Por: Sergio Dalmau
Más de la mitad de las personas tiene miedo de perder su empleo y una de cada cinco asegura que su sueldo no le alcanza para llegar a fin de mes. Estos datos no son al azar ya que fueron reflejados en la última encuesta realizada por el Observatorio Social de la Universidad de la Matanza. Si bien este informe estuvo enfocado en reflejar cuáles son las principales preocupaciones de los argentinos en este momento de pandemia, sus resultados otra vez reafirmaron lo que viene sucediendo casi todos los años, sin importar el Gobierno o la ideología política.
Viendo estos índices me atrevo a asegurar que las crisis económicas ya son tan argentinas como el mate o el dulce de leche. Hace décadas convivimos con un cúmulo de problemas estructurales, que van configurando nuestra forma de ser. Aprendimos a convivir con el estrés de ser argentino y quizás hoy, aunque el mundo se sorprenda, muchas situaciones ya están normalizadas.
El estudio realizado por el Observatorio Social de la Secretaría de Medios y Comunicaciones de la universidad reveló que el 36,1% de los encuestados admitió que tuvo que achicar gastos en su situación económica personal o familiar.
Otro dato inquietante es que el 16,9% admitió estar endeudado y tan sólo dos de cada diez afirmaron que el ingreso que tienen les alcanza para vivir. Acerca de las expectativas sobre la economía personal y familiar, el 47,4% estima que dentro de un año estará peor, y apenas el 21,9% considera que su situación económica mejorará en los próximos 365 días. A su vez, consultados sobre el tiempo que le llevará al país un proceso de recuperación, el 57,2% cree que llevará más de dos años, y el 23,4%, entre uno y dos años.
Si bien nadie puede negar que la situación que actualmente estamos atravesando es particular y global, en muchos casos simplemente sirve como una excusa para justificar nuestra recurrente normalidad. La clase trabajadora que (sobre) vive con lo que gana mensualmente, ya no piensa en grandes inversiones sino en que no aparezca algún imprevisto que pueda complicar aún más la situación. Se vive el día a día y llegar a fin de mes representa todo un desafío.
Como si fuera poco, a un país que venía golpeado, le llegó la pandemia del coronavirus. Como consecuencia directa de las medidas de aislamiento que ya llevan más de cinco meses, cuando termine el año, según las mediciones de los principales analistas, la pobreza se ubicará entre 55% y 60%, la inflación rondará el 40% anual y el Producto Bruto Interno tendrá una histórica caída de entre 13% y 14% aproximadamente. Estos índices, que anticipan una crisis inédita para nuestro país, no son más que la punta de un iceberg que comenzó a formarse hace años. Salvo por escasos períodos de tiempo, en los cuales el bienestar pasajero se pagó con creces en el futuro inmediato, la situación de los argentinos se distingue por estar en un constante giro de 360 grados donde el punto de partida no es otra cosa que una crisis.
El tiempo pasa, cambian los gobiernos, aparecen nuevos planes económicos y en el mejor de los casos, si tenemos suerte, lo único que conseguimos es estar igual (de mal) que hace una década y así vamos, no entendiendo cómo, pero vamos.
La encuesta también sacó a relucir nuestra enorme capacidad de adaptación. Frente al dólar el peso vale cada vez menos y ante la suba de precios que eso automáticamente genera, las familias recortaron sus gastos y empezaron a consumir menos. A su vez, aumentó el nivel de edeudamiento ya que muchas veces es necesario recurrir a la tarjeta de crédito para poder comprar insumos básicos.
Si después el resumen no lo podemos pagar, lo refinanciamos. Y así vamos, modificando las estrategias y sumando nuevos dolores de cabeza, sin entender que la economía es una manta corta y por más que intentemos estirarla, siempre algo quedará al descubierto.
Nuestra costumbre de atravesar las crisis nos llevó a vivir el hoy ya que tenemos sobradas muestras de que el mañana suele ser peor. Nos volvimos expertos en ir creando parches para tapar los agujeros que se van generando a partir de las malas administraciones.
A pesar de todo y de que no comprendemos por momentos lo profunda que puede llegar a ser nuestra crisis, miramos afuera y nos comparamos constantemente. Deseamos ser Uruguay y nos sigue aterrando la idea de ser Venezuela. Sin embargo perdemos de vista que el mundo también nos mira y desde hace algún tiempo, nadie quisiera ser Argentina.
Sobre este punto, la semana pasada un informe de la agencia Bloomberg ubicó al país entre las economías más miserables del mundo. Para ser preciso, actualmente sólo es superada por el Estado que administra Nicolás Maduro y esa estimación que surge a partir de los índices oficiales de inflación y desempleo, nos marcan que nuestra situación es mala y lamentablemente vamos rápido en dirección a que se vuelva caótica.
Sumergidos en este contexto, el Gobierno nacional, cuando defina y presente definitivamente su plan económico, deberá saber que tendrá más de un millón de desempleados que reubicar. Habrá que resucitar una industria que está agonizando y todo deberá hacerlo sin acceso al mercado. Tendrá que valerse de los dólares que pueda generar y sus movimientos demandarán una precisión de cirujano.
Quizás el impacto generado por esta pandemia sea similar para todos los países pero, lo preocupante es que desde el año que viene Argentina será uno de los que menos nivel de recuperación tendrá. A partir de allí, los desafíos para nuestros funcionarios son muchos, quedan bastantes frentes por cubrir y está claro que para hacerlo deberá generar acuerdos tanto a nivel externo como interno.
Aunque existió un acuerdo con los acreedores que tenían bonos en dólares bajo legislación extranjera, ese importante paso no deja de ser sólo el primero y en el horizonte inmediato debemos llegar a un arreglo con el Fondo Monetario Internacional. A esta institución, que no nos ofrecerá una quita de la deuda, habrá que llevarle un plan de acción y no nos quedará más alternativa que respetar las imposiciones realizadas por quienes nos prestaron unos 47 mil millones de dólares.
Se vienen meses difíciles bajo un escenario de mayor ajuste. Estamos a las puertas de una nueva devaluación y está claro que sufriremos nuevos cimbronazos. Nos queda esperar que de una vez por todas podamos encontrar nuestro piso para una vez desde allí empezar a forjar una senda de crecimiento. Sería irresponsable pronosticar cuándo o si eso finalmente sucederá ya que nuestro estrés de ser argentino… no sabemos si algún día se curará.