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Griselda María Nuñez se define como una sobreviviente porque hace ocho años logró superar un cáncer de mama y asegura que la enfermedad sacó a relucir lo mejor de ella. “Convirtió mi dolor en servicio para los demás”, aseguró, para quien octubre es un mes muy movilizador debido a los actos que se llevan a cabo y por los mensajes que en ellos se replican.
Su historia comenzó el día en que concurrió a realizarse un control de rutina. Fue así que, “de un momento a otro, mi vida cambió absolutamente”. El médico le dijo que “esto es para ayer”, como diciendo que no había tiempo que perder. Pero viajó a Buenos Aires a hacer una interconsulta. “Y era cáncer, no había nada que hacer, había que sacarlo. Me dieron el peor de los pronósticos, hice el tratamiento, la cirugía, vinieron las quimios, los rayos, y todo me salió perfecto. Desde hace ocho años me hago los controles todos los años y sigo estando bien”, celebró esta técnica en administración de empresas, que desde hace 30 años trabaja como administrativa en una empresa forestal de la zona.
“Cuando me pasó esto, me sentí muy sola. Hace ocho años, decir que tenías cáncer era similar a que te estabas muriendo al día siguiente. Las mujeres que se encontraban en esa situación, lo escondían, tenían pudor de contar. Cuando me pasó, me sentí muy sola. La que tenía, miraba para otro lado, y yo lo entendía porque no es fácil. Entonces me dije, apenas pueda, me levanto de acá, y voy a empezar a contar lo que me pasó. Por eso digo que transformé mi dolor en servicio porque empecé a hablar con las mujeres, las iba a ver, me presentaba, les decía miren, a mí me pasó esto. No se sientan solas”, comentó la presidenta de la Fundación “Alas Rosas”.
Si bien en el peor momento “estaba rodeada de mi familia, mis amigos, pero a nadie le pasaba lo que a mí. Es distinto escuchar a una persona que pasó o que está pasando, a una que te dice: ‘ya va a pasar’, ‘el cabello te va a volver a crecer’, pero que no le pasó. Entonces me sentí sola”, agregó.
Cuando la sometían a sesiones de quimioterapia, por ejemplo, “sufría, era una cosa por la que yo solamente estaba pasando, y decía, tengo que compartir con alguien que está pasando por esto, para que no crea que todo termina ahí. Cuando me puse bien, dije: no, el cáncer no es muerte, te saca lo mejor o lo peor. No quise ser egoísta, quiero contar lo que me pasó. Enseño a las mujeres a ponerse los pañuelos, tengo un banco de pañuelos, les pido a mis amigas que me regalen y entonces cuando me entero de alguna mujer con esa patología, voy, me acerco. Me preguntan ¿a vos te pasó esto?, ¿esto?, y les contesto, claro que sí. Y siempre trato de sacarle una sonrisa, diciéndole que somos unas privilegiadas porque nos quedamos peladas pero que después nos salen cabellos divinos, que no les pasa a otras mujeres. Trato de llevar un mensaje esperanzador, siempre”, aseguró.
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Reparto de lazos y folletos
A esta tarea, Griselda la inició sola. Después, sumó a Patricia, que es una amiga de su hermana Ada, y que también tuvo cáncer de mama.
“Le dije que teníamos que trabajar por las otras. Ya no te vas a sentir sola porque estoy yo”, dijo, y agregó que el primer año “entre ella, yo, mi hija y la suya, empezamos a repartir folletos y lazos en los semáforos, para que la gente se siga concientizando. Al año siguiente hicimos reuniones. Al primer encuentro vinieron quince mujeres; al segundo, 60, y en la tercera convocatoria hubo unas 300. Cuando vimos que eso estaba creciendo, dije, tenemos que armar algo, invitar a mujeres que tengan influencia con sus pares de diferentes ámbitos del pueblo (concejales, docentes, farmacéuticas) y armar un grupo”.
“Daba la impresión que éramos pocas para hacer lo que queríamos. Pero durante el tercer año, armamos una fundación a la que decidí llamar “Alas Rosas”. El lazo rosa es particular de las que tuvieron cáncer de mama, pero nosotros tenemos la particularidad de agregar al lazo a una mariposita. Es como que la oruga se transforma y empieza a volar. Nosotras pasamos por eso y sufrimos esa transformación. Estuvimos tan abajo y, después, empezamos a trabajar, a volar, con todo lo que pasamos”, explicó.
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Se armó el grupo, con mujeres de diferentes ámbitos a las que Griselda explicó qué era lo que quería lograr porque “sólo Patricia y yo, tuvimos cáncer de mama, las demás son amigas que se sumaron para trabajar por la causa”. Ahora son 17, trabajando a la par y haciendo “mil cosas”. Desde hace tres años, cada 19 de octubre -se celebra el Día internacional de la lucha contra el cáncer de mama- empezaron a reunirse para representar un lazo humano gigante, para el que llegaron a reunir a 700 mujeres vestidas con la remera rosa. También se pintó uno sobre el asfalto de acceso a Puerto Esperanza. Este año, como la pandemia les impidió realizar la actividad, empezaron a pensar en otra cosa. “Me pareció muy acertado tener un monumento a la concientización. Empezamos a gestarlo, se construyó uno de dos metros, que quedó inaugurado justo frente del hospital local. Se utilizó hierro y técnicas de mosaiquismo. Dos vecinos del pueblo, personas generosísimas, son los responsables de este hermoso lazo que siembra conciencia acerca de la lucha contra la enfermedad: el herrero Roberto Brítez y la profesora de Artes Plásticas, Celeste López. La mano de obra fue gratuita y los materiales fuimos poniendo nosotros, además de la población que se acercó y se sumó para que esto salga”, contó.
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Nuñez ve con “agrado y orgullo” que Misiones se vista de rosa. “En todos los pueblos y ciudades hay como una lucecita rosa que está indicando que hay que concientizar. Nosotros también nos ocupamos de Wanda y Puerto Libertad, en conjunto con el municipio, hay un grupo de profesionales que nos apoya (médicos, psicólogos, una maquilladora, una profesora de yoga, una nutricionista) y se brinda charlas en escuelas. El año pasado desde la supervisión escolar de la zona, Mirta Posdeley, hizo una bajada de línea para que en octubre cada maestro trate el tema dentro de la clase”. A su entender, “fue hermoso. Los chicos volvían a casa y decían hoy hablamos de tetas, tratando de ser simples, sencillos. En Wanda y Libertad se hicieron charlas magníficas, el centro cultural estaba repleto”, dijo. Señaló que en una ocasión compró mil chupetines para repartir, y llegó un momento en el que no tenía mas dulces, “entonces le dije a mis compañeros: pasamos los mil. Era nuestro parámetro para saber cuál era la cantidad de alumnos que entraban a la charla. Es de destacar con qué atención y con qué entusiasmo estaban ahí, preguntando”. El mensaje es que “cuanto más nos cuidemos, más posibilidades de vida tenemos. La prevención temprana es la que cura. Hacemos hincapié en eso”, remarcó.