Hay infinidad de modos de hacer un acto simbólico. Unos de los más prácticos son las cartas. Realizar una carta dirigida a ese ancestro o a esa situación que encontramos que nos atañe, suele tener profundos efectos. Para nuestro inconsciente biológico, es igual de real que la escribamos (plenamente concentrados y con toda la intención puesta en ello) a alguien vivo, que para alguien que ya ha dejado este plano, alguien fallecido.
El hecho que sea una carta escrita a mano tiene varios niveles de implicancia. Uno de los simbolismos que primero se pueden apreciar, es que es una manera de “sacar” un conflicto de nuestra cabeza y pasarlo a un papel: un objeto que está en el exterior de nosotros, sobre el que podemos disponer y modificar.
El firmar al pie, es una metáfora muy poderosa de la firma de un contrato, de algo que acordamos cambiar. Luego la propuesta es que transformemos eso que consignamos en el papel, en otra cosa. En nuestros arquetipos la transformación es una representación muy asociada al fuego, por ejemplo.
Por lo cual, se sugiere quemar las cartas. Después, las cenizas obtenidas asociarlas a la tierra (otro antiguo arquetipo de entidad que toma lo que le damos y lo transforma en algo nuevo, en nueva vida). Podemos enterrarlas junto a unas semillas en tierra fértil o colocar estas cenizas en el agua con el que regamos nuestras plantitas.
Una cuarentena suele ser el tiempo que le lleva a nuestro sistema incorporar los cambios y manifestarlos. El inconsciente no juzga, es irracional y por lo tanto lo simbólico para el inconsciente es tan real como lo que para nosotros, conscientemente es real.
Ejemplos de cartas para actos simbólicos: “Gracias por todo, gracias por todos los programas, conflictos e historias que heredo de ti (aquí lo podríamos personalizar), hasta ahora me sirvieron, pero YO NO SOY TÚ.
Ya no necesito seguir duplicando o reparando tus programas, conflictos e historias. Acepto la vida tal cual se me ha dado y a partir de ahora sigo yo, para hacer de mi vida lo que yo desee hacer. Me libero como un acto de amor, ya que al liberar los programas, también te libero a ti y al clan de todos los vínculos e historias de dolor. Gracias”.
Imaginemos que estamos siendo fieles a una abuela que no pudo vivir una relación de pareja feliz, le diríamos: “Abuela, mírame con buenos ojos, si yo me permito vivir feliz en pareja. Y en la medida que yo me lo permito, también tú a través de mi, puedes sanar esa relación”.
“Abuelo, dejo contigo (aquí ponemos la experiencia que yo repito) asumiendo que tú eres mucho más grande que yo. Tú puedes con eso. Yo sólo puedo tomar la vida que me llega de ti y hacer algo útil hacia la vida que sigue, también en tu memoria. Te honro y te doy un buen lugar en mi corazón. Gracias por liberarme de esto.”
Una vez que tenemos la carta escrita, la quemamos y las cenizas las enterramos junto a una semilla. Estos programas son quemados, ya no viven en mí.
Como no están vivos en mi, los entierro, y planto una semilla que simboliza una nueva vida que nace a partir de este acto de amor. Programo mi nueva línea temporal desde el desapego en agradecimiento, valoración y aceptación. Te deseo felicidad para tu vida.