Los niños pasan por épocas en las que les encantan y fascinan sus pequeñas “diferencias” y otras en las que intentan esconderlas a toda costa, por la presión de sentirse identificados con compañeros en la escuela o con los hijos de los amigos de los padres.
Muchas veces los padres erróneamente comparan a sus hijos no sólo con sus hermanos sino también con los hijos de sus amigos.
La verdadera cuestión en este asunto es ¿qué pretendemos conseguir los padres cuando comparamos a nuestro hijo con otros niños o con sus hermanos? ¿Estas comparaciones los motivan o los destruyen?
Por una parte, estos padres buscan motivar a sus hijos a tomar como modelo a alguno de sus hermanos mayores, o a ese compañero y amigo de clases y se comporte como esa otra persona, de tal modo que adquieran esa habilidad, conducta, o cualidad que los padres consideran que es buena y puede ser útil para su hijo.
# Destruir su autoestima
Al compararlos, les estamos dando a entender que sus cualidades no son válidas, y que las cualidades que valoramos son aquellas que ellos no tienen, y que sin ellas no son suficientemente buenos.
Esto puede hacer que los niños se sientan inseguros, inútiles, menos queridos, dificultando la adquisición de una autoestima saludable y una gran brecha emocional.
#Fomentamos la envidia entre hermanos
Los niños perciben esa comparación como que el amor de los padres entre los hijos se reparte en función de esas cualidades, que los padres admiran en uno hijo sí y en otro no.
Esto crea envidias y celos entre los hermanos que pueden despertar muchas peleas entre ellos, lastimando para siempre su relación en muchos casos y dividiendo así la familia.
Cada niño es único, tiene sus propias cualidades y habilidades. Tenemos que hacerles saber a nuestros hijos que les aceptamos tal como son con sus virtudes y sus aspectos de mejora, pero que los aspectos a mejorar no influye en nuestro amor por ellos.
Es por ello que te invito a reflexionar y a cambiar ese modelo de comparaciones en nuestros niños.
No podemos cambiar la forma como nos educaron a nosotros, pero sí podemos modificar el patrón y evitar ese daño a nuestros hijos.