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A principios de los 90, los conceptos de agroecología y bosques comestibles empezaron a abrirse camino en el corazón de Rulo Bregagnolo, ambientalista y fotógrafo. No sólo como una posibilidad, sino como un forma efectiva de vida, en armonía con la naturaleza.
“Comenzamos con el grupo Ecologista Cuñá Pirú, se promovía la plantación de árboles frutales en las plazas. Dediqué toda mi vida a la militancia ambiental ya que vengo de una familia donde predomina el amor por el medioambiente”, explicó Bregagnolo a PRIMERA EDICIÓN.
Finalmente, en 2016 su pareja, la nutricionista Romina Graf, lo alentó a tomar la decisión de dejar todo atrás y emprender un estilo de vida relacionado al alimento sano y libre de agroquímicos, el respeto a la biodiversidad, la sinergia de los sistemas ecológicos, la empatía y la energía.
Desde hace cuatro años, la pareja reside a las afueras de la ciudad de Aristóbulo del Valle, “compramos una propriedad cuyo suelo fue mal trabajado; mucha quema, agrotóxico, erosión. Pasó el tiempo y es placentero ver el cambio en nuestra tierra. Si bien fue mucho esfuerzo recuperarlo lo hicimos sin agroquímicos”.
Desde hace dos años y medio el suelo se encuentra prácticamente recuperado y la pareja se autoabastece de lo que le da la tierra; vegetales y frutos, crecen en sus tierras sin la utilización de agrotóxicos: “El suelo me está dando todo”.
Pero además, Bregagnolo indicó que; “tras realizar un relevamiento de qué frutos tiene la selva hemos plantado muchos árboles frutales y con los frutos preparamos dulces nativos”.
Compartir saberes
Para el ambientalista, “es importante resaltar el gran desafío de trabajar la tierra sin agrotóxicos, con buenas prácticas ambientales todo es posible y principalmente, con voluntad y esfuerzo. La naturaleza es tan generosa que si respetás a las aves, ellas se encargan de sembrar las semillas que nutren este concepto de bosques comestibles, más allá del hecho de que nosotros cada vez que salimos a caminar vamos arrojando semillas de frutas nativas por todos lados”.
Estos saberes, además, son compartidos con los vecinos: “Alentamos a las personas a que se sumen a esta iniciativa de comer sano y saludable”.
Bregagnolo, quien se ha especializado en el cuidado del suelo y la plantación de huertas, sostiene que “no necesitamos nada de químicos para restaurar la tierra, sólo respetamos el ciclo natural y listo. Su sabiduría es magnífica”.
La vivienda donde residen se construyó, exclusivamente, con los recursos que nos brinda la tierra: “Con madera y piedras, que son la base de la casa. Cumple con todos los parámetros ambientales en cuanto a ventilación, iluminación y aislamiento térmico que se realizó con tetra pak reciclado, un ejemplo de reutilización”.
Además, cuentan con un sistema de captación de agua de lluvia en las canaletas y tanques, “nos permite reutilizar el agua para riego, lavado y huerta. Todos los techos se aprovechan”.
Vivir en armonía
“Somos una familia laburante que se propuso dejar de lado cosas superficiales, no tenemos lujos más que disfrutar de un buen mate y de la selva, es nuestra lectura de la vida”, simplificó el ambientalista.
Esta apuesta, a la agroecología “es porque sin duda es un modo de vida que nos lleva a la armonía con la naturaleza. Nosotros queremos contagiar estás prácticas para que la gente pueda aplicarlas en la chacra, que sepan que están a un paso y es cuestión de tomar la decisión. La naturaleza nos demuestra que todo lo regula, ella ponen los límites de qué es bueno y qué no, porque no hay mejor Universidad en la vida que nuestra amada naturaleza”.