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Después de varios meses en Europa, el futbolista misionero Agustín Coronel regresó a Misiones y tuvo el ansiado reencuentro con su familia. La vuelta a casa estuvo llena de obstáculos y fue estresante, pero finalmente llegó a destino y tendrá varios días para disfrutar con sus seres queridos antes de emprender el regreso a Suiza.
Agustín (22) vivió toda una experiencia futbolística y de vida en Locarno (Ticino), una ciudad pintoresca que por contraste tiene la triste realidad que se está viviendo en el mundo con el coronavirus. Está ubicada a diez kilómetros de la frontera con el norte de Italia, una de las zonas rojas a nivel mundial al inicio de la pandemia.
El misionero vivió en primera persona los efectos del devastador virus, estuvo en una zona complicada y es por eso que su regreso temporal a Misiones se convirtió en una verdadera odisea que duró días. Ya con su familia y después de cumplir las dos semanas de aislamiento, el futbolista se animó a un mano a mano con EL DEPORTIVO y contó su experiencia en el Viejo Continente.
Llegar a la provincia no fue una tarea fácil. Requirió varios trámites, testeos y mucha paciencia. “El regreso no fue una travesía linda. Fue muy cansadora, con demasiadas horas. Fue estresante por la cantidad de testeos que me realizaron y por la cantidad de papeles que tuve que rellenar en el consulado. Tuve muchos controles en Europa, pero también en el camino a Misiones”, aseguró el futbolista que, en el camino, tuvo que pasar por Zurich, de ahí a Milan hasta llegar a Roma, donde quedó varado por dos días a la espera del vuelo a la Argentina.
Fue un viaje agotador, pero Agustín siempre saca lo bueno de sus experiencias y aprovechó ese tiempo para conocer lugares históricos. “Viéndolo del otro lado, también hay cosas que marcan tu vida porque por ejemplo en esos dos días que estuve en Roma esperando el vuelo pude visitar el Coliseo y el Vaticano. Son cosas que uno nunca se olvida”, valoró el joven que una vez en Buenos Aires tuvo que esperar el colectivo dispuesto para los repatriados.
Así inició nuevamente otro largo recorrido, ya que el autobús tenía como destinos previos otras ciudades como Córdoba y Santa Fe, por lo que se extendió la llegada al destino. Finalmente, con otro misionero que viajaba a Santo Pipó, optaron por alquilar un auto y así llegó a Misiones.
Pero la trama no terminó ahí, pues si bien tenía todos los papeles en regla, incluso los exámenes médicos que le realizaron, Coronel tiene su domicilio en Buenos Aires, de cuando jugaba en Arsenal de Sarandí. Por ese motivo, no pudo avanzar en el puesto de control de San José, en el acceso a Misiones. Después de varias horas, finalmente el futbolista pudo hacer contacto con sus padres (Sergio y Sandra) y ellos fueron al rescate. En fin, un viaje que no debería haber pasado de 18 horas pasó a durar más de tres días.
Una vez en su domicilio de Garupá, Agustín se reencontró con el resto de su familia, sus hermanos Tobías, Gimena y Antonella, y no ocultó su alegría. “El reencuentro con mi familia fue algo hermoso y muy esperado. Por todo lo que está pasando en el mundo y al estar lejos uno valora más todo”, sostuvo.
La pandemia fue algo que golpeó al mundo en todos los aspectos y prácticamente nadie quedó exento de los efectos colaterales. Para Agustín, el coronavirus tuvo mucha incidencia tanto en su objetivo personal como en el de su equipo, Solduno FC. Es que este conjunto que milita en la Tercera División del fútbol suizo estaba a pocas fechas de lograr el ascenso a la Segunda.
Faltaban pocos capítulos en juego y eran punteros de una de las zonas (son dos y los dos líderes consiguen el pasaporte) con cuatro puntos de diferencia de su escolta. Todo estaba encaminado para celebrar el mayor hito de la historia del club, pero la pandemia golpeó con todo. Primero el certamen quedó paralizado y hace dos semanas la Federación Suiza dio por finalizados los torneos, quitándole la posibilidad de subir de divisional.
“El fútbol quedó paralizado como en todo el mundo y en Solduno pegó más fuerte todavía porque el torneo, en el que estábamos punteros y a punto de ascender, se dio por terminado y se tendrá que empezar de cero. Nos dejaron sin la chance de ascender. Fue un golpe anímico tanto para los jugadores como para el cuerpo técnico porque teníamos la esperanza de llegar a la meta en junio. Ahora tengo todo agosto para disfrutar de mi familia y amigos y en septiembre volvemos al ruedo a poner todas las fichas en lograr el objetivo del ascenso”, destacó.
Sobre su país adoptivo, Agustín aseguró que es muy diferente al nuestro en lo que respecta a costumbres y educación. Resaltó la belleza de sus paisajes y admitió sentirse muy cómodo. “Suiza tiene una cultura muy linda, muy diferente a la nuestra. Una educación que la hace única y paisajes de los que decís ‘hay que ver para creer’. Por suerte me tocó estar con buena gente y me siento muy cómodo con ellos. Soy muy agradecido por todo esto”.
Más allá de estar atravesando un buen presente en Europa, el misionero no olvida sus raíces y afirma que al “fútbol argentino no lo cambia por nada”. Reveló que tuvo propuestas de Guaraní y Crucero del Norte, y que le gustaría mucho jugar acá, pero primero quiere asegurar su futuro. Por el momento se siente bien en Solduno, pero advirtió que lo tentaron para jugar en el fútbol de Bulgaria e Israel. De concretarse una transacción, sería lo ideal para su economía y para cumplir uno de sus anhelos: ayudar a progresar a su familia.
Agustín ahora piensa en disfrutar lo máximo posible con sus seres queridos y, pese a codearse con jugadores de talla como Jeison Murillo, jugador de la Sampdoria y de la Selección de Colombia; Gonzalo Maroni, exjugador de Boca Juniors y de la Selección Argentina Sub-20; Gastón Ramírez, de la Sampdoria y de la Selección de Uruguay; Fabio Quagliarella, que jugó en la Juventus, Napoli, Torino y la Selección de Italia, entre otros; y Kevin-Prince Boateng, quien fue compañero de Lionel Messi en el Barcelona, nunca perdió la humildad que lo caracteriza y destacó que justamente eso es uno de los valores inculcados por sus padres.
Para cerrar, Agustín valoró “el apoyo” incondicional de su familia y subrayó que para triunfar hay que “estar preparado” porque con “esfuerzo y sacrificio todo llega”.
Con la pelota a todas partes
Agustín Coronel nació el 6 de abril de 1998 y dio sus primeros pasos en el fútbol con Almagro, cuando tenía 4 años. En ese entonces vivía en Miguel Lanús y entrenaba en la cancha del Campus de la UNaM.
Pasó por algunos clubes de barrio y finalmente desembarcó en Guaraní Antonio Franco, donde se formó y jugó desde los 6 hasta los 12 años. Y luego vino La Picada, con Chumpi Benítez como entrenador.
Luego surgió la chance de probarse en Independiente. Lo hizo y quedó, pero un cambio de dirigencia en el medio modificó los planes. Así llegó la posibilidad de jugar en Arsenal de Sarandí, donde estuvo varios años e incluso fue dirigido Sergio “Huevo” Rondina, pero no llegó a debutar en Primera. Del club del Viaducto lo cedieron a préstamo por seis meses a un elenco de La Pampa y al momento de su regreso, el Arse le rescindió el contrato.
Por esas vueltas que tiene la vida, el destino le tenía preparado un camino lejos de casa y así llegó a una prueba en Italia. Real Vicenza lo albergó por unas semanas y allí jugó amistosos con equipos de la Serie A como la Fiorentina, Cagliari, Sassuolo y Sampdoria.
Pero había más sorpresas. En esas pruebas estaba presente el presidente de FC Solduno, un modesto club de la Tercera de Suiza, quien quedó encantado con las habilidades del argentino y fue así que desembarcó en Ticino, cuidad que se transformó en su nueva casa.