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Cuando hay decisión, no hay hecho difícil en la vida que no se pueda atravesar. Adrián Gsell es ejemplo de ello. Este obereño de 39 años padece parálisis cerebral porque sufrió un accidente doméstico cuando tenía apenas un año y medio y los médicos diagnosticaron una vida en estado vegetativo.
Pero no sabían de la fuerza de Adrián, quien hoy es parte de la Escuela Municipal de Atletismo Adaptado de Oberá que encabeza el profe “Chino” Flores, y ya representó a Misiones en el Open Internacional que se realizó el año pasado en Chaco. Y no piensa detenerse. “Mi sueño es estar en la Selección Argentina”, le dijo a EL DEPORTIVO.
Pero, ¿cómo arrancó la historia? Adrián es un joven que la viene peleando desde muy chico: con apenas un año y cinco meses, allá por abril de 1982, su mamá María Cristina Lutz lo encontró flotando en un lavarropas en desuso, que estaba lleno de agua, a la espera de un técnico.
El electrodoméstico estaba en un quincho, entre su casa y la de sus abuelos. Cuando notaron que Adrián no estaba por ningún lado, su mamá, abuelos y tíos comenzaron a buscarlo desesperadamente, hasta que María Cristina pasó por al lado del lavarropas y lo vio. “Lo vi flotando y sabía que al flotar ya había pasado mucho tiempo”, contó su mamá a EL DEPOR.
Y por esas cosas que tiene el destino, días antes María Cristina había leído una nota en la revista Riders Digest sobre cómo tratar a una persona ahogada. “Sabía que no había que sacudirlo, entonces subimos al auto de mi hermana y yo lo puse boca abajo. Entramos en contramano al sanatorio”, recordó su mamá sobre aquel día.
Adrián llegó sin signos vitales y los médicos no tenían muchas esperanzas. “Se me fue el mundo al piso”, recordó María Cristina luego de las primeras observaciones de los profesionales. Aún así, en Oberá lograron estabilizarlo y horas después ya estaba en una ambulancia camino al Sanatorio Nosiglia de Posadas.
“Al llegar fue directamente a terapia intensiva. Allí tenía a cuatro enfermeras que lo atendían continuamente para evitar algún edema cerebral. Estuvo 15 días en esa situación, y fue realmente terrible”, dijo María Cristina.
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Luego vino la derivación a Corrientes y el encuentro con el doctor Carlos “Calilo” Szkope, que miró los estudios de Adrián y dijo que la situación era difícil pero que él creía – a contramano de lo que se piensa generalmente – que las células cerebrales se restauraban pero de manera lenta y que, si bien el panorama era feo, había que comenzar a hacer rehabilitación.
Así fue que la familia Gsell volvió a Oberá con los patrones de trabajo y en una clínica privada se encontraron con la kinesióloga Pilar Valdez. “A ella le debemos todo”, aseguró María Cristina.
“Su rehabilitación fue bastante rápida, a los seis meses Adrián comenzó a gatear de vuelta, después se paró y dio los primeros pasitos y después, se ve que tenía dentro de él mucha fuerza y ganas de hacer, se caía y se levantaba, a veces se golpeaba fuerte y se levantaba”, agregó su mamá.
María Cristina, docente, pudo acomodar sus horarios en la escuela para acompañar a su hijo y Adrián pudo empezar las clases: fue a instituciones comunes y especiales donde trabajó la principal consecuencia de aquel abril de 1982: la lectoescritura. María Cristina lo acompañaba pero tenía que hacer malabares para atender a sus otros hijos.
“No era nada fácil. Mis otros hijos también hicieron deportes y Adrian iba colgadito de mí porque hasta a los 10 años lo llevaba en la espalda. Él se desplazaba bien pero no era rápido”. Hasta ese momento.
A medida que fue creciendo, Adrián fue dando muestras de su decisión y de sus ganas de salir adelante. “Cuando empezó a tomar conciencia, él solo fue buscando qué hacer”, recordó su mamá. Adrián fue él solo a la Iglesia San Antonio a consultar sobre los cursos para tomar la comunión y la confirmación y eso le abrió la posibilidad de sumarse a Acción Católica, un grupo de jóvenes de la iglesia.
“Todas las cosas que Adrián hizo en la vida, él me venía a plantear una vez que ya las había comenzado”, se rió su mamá. Y así también fue con la bicicleta.
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Es hora de darle voz al protagonista de la historia. Adrián está cerca de cumplir los 40 años y es parte del equipo de atletismo adaptado que entrena con Jorge “El Chino” Flores. Su especialidad: fondo y medio fondo. Toda la historia contada hasta acá no le afectó en nada su capacidad deportiva, sus ganas de superarse, de cumplir sus sueños.
De hecho, Adrián sabe bien lo que quiere. “Mi sueño es estar en la Selección Argentina de Atletismo Adaptado”. Y si hay alguien que sabe de pelearla y conseguirlo, es él. “Capaz se cagan de risa de mí (sic) pero yo quiero demostrarle a la gente que puedo, me pongo más metas para mostrarles que puedo”.
La parte deportiva siempre estuvo latente en él. Era dueño de una bici común y testigo de como sus hermanos y amigos se embarcaban hacia Itatí para visitar a la Virgen todos los 8 de diciembre. “Me decían que no podía ir porque era muy lejos”, recordó
Pero eso no lo detuvo: comenzó a entrenar con el profe Miguel Barrios, quien lo invitó para ir juntos en la procesión a la Virgen. Como le dijo que sí, se preparó. Primero hacía distancias cortas: viajaba hasta Cerro Azul, a 40 y pico de kilómetros de Oberá. “Así aprendí a andar en bicicleta”.
Y después de ser testigo de cómo el pelotón partía hacia Itatí, Adrián se volvió protagonista: en 2019 completó su quinto viaje en la procesión que moviliza a miles todos los 8 de diciembre.
La conexión con la bici se volvió real. María Cristina dijo que tiene cinco, Adrián aseguró que ahora tiene “tres nomás”. Él mismo se encarga de preparar la bici, tiene una caja de herramientas debajo de su cama. “Como siempre le digo a mis amigos, la bicicleta es como mi novia, porque es una parte mía”.
Los fines de semana se sube a la bici y se va hasta Campo Viera, Cerro Azul, Alem… Incluso llegó a sumarse a un grupo de chicos de la Facultad de Ingeniería que salían a andar los findes en bici y visitaban los saltos de la zona.
“Lo hacen como hobbie, algunos están acá porque otros estudian, otros viven y son chicos como yo”. Si bien disfruta la compañía, Adrián reconoce que también le gusta ir solo, a su ritmo.
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Además, no sólo se junta con los chicos de la facultad para andar en bici. Hay veces que ve a personas que andan visitando la provincia en bicicleta y se acerca, les charla y se suman a recorrer la zona. “El otro día encontré una chica que vino a Misiones a buscar a su mamá biológica, en bicicleta.
Yo la paré en la ruta y como hace lo mismo que yo me gusta comentar y compartir el momento. La chica me dio su teléfono y estamos en contacto. A muchos los paro y les pregunto. El otro día encontré a un turista que vino en bicicleta”.
Su llegada a la escuela de atletismo
Cuando la pasión por el deporte está presente, las posibilidades son infinitas. Su mamá misma lo dice. “Doy gracias a Dios por el deporte”, aseguró María Cristina. ¿Por qué? Porque, de nuevo, las posibilidades que otorga son infinitas y Adrián lo sabe.
Un día, una amiga le preguntó si no quería sumarse a la Escuela de Atletismo Adaptado, encabezada por “El Chino” Flores. “Bueno, voy a ver” fue la respuesta de Adrián que, después de un par de semanas, fue a conocer de qué se trataba.
Él reconoce hoy que no le gustaba mucho al principio y, después de un par de clases, dejó. Aunque más adelante decidió volver y menos de un mes después, su entrenador le avisó que iban a viajar a Chaco, al Open Internacional de Atletismo Adaptado. Así, sin escalas.
“Yo le dije que me faltaba mucho para practicar, hacía menos de un mes que estaba entrenando”, recordó Adrián. Volvió a casa, charló con su mamá y se puso la meta: comenzó a practicar todos los fines de semana después de salir de la escuela. Corría de su casa al centro, una distancia de 6 kilómetros más o menos, y también los findes. Hasta que llegó al competencia.
“Nunca pensé que iba a competir a nivel internacional”, dijo Adrián quien en su primera carrera, en su primera participación, quedó segundo, incluso después de una caída tras la que, como en su vida en general, se levantó y siguió. “Todo el mundo me dijo que si no me hubiese caído ganaba esa carrera”, recordó Adrián.
“Antes de ir le dije al Chino que si me caía no iba a correr más, pero en la vida nos caemos mil veces. Me animé y me metí”, agregó. Al otro día salió tercero y se dio cuenta que le gustaba, que estaba en su lugar en el mundo. “Ahora voy a correr hasta que pueda”, afirmó.
Hoy el grupo de atletismo adaptado, en el que están Mahira Bergallo, Leonel De Jesús, y Maximiliano Lopez, es casi su familia. “Yo me equivoqué, no quería entrenar con ellos al principio pero una vez que conocí a los chicos, a los papás, fue todo espectacular. Me cambiaron la vida. Me di cuenta que son lo mismo que yo y no me voy a entrenar, me voy a divertir. ‘El Chino’ es un capo”.
Y ahora, nuevas metas, desafíos y más sueños. El principal para Adrián es “entrar a la Selección Argentina de Atletismo Adaptado. Voy a hacer lo que pueda para estar.Capaz se cagan de risa de mí (sic) pero yo quiero demostrarle a la gente que puedo y mi sueño un día es estar a ese nivel”. Con todo lo que consiguió desde aquel abril de 1982, parece solo cuestión de tiempo que este sueño se cumpla.
Y tiene otro. “Quiero agarrar la bici e irme a recorrer el mundo. Si encuentro un amigo o amiga que le guste la idea, me voy. Primero quiero ir a Corrientes, después a Córdoba. Sé que es un tema, pero me gusta, ¿qué se le va a hacer?”, dijo Adrián. No hay mucho para hacer cuando la decisión está, aun ante los reveses de la vida. El obereño es la prueba viviente de eso.