
El sueño de jugar en Primera suele estar marcado por los colores de Boca Juniors o River Plate. Esa es la principal ilusión de millones de pibes en todo el país. Y suele ser también el camino más común a la hora de pensar en un pase al Viejo Continente. No obstante, no son pocos los jugadores que esquivaron ese paso y llegaron a Europa sin siquiera un minuto de juego en el fútbol argentino.
Las maneras de cruzar directamente el Atlántico no son tantas, pero hay atajos. Uno de ellos, por ejemplo, es el Club Deportivo Atalaya, de la Primera División de la Liga Cordobesa de Fútbol, que se transformó en la filial del Inter de Milan en la Argentina.
Jugar allí es una experiencia diferente: en la pensión se aprende italiano y, por ejemplo, un coach internacional del club nerazzurro convive seis meses por año con los jugadores para transmitirles el modo de juego –y por qué no, de vida- del Internazionale.
Uno de los players misioneros en la cantera tana es Lucas Ignacio Martínez (15), quien llegó al Atalaya en febrero pasado. El comienzo del sueño se vio truncado por la pandemia de coronavirus, pero Nacho no pierde el tiempo y entrena en Posadas, a la espera del regreso a Córdoba para seguir cimentando el camino. “Me imagino jugando en Europa, sé que no es imposible”, lanzó Nacho a EL DEPORTIVO.
Nacho, ¿cómo es tu historia con el fútbol?
Yo arranqué con el fútbol 5 en La Cima, cuando tenía 5 años. Ahí jugué hasta los 9, cuando un amigo de la escuela me invitó a jugar en Mitre. A mi mamá no le gustaba mucho, así que ese primer año jugaba sólo los findes y seguía entrenando en mi escuelita. Al año siguiente ya empecé a entrenar y jugué en el club hasta los 13 años. Con Mitre viajamos dos años seguidos al torneo Sueño Celeste, que organiza Atlético Rafaela. Y ahí me vieron los de Atalaya.
¿Cómo fue saber que te estaban mirando desde la cantera del Inter?
Uff, fue tremendo… Eso fue en 2015. Como tuve la suerte de que mi papá me acompañe en los viajes, en uno de los partidos yo estaba jugando de delantero, porque antes jugaba de nueve (N. de R: Nacho ahora juega de cinco), y vino el captador y preguntó quién era mi papá. Eso fue una emoción tremenda. Cuando terminó el partido, mi papá me contó y no lo podía creer. Mi viejo le pasó mis datos y a los pocos días, cuando ya estábamos de vuelta en casa, llamaron. Fue todo muy rápido y a la semana ya tenía que estar en Córdoba para una prueba.
Eras muy chico entonces, ¿costó un poco?
Sí, pero desde un principio supe que tenía que irme de casa si quería jugar al fútbol. Por suerte, mis viejos siempre me apoyaron.
¿Y qué pasó?
La cuestión es que fui a probar y en un principio no quedé. Hoy pienso que quizás era muy chico todavía. Y bueno, volví a Posadas y durante 2018 y 2019 jugué en las inferiores de AFA con Crucero del Norte. Y ya los últimos seis meses del año pasado jugué en La Cantera. En octubre pasado volví a ir y ahora sí, quedé. Ahí cerramos los papeles y la pensión con el presidente de Atalaya, Piero Foglia. Y empecé allá el 3 de febrero.
¿Cómo es estar en un club así?
Es algo diferente. Y te abre muchas puertas, principalmente en Europa, pero también en Buenos Aires. Por ejemplo, tenía un compañero, Franco Belloni, que es de la categoría 2002, dos años más grande que yo, que estaba en el club y ahora ya está en el Inter. El club es una filial del Inter en Argentina y el Pupi Zanetti, que es vicepresidente del Inter, cuando se hacen pruebas allá, el presi de Atalaya tiene contacto directo con él. En el club tenés profesores de italiano y todo eso. Y a partir de los 16 años, la chance de irte a Europa.
¿Cómo es el día a día en el Atalaya?
Allá vivimos en la pensión del club, tenemos un departamento que compartimos entre dos. Actualmente somos 16 en la pensión, de todas las categorías. La mayoría son chicos del interior de Córdoba, pero también estoy yo y Valentino Saldivia, que también es misionero y con el que jugamos juntos en Mitre y en Crucero del Norte. Él juega de once. Yo estoy jugando de cinco actualmente. Eso ayuda un montón, porque se extraña mucho a la familia. Cuando tenés un mal entrenamiento te pinta el bajón y empezás a extrañar. Por suerte, la convivencia es muy linda, los chicos son muy piolas y mi categoría es muy unida.
¿Alguno de los chicos de la pensión ya está en Europa?
Yo me fui a quedar allá en febrero y, por el coronavirus, volví a mediados de marzo. Y sé que uno de los chicos que vivía con nosotros, categoría 2002, se fue a jugar a la Segunda de España. Cuando se fue, lo festejamos todos. Es una alegría muy linda y hace que cada uno lo vea más cerca.
¿Tenés fecha de regreso a Atalaya?
De eso no se habló mucho todavía. En Córdoba, el tema del virus está jodido. Durante un tiempo mejoró, pero ahora aparecieron muchos casos nuevos. Días atrás me contaron que había como 300 casos nuevos por día, sobre todo en capital. Yo tengo muchas ganas de volver para no perder el tiempo, más allá de que acá estamos entrenando con los chicos en Nápoles, pero ya quiero estar allá.
¿Cuál es tu sueño?
Mi sueño es llegar a Europa. Me gusta mucho la Premier League de Inglaterra. Y me imagino jugando allá. Con mi viejo siempre decimos que no es imposible, que se puede llegar. Y si no es Europa, será Boca. Yo soy hincha de Boca y el año pasado finalmente cumplí uno de mis sueños, que fue ver un partido en La Bombonera. Estar ahí, ver la gente cantando, la hinchada, me dio muchas ganas de estar ahí, adentro de la cancha.
A los 16 el club prepara a los chicos para viajar a Europa… Y vos estás con 15…
Sí, sí (se ríe)… la última vez que mi viejo habló con Piero Foglia, él le dijo que vaya apurando los papeles para tener la ciudadanía europea. Yo creo que a principios del próximo año se puede dar la chance. Y espero que sea allá. Mirá, este año hubo un compañero de la 2006 que quedó en un club de Buenos Aires, pero Piero le dijo que cuando tenga 16, lo va a llevar a Europa. Espero que ese también sea mi camino. Va a ser un sueño hecho realidad.