¿Cuál es nuestra actitud hacia aquellos que consideramos diferentes? Diferentes en su credo, diferentes en su nacionalidad, diferentes en su color de piel, diferentes en su medio social, diferentes en sus ideas. Todas somos iguales, pero diferentes. Todos somos uno.
Cada uno de nosotros desde el lugar que nos tocó en la vida vamos en busca de la experiencia o ella viene a nuestro encuentro.
Hay lugares difíciles, hay otros luminosos, algunos oscuros o intensos, lo que si sé es que a nadie le toca más de lo que puede soportar porque lo que nos toca nos viene de lejos, de nuestra herencia, de nuestro sistema familiar, de nuestros ancestros.
Venimos como grupo de almas y resonamos con el grupo. Es sistémico. Cada uno ocupa un lugar único en ese sistema, producto de todas las acciones anteriores y germen de lo que vendrá.
El lugar que ocupamos siempre es una bendición y está no solamente al servicio propio sino que está al servicio de la continuidad de la vida en nuestro sistema familiar y a su vez nuestro sistema familiar también estará aportando, sumado a otro sistema, a la totalidad de la evolución de la vida, de la especie, de las relaciones.
No estamos solos, venimos en grupos a relacionarnos como grupos y a contribuir a la evolución.
¿Pensamos que evolucionamos solos? ¿Sería eso posible?
¿Sería posible vivir sin relacionarse? y al relacionarnos inevitablemente nos influenciamos unos a otros. Algunos van primero, otros después, pero todos vamos al mismo fin y con la misma estructura. Nacemos, vivimos, nos relacionamos y morimos.
El tema es cómo lo hacemos, cómo vivimos, cómo construimos y cómo luego nos desapegamos de todo para la entrega final, que siempre va en resonancia con la forma que vivimos y al amor que fuimos capaces de dar.