Por: Norma Graciela Tarragó
Dedicada a mis primos hermanos
Los primos nos reunimos en el salón, Julio Horacio nos dijo que teníamos una misión que cumplir, las misiones de Julio, siempre eran muy importantes y la de hoy era increíble. ¡Descubriríamos a Papá Noel!, ¡con las manos en la masa!
Él lo tenía todo planeado, según sus cálculos de otras navidades (él ya tenía 8 para recordar), los regalos aparecían ni bien sonaban las doce campanadas. Eduardo, Nani y Yo seguiríamos las órdenes sin errores, Julio insistía que de eso dependía el éxito o el fracaso del asunto.
-¿Y Sergio? –Preguntó Eduardo
-Es muy chico para esto – respondió Julio Horacio muy serio.
Como Julio era el único que sabía leer la hora, él nos avisaría cuando debíamos ir a la sala a vigilar el arbolito. Debíamos estar atentos.
A la hora convenida nos metimos en la sala y nos escondimos detrás del sillón. La ventana que daba a la calle estaba abierta. -Por ahí va a entrar -afirmó Julio. Y a mí la verdad me dio un poco de miedo, enfrente vivía “Dalila”, el señor amigo del hombre de la bolsa, y no quería que me vea haciendo nada malo.
Eduardo y Nani pensaron lo mismo y aunque Julio insistía en que no iba a pasar nada, los tres nos fuimos a la pieza de la abuela que quedaba al lado y nos escondimos detrás de la puerta. Como la abuela tenía una casa rara, que mamá llamaba chorizo; desde ese lugar, por el agujerito de la puerta, se veía la sala y estábamos a salvo de Dalila.
Eduardo no se quedaba quieto, todo el tiempo se acomodaba de nuevo y todos teníamos que cambiar de lugar porque él no veía bien. Yo tampoco la verdad, el agujerito era chico y éramos cuatro. Encima Nani comía un turrón y las migas me ensuciaban mi vestido blanco que papá me dijo que era hermoso.
De pronto, empezamos a escuchar que nos llamaban, no sé qué sería tan importante, para que la tía Betty y la tía Chichi, gritaran nuestros nombres. Ninguno se movió, mirábamos fijamente la ventana, según Julio ese era el momento.
-¡Chicos!, ¡Chicos! -, gritaban mis tías.
-¡Norma! –llamó mi papá y la situación fue terrible, no quería dejar de mirar, pero desobedecer a papá me preocupó y me distraje.
-¡Ahí está! -dijo Nani -¡lo veo! Todos quisimos ver, pero el colmaba todo el espacio, -¡Salí!, ¡Salí! –decíamos mientras lo empujábamos, pero Nani, no se movía.
-¡Eso no es cierto! -, dijo Julio que era el único que no empujaba
-¡Más vale que sí! –afirmó Nani -, con la cara llena de migas -¡Vos porque no lo viste!.
Eduardo y yo miramos por la puerta, pero yo no vi nada, Bueno, si, vi a mi mamá y a mi abuela y al montón de regalos. Eduardo enojado, abrió la puerta del escondite y preguntó a los gritos. -¿Y Papá Noel?. La abuela se asustó un poco, pero cuando todos salimos, nos dijo que Papá Noel recién se había ido.
-¡Vieron! -, dijo Nani- ¡Les dije!.
Eduardo se largó a llorar de la bronca y yo un poco de ganas tenía.
-¡No es cierto!, Abuela decile que no es cierto – reclamaba Julio enojado
La Abuela miró a Julio y le dijo ¿porque decís que no es cierto? Nani no es un mentiroso, si él lo dice yo le creo. ¡Qué suerte además!, no todos los niños pueden ver a Papá Noel en persona.
-¡Y yo lo ví! – Dijo Nani, pavoneándose orgulloso.
La autora
Nació en Posadas, capital de Misiones, Argentina. Cursando la primaria en la escuela Nº 1 Félix de Azara y el bachillerato en La Normal Mixta EEUU del Brasil de la misma ciudad.
Estudió Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de Misiones incursionando en la literatura y la poesía, hace algunos años.
Participó en 1996 en una selección de autores argentinos, ganando el segundo premio en poesía y estudió con Olga Zamboni formando parte del libro ¨Cocina de Taller¨ del año 1997
Publicó en junio del 2018 su primer libro personal ¨Cuentos del Bosque y La Ciudad¨ apostando a la idea de contar cuentos para niños en rima, porque le pareció una forma diferente de conectar a los pequeños con el idioma y el arte.