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La octava jornada de debate oral y público a Gabriel Cristóbal Leal se concretó este jueves en la sala de audiencias del Tribunal Penal 2 de esta capital y, a diferencia del miércoles que sólo declaró un oficial de la Policía provincial, fueron siete los citados que cumplieron con sus testimoniales.
Uno de ellos fue Néstor Adolfo Tainski (43), que ratificó su declaración en la etapa de instrucción del expediente, también lo declarado en el primer juicio en el 2009 en el que fueron condenados Castel y Alvarenga Aranda a prisión perpetua.
“Era amigo de Pablo si, pero a (Gabriel) Leal lo conocí antes de su muerte, tres o cuatro años antes y nunca supe a qué se dedicaba, lo conocía de la calle (…) El era chorro y falopa, andaba siempre con un fierro y un cuchillo y sabía que se iba a mandar cualquiera”.
Tainski fue el último de los siete testigos ayer, pero no fue el de menor contundencia. Entre otros puntos describió a la víctima fatal como “un laburante, sano, deportista, jugábamos al fútbol y era una buena persona”. Reconoció que “una vez le vendí una computadora, no recuerdo mucho pero pudo ser malhabida (robada) sí (…) En esa época yo tenía problemas con las drogas, tomaba muchos ansiolíticos y consumía varios estupefacientes”.
Fue una compañera de trabajo de Fraire, en la fábrica de aberturas de aluminio y vidrio, quien abrió la rueda ayer. Mariana Alison Suárez (41) destacó que lo conocía a Pablo de cerca porque compartían la oficina: “Charlábamos y en esa época (2002) mucha gente se iba del país por la crisis, y el me contaba que había una persona que se quería ir a España y vendía sus cosas. Pablo me dijo que quería aprovechar la oportunidad y que tenía plata ahorrada para comprar algunas. Ya no recuerdo si me dijo un objeto puntual que le interesara”.
“El me dijo el 25 a la tarde que tenía la plata encima y que iba a ir a ver las cosas que le ofrecían, pero no me dijo con quien o quienes hacía el negocio. Al otro día lo esperábamos y no llegaba para abrir la oficina, el tenía las llaves. Lo habían asesinado”.
Consultada por el fiscal Martín Alejandro Rau, Suárez describió físicamente a Fraire: “Era más alto que yo, cabello oscuro y corto, hacía mucho ejercicio, le gustaba ir al gimnasio (…) Dos personas solas no iban a poder hacerle eso. Era muy bueno en el trabajo, era fuerte e impulsivo pero el mejor trabajando. Pablo nos defendía a todos, siempre se ponía en el medio, entre los empleados y los jefes”.
Fernando Delpiano (44), también amigo de Fraire lo describió físicamente como un joven aguerrido: “Se bancaba a dos tipos por más que vengan con cuchillo. Pablo siempre saltaba y defendía a sus amigos, una persona muy fuerte”.
Raúl Alejandro Marchak (48) mecánico de motocicletas, admitió conocer al imputado y a su familia y que pocas horas después del crimen de la noche del 25 de noviembre de 2002, se enteró por la radio de lo sucedido y que se encontró con el hermano de Gabriel Leal y este le dijo que lo “andaban buscando”. Recordó además que junto a “Poli” Castel estaba su pareja y “ella dice que habían encontrado la camioneta con la que habrían matado a alguien”. Según el testigo: “Poli me dijo ‘Alejandro, yo me tomo el palo de acá, se pudrió todo. Tenía papeles en la mano (presuntos pasajes)”.
Como trascendente del debate ayer, se destacó un excompañero de trabajo en un telecentro de Rafael Fraire, hermano de Pablo. Gabriel Hernán Cortés (45) quien vio a Pablo en su trabajo el 23 de noviembre. De la incorporación por lectura de su testimonial se suma que desde allí la víctima fatal llamó a Gabriel Leal, según el cotejo posterior que realizó la investigación.
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Planes truncos
Marcela Alejandra Bazán, era novia y compañera de trabajo de Pablo Fraire. Ayer fue su turno de declarar sobre las últimas horas con él y los planes que se perdieron por el macabro crimen de 37 puñaladas durante la noche del lunes 25 de noviembre en calle Francia a pocos metros de la avenida Tomás Guido, donde Pablo fue citado para la supuesta compra de objetos.
Bazán sostuvo: “Teníamos planes para ir a vivir juntos, yo salía de trabajar a las 8 y me iba a la facultad y el me dice que había una persona que se iba a España y que iría a ver las cosas que quería vender”.
“Yo sabía que ahorraba, no cuánto dinero tenía. También le habían ofrecido una computadora, pero yo le decía que no la comprara porque ya tenía una”. También manifestó que esa misma noche fue a la casa de Pablo a buscarlo, a esperarlo “pero él no llegaba, nunca llegó”.