Arún Gandhi, nieto del legendario Mahatma Gandhi reflexiona sobre la vida de su abuelo: “Irónicamente, de no haber sido por el racismo y por el prejuicio, es posible que no hubiéramos tenido un Gandhi. Fue gracias al reto, al conflicto”.
“Podría haber sido otro abogado más y haberse hecho rico, pero debido al prejuicio imperante en Sudáfrica, al cabo de una semana de haber llegado se vio sometido a la humillación de ser expulsado de un tren por el color de su piel. Se sintió tan humillado que se quedó sentado en el andén de la estación durante toda una noche, reflexionando sobre qué podía hacer para lograr justicia”.
“Su primera respuesta fue la ira. Estaba tan enfadado que quería exigir ojo por ojo. Quería responder con violencia a las personas que le habían humillado de esa manera. Sin embargo, se detuvo a sí mismo y se dijo: ‘Eso no está bien’. Quizá conseguiría sentirse bien durante unos instantes, pero eso no era justicia. Sólo conseguiría perpetuar el círculo del conflicto”.
A partir de ese momento desarrolló la filosofía de la no violencia y la aplicó a su vida, además de a su búsqueda de justicia en Sudáfrica. Lideró el movimiento en India. Un movimiento que acabó independizando el país.
Gandhi, trascendió el pensamiento de la doble alternativa: no iba a huir y tampoco iba a luchar con violencia.
En tiempos como los que corren, en que casi todos los temas son presentados de manera dicotómica, predominando lógicas excluyentes, del tipo: si no estás con nosotros estás con ellos, Gandhi resulta doblemente inspirador.
No decidamos por la presión de tener que encajar y definirnos ante opciones de lógicas binarias y confrontativas si no nos representan. No es un lado o el otro, los extremos rara vez son sensatos, animémonos a dudar, a ir por análisis más profundos y conversaciones poderosas.
Si tenemos una posición manifestémosla, pero si nos falta información busquémosla, dudemos, intentemos comprender en lugar de ganar o tener la razón.
La polarización es hostil, genera tensión y sufrimiento, lastimando el tejido social. Es un proceso sin fin: la polarización alimenta el fanatismo y el fanatismo nutre la polarización.
Comprometámonos a recuperar la capacidad de dialogar, ampliemos la perspectiva. Habilitemos espacios que nos alojen a todos, en los que más allá de pensar distinto podamos construir juntos aprovechando el valor de las diferencias.
En la era de los extremos hagamos el esfuerzo por construir el camino del medio para trascender y reencontrarnos.