Una persona puede ser jefe, pero no ser líder. Esto ocurre muy a menudo cuando alguien es nombrado para cumplir esa función y desempeña su rol, pero la gente que tiene a su cargo no le da autoridad. Y también puede ocurrir exactamente lo contrario: que alguien sea líder, pero no sea jefe. En este caso, la persona no ostenta un título, pero cuenta con la autoridad de la gente que la sigue.
Y una tercera posibilidad es que una persona sea a la vez jefe y líder y posea ambas cosas: el rol asignado y la autoridad y el respeto de sus seguidores. La autoridad no es algo que se impone sino algo que se gana.
¿Qué entendemos por autoridad? Siguiendo esta idea, es el poder que da la gente a aquel que tiene claridad en cuanto a la meta. Una meta clara y definida es la fuerza del líder. La fuerza del líder no radica en sus conocimientos, ni en su mal carácter para amedrentar a otros, sino en la claridad que este posea con respecto al futuro.
La fuerza del liderazgo es: “Yo estuve en el futuro y vengo al presente para ir donde ya estuve”. Otro rasgo fundamental de un liderazgo de excelencia es la capacidad del líder para pasar del liderazgo circular al liderazgo piramidal.
El primer tipo de liderazgo es más casero o de “mentalidad de pequeño negocio”. Aquí el líder se ocupa de todo y no delega.
En cambio, el segundo tipo de liderazgo se caracteriza porque el líder delega tareas (al ser consciente de que no puede ocuparse de todo) y supervisa. Al mismo tiempo, la segunda cadena de mando también delega y supervisa, lo cual permite que haya crecimiento y expansión.
El líder circular, tan común en nuestra cultura latinoamericana, es paternalista y expresa: “Quiero que todos me digan lo que hacen, que todos me consulten y dependan de mí”. En el fondo, quien actúa así tiene un rasgo de narcisismo.
Un buen líder jamás busca figurar y ser aplaudido y reconocido, sino que es “invisible” y se encarga de llevar a la tropa hacia la visión de equipo.
Otra característica de un buen líder es que nunca habla mal de su tropa. Porque su función es precisamente armar el “yo grupal” que es uno solo (aunque sea un equipo de varios) que está yendo hacia la meta establecida.
El líder no debería jamás llevar y traer chismes ni criticar a nadie a sus espaldas. Muy por el contrario, debe mantener siempre la paz de los suyos. Y aunque las circunstancias sean duras, por fuera transmitir tranquilidad y animar a todos a avanzar.
Y, por último, un líder que se precie de tal acostumbra tener a los mejores mentores para ser asesorado y hablar de lo que no puede hablar con la gente a su cargo. Porque, aunque ocupemos un lugar de liderazgo, toda la vida tenemos que procurar seguir creciendo y mejorando.
Cuando uno dice: “Ya llegué”, cierra la puerta a lo nuevo y deja de aprender. Nadie nunca logra saberlo todo y siempre podemos romper nuestro techo.
El techo del líder es el techo del equipo porque, al igual que los hijos con sus padres, los seguidores siempre reflejan a sus líderes, tanto en lo positivo como en lo negativo.