Muchas veces la relación con la madre es tan fuerte que la hija no vive su propia vida sino la de su madre o de su abuela. Lo bueno es que al tomar consciencia de eso se puede cambiar y es su deseo.
También hay relaciones terribles entre madres e hijas y esas también pueden sanarse, solamente tomando consciencia de que todo forma parte de un plan, una herencia, secretos que hoy pueden recibir luz. Al ser secretos no se sabrá de qué se trata pero sí se sabe del dolor, de la tristeza, de esos días en que a pesar de que todo está bien se sienten tristes, enojadas o depresivas.
Solamente basta ese momento para tomar las riendas de tu vida y decirte: “esto es mi herencia, gracias por recordarme así puedo sanar a mis ancestros, a mi clan, mi linaje. Y digo: “sano, reparo, bendigo, les doy paz a quienes me precedieron y así puedo retomar mi vida con alegría”.
Para asegurarnos a nosotras y a nuestras hijas un futuro sano y feliz siempre nos detenemos un momento para identificar cuáles son mis propias emociones y cuáles son heredadas. Las mías son por un tema puntual, actual, del momento presente, no de lo que ocurrió ayer ni hace un tiempo, de hoy. Esas son mis emociones y me permito sentirlas.
Miramos cuánto influye mi madre en mí, cuánto hago de lo aprendido y cuánto quiero mantener en mi vida para luego descartar lo que no me pertenece. Eso es la salud, las creencias y todo lo relacionado con mi modo de vida.
Mis enojos y reproches con mi madre o abuela ya no tienen sentido, entiendo que solamente me estaban mostrando cómo debo mirar mi vida y agradecer para poder soltar lo que no es mío. Esto lo aprendo día a día, leyendo, meditando y más sintiendo. Cierra los ojos, respira y siente el latido de tu corazón donde están todas las respuestas y siente la protección de tus seres de luz que te cuidan.