Jesús María, provincia de Córdoba. Allí, realizó el curso de gendarme, por tres meses y medio. Para Rosana “fueron los meses más largos de mi vida, nunca había estado tanto tiempo lejos de mi familia y sentía mucha presión de no fracasar. Cuando salí de mi casa me planteé no dejar el curso, valorar el esfuerzo de mis padres. Me había preparado muchísimo con anterioridad y dí mi mayor esfuerzo para recibirme”.
Y lo logró: “egresar representa uno de los tantos recuerdos hermosos que tengo de mi carrera, no podría explicar la satisfacción y la alegría que sentí en ese momento”.
Su primer destino fue la Sección Vial San Pedro de Jujuy. Allí estuvo un año y medio hasta que llegó la convocatoria para el curso de mecánico de aviación. “Las vacantes no especificaban si era para ambos sexos o solo para personal masculino. Lo único que nos dijeron es que nunca habían ido mujeres, que presentemos los papeles y esperemos a ver que nos decían; me inscribí junto a una compañera y las dos quedamos convocadas”.
En enero del año 2010, viajó y se instaló en Buenos Aires, donde realizó el curso en la Escuela Sargento Cabral del Ejército Argentino. Recuerda que se presentó sin tener conocimientos sobre mecánica, de ningún tipo, solo con las ganas de superarse y con la pasión por la aviación.
Siempre me inspiró mi familia, me inculcaron que a pesar de que hay tiempos difíciles siempre se puede estar mejor, que me supere y por sobre todas las cosas que haga lo que me gusta”.
Egresó en diciembre del 2011, y no sólo alcanzó su meta, sino que además se convirtió en la primera mujer mecánico en aviación.
Con la especialización y las técnicas obtenidas, fue destinada a la Agrupación Aviación de Campo de Mayo, donde adquirió experiencia trabajando en los talleres de mantenimiento.
Durante la entrevista con Revista SextoSentido, contó que “cuando me presenté a trabajar en aviación era la única mujer en el taller, al principio se me hizo un poco difícil pero la verdad que nunca me sentí desplazada o dejada de lado por ser mujer. Trabajé duro para ganarme mi lugar y ser vista con las mismas capacidades que el mecánico hombre, considero que puedo hacer el mismo trabajo que un masculino, nunca tuve problemas en ensuciarme, meter las manos en aceite o grasa, levantar cosas o cualquier tipo de trabajo dentro de mantenimiento de aviación. Aunque tengo que reconocer que en algunos trabajos se me hace difícil estar a la altura por el hecho de la fuerza, esto no significa que en los trabajos que requieren mucha fuerza no participo, siempre estoy metida para dar una mano. Tengo mucho que agradecer, desde Buenos Aires hasta la Sección en la cual estoy actualmente”.
En el 2013, fue destinada a la Sección Operativa de Vuelo Río Gallegos después de casarse con Víctor Manuel Galvan, quien pertenece a la Banda Militar del Ejército Argentino. “Desde ese momento viajé en dos oportunidades a la Escuela de Especialización de Aviación para las especializaciones”.
“Lo que más me apasiona de mi profesión son las inspecciones de mantenimiento, trabajar en las aeronaves. En particular el helicóptero, realizar los cambio de componentes, la limpieza de toda la máquina y cualquier trabajo que requiera al momento que ingresa al taller. Participar de la inspección y al final el vuelo de mantenimiento, para corroborar que todo está bien”.
No existen los imposibles
Rosana nació en San Vicente y se crió en la chacra, a pesar de amar ese lugar decidió seguir sus sueños. “Siempre estaré agradecida con mi familia que me apoyó para que hiciera lo que me gusta. Cuando decidí salir, no sólo de casa sino que de mi provincia para ser gendarme, ellos estuvieron presentes y celebraron conmigo. Ahora que soy esposa y madre quiero que mis hijos estén seguros que nada es imposible, que busquen hacer lo que les gusta sin importar los obstáculos, que siempre podrán contar con mi apoyo y más que nada, quiero que se sientan orgullosos de su madre”.
Por
Susana Breska Sisterna
Lic. En Comunicación Social
[email protected]
Fotos Gentileza: M. Rebolledo// v. Tresguerres de Zorro Colorado Producciones//
Agradecemos a Aeroclub Río Gallegos.