Zacarías “Zak” Phillips (30) aún no comprende si fue el destino o la suerte la que lo trajo para estos lares. Primero a Buenos Aires y, un año más tarde, a Misiones, donde lo cautivó su trabajo como músico y donde, además, formó su familia. “Me trajo el maestro violinista Norberto García cuando estaban abriendo el teatro, armando una compañía de danza, el coro y la orquesta del Parque del Conocimiento. La idea era que lo ayudara en la apertura de la orquesta”, recordó el joven, en un castellano fluido para el escaso tiempo que reside en nuestro país.
Añadió que el propósito era “cambiar el lugar con uno de los integrantes de esa época, Matías Ortíz, que era de Asunción, Paraguay, porque ahí hay personas de todos lados. Tengo entendido que él debía ir a Estados Unidos y vendría a tomar su lugar. Sería como un intercambio, para dar clases y para tocar en la orquesta”. Fue así que “Zak” debutó en la apertura y regresó a los Estados Unidos “para recibirme en una Escuela de Música, que comparte la misma sede con la Universidad de Artes Liberales y Filosofía en español”. Con lo experimentado con el paso del tiempo, aseguró que aquí “me recibieron con los brazos abiertos, y por eso me quedo, porque la gente de acá es demasiado amable, buena onda. Eso es lo que me transmitieron desde que llegué, en 2011”. Sus vivencias fueron extraordinarias. “Empecé a tocar más y más, conocí el chamamé, comencé a tocar con músicos de acá, que son muy buenos en lo que dicen con la música, pero además con la palabra y la poesía. Percibo que muchos temas tienen una letra muy profunda”, dijo, y lamentó que hace poco falleció el gran Paí Julián Zini, “que transmitía en sus letras algo de filosofía. Lo que podemos comunicar con las palabras es algo importante en el contexto de la música, con recitados, eso me cautivó”.
Además, le resulta llamativo que los músicos “no solo tocan chamamé, sino rock, blus e inclusive hay un par de raperos. Y el público, que tiene un gusto muy variado, un poquito de esto, y de esto otro. Pueden escuchar chamamé pero después te piden algo de Chaikovski, algo de Bach. Qué lindo es tener eso en una provincia, en la ciudad. La diversidad en la zona guaraní. Porque me enteré con el paso del tiempo que estos eran los pueblos originarios. Fui aprendiendo. Me enseñaron mucho Los Encina. El significado de lo que es un sapucay, y que detrás hay mucha historia”.
Un agradecido
“Zak” llegó a Buenos Aires, en 2011, para hacer intercambio en la UCA sobre la historia de la música medieval, y otra experiencia en la UBA, en la Facultad de Filosofía y Letras, donde estudiaba la filosofía del lenguaje, y con el maestro García, en el Conservatorio Superior de Música “Manuel de Falla”. Gracias a esa experiencia “podía tener idea del ambiente de Buenos Aires. Cuando me trajo, conocí al maestro Emilio Rocholl, al concertino Diego Salazar, y a toda la buena gente que forma parte de la orquesta, que era chiquita. Había cinco o seis, ahora depende de las obras, somos 40. Creció todo. Es impresionante. Soy afortunado y agradecido, de contribuir con el desarrollo, con la exploración del arte, de la cultura. Eso es lo que realmente valoro. También destaco la atención que el Gobierno de Misiones pone a la cultura. En mi país es cosa de los privados. Acá es como que tenemos un respaldo, y estamos orgullosos, de eso. Valoran lo que uno hace”, celebró quien integró la Orquesta de Cámara del Centro del Conocimiento desde el primer día. En este tiempo, no pudo viajar mucho. “Solo conozco Buenos Aires y Corrientes. A las Cataratas del Iguazú pude ir con mis padres, ambos maestros -papá enseñaba geografía y mi mamá literatura y tocaba el piano-. Allá estamos cerca de las del Niágara. Papá decía que esas son impresionantes pero cuando ´fui a Misiones y vimos con tu madre lo que son las Cataratas del Iguazú, son magníficas. Una maravilla. Te hace pensar. Allá, la ciudad está al lado, el turismo es incesante, acá hay que hacer esa aventura en la selva, escuchar los sonidos, más allá que tenga un trencito. Siempre pienso qué habrá sido ese momento del hallazgo, me imagino a Alvar Núñez Cabeza de Vaca separando las ramas para ver de dónde provenía ese rugir de la caída de agua. Seguro fue un momento único”, expresó, a quien se me había pegado el porteño pero “ahora ya se me fue el acento”.
En todo este tiempo se cultivó con muchas presentaciones, con obras originales del maestro Ricardo Ojeda, a quien “tuve el gusto, el honor, la suerte, de conocer y compartir comidas, charlas cara a cara. Y gracias a eso pude tocar en la Orquesta Típica ´La caterva´, una agrupación orquestal tradicional, creada en 2018, que se formó con Juan de Dios Rivas, que es de La Plata, y bandoneonistas y violinistas locales. Gracias a esos encuentros pude conocer la historia musical argentina en general”. Por ahora no se ensaya oficialmente, solo en casa. “Después del primer susto, recién en junio nos empezamos a juntar para armar cosas con miembros de la orquesta. Armamos un cuarteto de piano, de oboe, y vamos a hacer algo con el maestro José Luis Larzábal. Grabamos algo para el Parque, estamos retomando de nuevo. Seguimos porque la música es parte de uno, y es un trabajo también”.
Pero lo bueno de todo esto es que gracias a la cuarentena “pude disfrutar mucho de mi hija, Olivia Lori. De lo contrario, iba a estar ensayando mañana y tarde y no podría verla dar sus primeros pasos, a principios de mes. Pude estar con ellas”, dijo también en alusión a su compañera de ruta, Yolanda Itatí Facilli, oriunda de Helvecia, cerca de Hipólito Irigoyen, que estudiaba diseño de indumentaria y que no pudo seguir las clases online pero que “aprendió bastante y quiere seguir porque tiene muy buenas ideas”. Es por eso que “Zak” entiende que Argentina le brindó muchas cosas lindas que hacen que “sea más difícil volver”.
Interpreta muchos estilos. Lo invitan desde todos los grupos. Pero “estoy aprendiendo a decir que no porque quiero crear y componer, y estos últimos años es dale, bueno, pero con la llegada de Olivia tuve tiempo para estar más en casa, pensar qué vamos a hacer. Quiero componer porque me parece importante. Podés escuchar Pájaro campana, Kilómetro 11, pero en esa época Mario del Tránsito Cocomarola o Blas Martínez Riera, componían su música. Hoy en día lo que hace falta, es eso. No sólo acá, sino en todo el mundo. El músico dejó de ser compositor, y creo que hay que volver. Quiero volver a eso. A componer”, reflexionó, quien prefiere el calor de Misiones a quitar la nieve del patio en pleno febrero.