
Aldo Miguel Palacios habla en plural. Y le gusta pensarse como emprendedor: “Mi idea surgió hace tiempo. Resulta que al finalizar la cosecha, muchos de nosotros nos quedamos sin trabajo y necesitamos una fuente laboral. Entonces pensé en un proyecto”.
Su idea surgió al finalizar la temporada de cosecha de la yerba mate, donde trabaja como tarefero. “Cobré un poquito más de plata y pude comprarme una guadaña. Y pensé en crear un servicio de jardinería. Si esto llega a funcionar a futuro, quiero que más personas se sumen y trabajemos en equipo”, manifestó a PRIMERA EDICIÓN.
Aldo Miguel tiene 30 años y actualmente reside en San Ignacio, pero es oriundo de Santo Pipó. “Comencé con este emprendimiento y hasta ahora me va bien. Mi trabajo consiste en cortar el césped, podar árboles, limpiar jardines y parques”, detalló.
Proyecto Alkia
Hace unos meses nació el emprendimiento Alkia, que deriva de “Aldo y Kiara, por mi nombre y el nombre de mi hija Kiara”. Se trata de un tipo de servicio de jardinería personalizado “que marcha muy bien, la gente me llama y pienso a futuro: si esto funciona, quiero comprar más máquinas y dar empleo a otras personas e implementar otros servicios como limpieza de yerbales. En eso estoy trabajando”.
Si bien la idea se originó hace bastante tiempo, “por falta de medios económicos no lo podía concretar. Hasta que cobré un poco más y así empecé a hacer realidad algo que venía posponiendo”.
Aldo Miguel describió que “mi familia está conformada por cinco integrantes: tres niñas, mi señora y yo. Es por ellas que tomé está decisión, además de la gran escasez de trabajo. He realizado algunos parquizados y funciona”.
Por otro lado aclaró que “el proyecto surgió debido a mi experiencia personal, por la falta de fuentes laborales. Sinceramente buscó una opción, que la gente lo vea como un emprendimiento que pueda dar un trabajo más estable al de tarefero”.
Una historia de lucha
Aldo Miguel comenzó a trabajar desde temprana edad. Tenía 13 años cuando estuvo en una radio de su pueblo y luego, desde los 16 años, “he trabajado en distintos rubros como ayudante de albañil y empleado de comercio”.
A los 22 finalizó el secundario y, debido a la falta de trabajo en Santo Pipó, “me fui a Ciudad de Buenos Aires a trabajar en una zapatería y luego en una fábrica de caños para gas”.
A los 23 “intenté ingresar a Gendarmería Nacional, pero por dificultades en la vista no pude. Después de ese intento fallido, decidí volver a Misiones y probé a ingresar allí, donde tampoco pude”.
Al año siguiente nuevamente volvió a Buenos Aires, “ya que me habían hecho una oferta laboral como personal de seguridad en un club de golf privado los fines de semanas. Entre semana era recolector de residuos. Por dos años trabajé en dos partes”, contó.
En 2016 volvió a la tierra colorada, donde “empecé a trabajar como vendedor de quinielas y de diarios. También ese año conocí a una chica, con la cual un año más tarde me casé y tuve una hija. Al poco tiempo de nacer mi hija, me separé”.
En marzo de este año comenzó a trabajar en la cosecha de yerba como tarefero. “En agosto conocí a la que actualmente es mi pareja y con la cual estoy conviviendo”, finalizó.