Siendo muy jóvenes dejaron a sus familias por razones laborales, sufrieron carencias y se arreglaron como pudieron pero, aún así, ya jubilados después de 27 años de servicio, Gladys Ramona Ferragut (77) y Néstor Augusto Markiewicz (77), aseguraron que elegirían volver a ser maestros. Lo dijeron con profunda convicción. La misma que tuvieron cuando decidieron volcarse a la docencia.
Ella nació en Itatí pero en la adolescencia debió emigrar a Paso de los Libres porque en su pueblo no había escuela secundaria. “La única atracción era la basílica y los peregrinos que llegaban”, recordó, al tiempo que agregó que en Paso de los Libres se recibió en una escuela normal pero que “para conseguir trabajo en Corrientes debía ir lejos, al campo, porque en la provincia había muchos maestros”.
Fue así que con su amiga, Amanda Colunga, se enteraron que en Misiones faltaba gente para cubrir espacios en las aulas, y en 1965, decidieron partir hacia la tierra colorada.
“Llegamos a Posadas y no sabíamos adónde ir. Nos sentamos en la plaza, comimos una chipa, y fuimos a la Supervisión de Escuelas (antes Inspección Nacional de Escuelas). Nos dieron a elegir el destino. Ambas conocíamos a Puerto Iguazú por el nombre, miramos el mapa y decidimos inscribirnos para 25 de Mayo y para la Ciudad de las Cataratas.
Y nos dijeron que volviéramos al otro día. Fuimos a pasar la noche a la casa de una prima de Amanda que, al llegar, nos preguntó para dónde nos anotamos. Al contarle, nos respondió que estábamos locas ¿saben lo que es? Van a salir de ahí sólo en las vacaciones largas porque cuando llueve, no sale nadie”, en una época que el asfalto aún no llegaba a San Ignacio.
“Vayan a Corpus”, las alentó. Y continuó: “Mi cuñada trabajó ahí, y sobran cargos. Y para llegar, tienen dos colectivos, ´El ciervo´, y ´El León´. Al día siguiente, fuimos y cambiamos de destino”. Tomaron “El León”, que alrededor de las 9 las dejó en la terminal de la primera capital de Misiones, que era pueblo que ya estaba delineado arquitectónicamente.
Un muchacho vio a ambas con una pequeña valija, “con unas pocas ropas y muchos sueños, y preguntó si éramos maestras. Contestamos que sí y ofreció llevarnos hasta la Escuela Monotecnia, donde una compueblana era la directora. Hablaba de ´Betty Salinas´, que era de Paso de Los Libres”, manifestó Ferragut.
En su casa se quedaron unos días hasta que consiguieron una casita para vivir. A Amanda le dieron el cargo en la Escuela 16, que está frente a la plaza, pero se quedó un poco más de un año y se volvió al campo. A Gladys le asignaron en la Escuela N° 225, en la casa antigua situada a la entrada al pueblo.
“Recién recibida, no sabía por dónde comenzar. Trabajé hasta que conocí a Néstor y nos casamos, luego pasé a la 99. Después pedí el traslado a la 16, donde me jubilé como vicedirectora”, celebró. Al llegar al pueblo, se encontraron con personas “muy solidarias” que se preocuparon porque tuvieran adónde vivir o comer. Amén de eso, el “fiado” en los almacenes, de Mazal y Pittana, “era una constante” hasta que pudieron percibir el sueldo.
Sostuvo que fueron 27 años de trabajo pero “no me pesaron porque hacía lo que me gustaba. Una colega me dijo que se preguntaba si yo no tenía problemas, porque en la escuela siempre estaba contenta.
Le dije que los problemas quedan afuera, porque todos los tenemos”. Rememoró que por aquellas épocas, tanto los padres como los chicos “eran muy respetuosos. Tenía algunos alumnos pícaros, traviesos, pero no maleducados. Era lindo trabajar en esas condiciones”. El único problema que se suscitaba era cuando sus hijos eran pequeños y no la dejaban descansar. “Me veía en figurillas porque no podía dormir.
Si se despertaba uno, el otro lo imitaba. Entonces soñaba que pasaran rápido los cinco primeros años para poder volver a dormir”, dijo, entre risas, quien antes aspiraba ser profesora de educación física, incluso, tenía una beca lista para viajar a Santa Fe.
Pero la estatura le jugó una mala pasada. “Mido 1,52 y admitían solamente hasta 1,55. Con los años esas cuestiones se fueron modificando. Pero estoy contenta con lo que fui, y con el rumbo que tomó mi vida”, agregó.
Cuando Gladys se jubiló, descansó unos meses y se incorporó a Cáritas, entidad con la que colaboró durante siete años. “Hicimos cosas lindas, teníamos un comedor en el que preparábamos jugo de naranja con leche de soja. También revendíamos ropa que traían desde Alemania, comprábamos remedios o anteojos para quienes lo necesitaban, y con fondos de Cáritas se construyó un barrio de nueve viviendas”, comentó la socia y colaboradora del Centro Vasco de Corpus.
Y así se dieron las cosas
Néstor, nacido en Colonia Liebig, trabajaba en la Escuela Nº 99, que quedaba a unos siete kilómetros, pero siempre venía a Corpus, sea de a pie o a caballo, para “aprovistarse” o para comprar el diario. En una de esas visitas, pero cuando ya había comprado un Renault 4l, Gladys escuchó que lo nombraron a “el polaco”.
Pasaba con el auto y tocaba bocina, a lo que ella acotaba: “debe ser alguien que recién tiene auto, seguro”. Con el tiempo se conocieron en los bailes de la zona. Hoy siguen juntos, 53 años después, la vida los sigue sorprendiendo.
Hizo la primaria en la Estación Apóstoles, porque en su pueblo no había escuela, y el secundario, en el colegio Roque González, de Posadas, pero se recibió de maestro en la Escuela Normal Mixta, de la Capital de la Yerba Mate. Y mas tarde fue a estudiar odontología, en Corrientes, pero la carrera quedó en el camino.
“Tenía vergüenza de volver a casa porque había empezado algo y lo dejé sin terminar. Pero no me arrepiento. Teniendo el título de maestro fui a la Inspección de Escuelas para que me dieran un lugar para trabajar. Me dijeron, hay una escuela que está cerrada en el paraje Aomá Sur (Departamento de Empedrado).
Un colectivo sale por la tarde hacia Arroyo Solís, pero tenés que bajar antes. Era una escuela rancho, al borde del camino, en una estancia, cerca de la casa del puestero. Pero el cerca, no era tan cerca”, contó.
“La señora del puestero me daba de comer. Los bancos eran dobles, entonces los enfrentaba, tiraba las cobijas, y hacían de cama. Ahí empecé a trabajar como maestro. Era un lugar desolado sobre un camino, que más que camino era un trillo, una senda. Ahí aprendí muchas cosas. Siempre recuerdo a los chicos que, acostumbrados al guaraní correntino, tenían dificultades con el castellano.
Las clases eran por la mañana, en una casa de paredes de barro y pizarrón negro en una de ellas. Por ahí, escucho que un chico dice: mba´e mbói (mirá la víbora), algo entendía pero como estaba de espaldas al pizarrón, me di vueltas y vi, subiendo, a una enorme yarará. Fue mi primera experiencia como docente”, expresó.
Mientras, escuchaba que en Misiones faltaban maestros, y fue así como decidió venir a Posadas, a la Inspección de Escuelas, y pidió una sobre la ruta 12. “Hablé con el inspector y me dijo hay una que está cerrada ahí en Corpus. Pero ¿está sobre la ruta? Si, si, está ahí, sobre la Picada Bustamante”, que conectaba al río Paraná con la ruta 12.
Le dijeron que hablara con Aníbal Oudín, que era el intendente, y que estaba en la 99 y era el director de la Escuela 225. En una tarde lluviosa, llegó a destino con “El ciervo”, y a eso de las 15.30, buscó a Oudín, que tenía un jeep. Cuando Markiewicz se presentó, ofreció llevarlo hasta el lugar.
Néstor narró que la escuela se ubicaba a unos siete kilómetros hacia la ruta 12, en un bajo, y era una antigua barraca de un establecimiento yerbatero, propiedad de Agustín Sayas.
“Se había hundido toda la parte de atrás porque estaba en un desnivel, tenía pisos de laja, habían cedido algunas vigas, y se cerró la parte de la galería. Tenía ventanas que se abrían como mostrador porque era una barraca donde vendían o se hacían trueques por comestibles.
Ahí empecé”, graficó. La familia de Alejandro Chileski tenía un pequeño almacén, y al lado, un depósito. “Fueron ellos los que me empezaron a dar de comer porque yo no sabía cocinar y no tenía nada para hacerlo. Es que antes, los maestros suplentes
nacionales cobraban el primer sueldo a los seis meses. Lo que trabajé en Corrientes, por ejemplo, nunca lo cobré, y no regresé para reclamar. Pero, esa gente, me dio de comer y un catre que colocaba en la dirección para dormir”, acotó, agradecido.
Describió que Puerto Cazador era un lugar de gran movimiento, tal es así que figuraba en los mapas del país, antes que muchas otras localidades que ahora son importantes. En el lugar había un depósito de la Comisión Reguladora de la Yerba Mate (CRYM) donde se acopiaba y almacenaba el producto que, luego, se cargaba en el puerto para enviar hacia otros lugares, para su procesamiento.
También una estafeta de correos, un destacamento de Gendarmería Nacional, una capilla, una sala de primeros auxilios y teléfono, y un puesto de Prefectura Naval en la desembocadura del Curupaytí, que con el tiempo fue retirado.
Con el tiempo el dueño del establecimiento fue a vivir a Posadas y, generosamente, cedió al maestro una casa con todas las comodidades donde vivió con su familia, lo que ahora, considera un error “porque tuve todo, de la nada. Y cuando tuve que salir, no tuve nada. De a poco, la zona se fue despoblando, y venimos a alquilar en el pueblo”.
Néstor tenía, primero un caballo, después una bicicleta, mas tarde una moto, hasta que se pudo comprar el 4L, un vehículo con el que se movilizaba habitualmente pero con el que muchas veces tuvo que llevar enfermos al hospital de Posadas, o traer heridos hacia el pueblo. “Siempre llevé enfermos a Posadas, cuando el asfaltado de la ruta estaba en obra, sin ningún interés, sólo para superar situaciones”.
Con el tiempo, estando en Puerto Cazador, el intendente Luis Romeo Barrios, que fue diplomático, presidente de Vialidad Provincial, secretario de Obras Públicas -cuando aún no tenía rango de ministerio-, convocó al maestro a venir a trabajar a la Municipalidad de Corpus.
“Mi tarea era supervisar los camiones y al personal -unas 50 personas- que estaba haciendo el terraplén de la ruta de entrada a Corpus, lugar por el que caminé un centenar de veces de a pie (ocho kilómetros) para llegar a la obra”.
Mientras se desempeñaba en el sector de obras, también debió ocuparse de las alcantarillas. “Me costó pero tenía mi jefe, el intendente Romeo Barrios, era maestro mayor de obra y estuvo a punto de recibirse de ingeniero civil.
Entendía y me mandaba a marcar los sitios. Cuando había un problema en el que el agua cortaba el camino, me veía en figurillas, hasta que aprendí que tenía que ir a mirar para qué lado corría el líquido cuando llovía. Así fui aprendiendo muchas cosas de obra, como de enripiado de los caminos”.
Fue multifacético pero nunca abandonó la escuela. Cuando empezó a trabajar en la comuna, pasó del turno de la mañana al de la tarde, y después volvía a la municipalidad porque había que cubrir el horario nocturno.
“Lo que hice y me costó, es que después de la Municipalidad, seguía estudiando el profesorado primario, en Posadas. Lo hacía con Oudín que era secretario tesorero de la comuna. Estaba ocupado hasta las 12 de la noche, que era el horario en que volvía a casa”, confió, quien también hizo el diaconado aunque no fue ordenado. “Agradezco haber podido viajar a Oberá durante siete años para prepararme.
Pero es una gracia no haber sido ordenado porque me permite actuar en libertad ayudando a Dios y al prójimo sin entrar en la jerarquía eclesiástica”, explicó, quien participó de prácticamente todas las comisiones directivas (iglesia, policía, clubes de fútbol, agua potable).
Cubrir otros frentes
Amante de la pesca y jugador de fútbol en los clubes Santa Catalina, de Puerto Cazador, y 3 de Mayo, fue secretario tesorero de varios gobiernos sin pertenecer a un partido político. Según Markiewicz, participaba “como una persona que quiere colaborar pero no con una finalidad política, sino para mejorar la situación, la estructura, el desarrollo del pueblo en todo sentido”.
Una de las primeras cosas que se hicieron durante su gestión fue la tramitación del Bachillerato Orientado Provincial Nº 14, el primer secundario del pueblo, que funcionó en un edificio cedido por la Municipalidad. El Consejo General de Educación lo creó el 3 de febrero de 1983, comenzando cómo Ciclo Básico Nº 2.
La primera directora fue Ernestina Frank de Figueredo, de Jardín América, “a la que recuerdo con cariño y con respeto porque fue una muy buena directora, que se dedicó y que colaboró mucho para que el Ciclo Básico se convierta en secundario”.
Con el tiempo, fue convocado para ser intendente -desde 1980 a 1983, Juan Thot fue su secretario tesorero- pero en épocas anteriores ya quedaba a cargo cuando era secretario tesorero, lo que le daba cierta experiencia.
Aseguró que una de las cosas que “más me costó obtener fue la declaración de Patrimonio Histórico Nacional a la Misión de Corpus Christi” que, finalmente, se concretó el 31 de agosto de 1983.
“Fue costoso, pero tuve la ayuda del arquitecto Gustavo Maggi, que fue el primero que hizo un replanteo de lo que quedaba en nuestra Reducción. Con mucho esfuerzo, logré que se incluyera a Corpus también”, alegó, quien aún conserva el documento que señala: “Ley 12.665. Decreto 2210. El Poder Ejecutivo Nacional declara Monumento Histórico Nacional a los conjuntos jesuíticos de Corpus Christi, Candelaria, Santa Ana, Loreto y Mártires, a pedido de la Comisión Nacional de Museos y Lugares Históricos”.
Durante su mandato se construyó la planta potabilizadora con toma en el río. De esta manera, Corpus fue la segunda localidad de la provincia que tuvo una toma en el Paraná, después que la Cooperativa Aguas Puras, de Puerto Rico.
Así también, se concretaron los primeros empedrados, se remodeló la plaza, se refaccionó el edificio municipal, se cambiaron las cubiertas de todos los puentes, muchos de los cuales estaban deteriorados por el paso del tiempo, porque eran de madera. Un capítulo aparte merecen los trámites para la habilitación de la balsa que une a Corpus con el puerto de Bella Vista, en Paraguay.
Pero a pesar de incursionar en otros “mundos”, aseguró que siempre “vuelvo a ser docente, siempre vuelvo a ser maestro, que es lo que más satisfacciones me dio. Tengo la tranquilidad de caminar por el pueblo, solo, sin miedo, y que la gente me salude y me diga, ¡hola maestro!.
Eso me emociona. Si tuviera que volver a empezar, iba a querer ser maestro otra vez, porque es lo que me dio la oportunidad de conocer mucho. Con mi esposa tuvimos la suerte de hacer muchos cursos, entre ellos, los de maestro de frontera, en el Instituto Bernasconi, de Buenos Aires. Cosas que ahora no se hacen”.
Dentro de la carrera docente tuvo la oportunidad de hacer cursos de educación física en el Hogar Escuela, de Corrientes, y ser profesor de natación con cursos de salvataje en el rio Paraná, en el Club Regatas, en la misma ciudad.
“Tenemos muchos certificados que pueden testificar eso. Lo digo con orgullo, como un regalo dentro de una carrera”, mencionó. Pero entiende que “siempre hay que hacer las cosas bien, con honestidad, dedicación, con cariño, porque lo que se hace con amor triunfa.
Es así en todos los órdenes de la vida”. Cuando se jubiló, con 27 años de servicio, tuvo la suerte de adquirir un lote y pudo dedicarse a la tarea de chacarero. Actualmente, en esas hectáreas de tierra, está desarrollando un emprendimiento de turismo gastronómico rural, en colaboración con Concepción “Concha” Alarcos y Luis Katzen.
Recuerdo a sus colegas
En vísperas del Día del Maestro, envió un cariñoso saludo a todos los docentes que hacen patria en todos los rincones del país y recordó con nostalgia a aquellos que “ya se fueron”.
No pudo evitar dedicar algunas líneas a la actual situación del país al señalar que “aprendí a querer a mi país porque mi papá, Esteban Markiewicz, que era un inmigrante ucraniano, lustraba sus zapatos, se ponía un trajecito e iba a la plaza para celebrar las fiestas patrias. Y veo que a nosotros nos falta tener más patriotismo, más amor a la patria”.
Citó a Domingo Faustino Sarmiento, que “decía que las cosas mal o bien había que hacerlas, antes, cuando había que hacer todo, ahora, mal o bien, no, pero hay que hacerlas. En este país está todo por hacerse, en principio, hay que dar más importancia a la política educativa que a la partidaria”.
Rememoró que desde que era chico “estoy escuchando que vamos para atrás, que vamos para atrás, y tenemos un país tan grande, tan rico. Un tío que vivía en Toronto, Canadá, vino de visita y me dijo: cómo en un país tan grande y tan rico puede haber gente que pase hambre. Eso no puede ser. Algo falla, y falla desde hace muchos años”.
Pero su anhelo es poder ver, “algún día, un país que progresa, que va hacia adelante, no que retroceda. Siempre está en mi mente poder apreciar la luz verde al frente”.