Está quedando poco de este año lleno de sucesos que jamás creíamos que podían pasar, sí en una película, jamás en la vida real. No sé ustedes, pero creo que más que nunca no podemos tener el control de nada sólo de lo que decidimos hacer con nuestro tiempo y cómo podemos llegar a reaccionar con los eventos que nos van ocurriendo.
En lo personal este año me está dejando dos palabras que me acompañan en el día a día: aceptar y fluir. La primera en la cromoterapia está asociada con el color amarillo, la aceptación es como una rendición, hacia algo o alguien de lo cual no tenemos el control. Este color habla de mi, de quién soy.
Una pregunta que cuando nos la hacen la relacionamos con nuestra profesión pero en un sentido más profundo habla de conectarse con tu ser, con tu alma, con tus dones, virtudes y tus defectos.
Nuestro cuerpo es sólo un traje que nos permite movernos y disfrutar de los placeres que nos dan los sentidos, te vuelvo a preguntar ¿sabés hoy quién sos?
Si hablamos de fluir es puro color violeta, como un río en constante movimiento, sabiendo que cuando aparece un obstáculo no lo enfrenta, lo rodea, lo mira en todos sus ángulos y sigue su curso. Esta palabra requiere de una gran fuerza interna nuestra, confiar en incertidumbre porque no sabemos qué nos traerá el día y la palabra control no existe.
Palabras muy conectados porque si no aceptamos lo que nos pasa no podemos fluir, el amarillo y el violeta son complementarios, trabajan juntos. El amarillo termina con los cálidos y el violeta con los fríos. Amarillo es el sol responsable de la vida y violeta es conexión con Dios, el universo.
Aceptar y fluir, un ejercicio práctico es sentir la energía: froten sus manos un ratito hasta que genere calor, luego muy despacio comiencen a alejarlas para sentir una energía sutil, pero clara. Visualicen una mano en amarillo y la otra violeta, y las colocan sobre su corazón.
Este ejercicio lo pueden hacer cada vez que les cueste mucho aceptar una situación. Aceptar y fluir, dos colores, dos palabras. ¡La vida es eso!